El gran Gatsby (2012) de Baz Lurhmann
Por Juan Murillo Bodas
Y bien, decir primero que Baz Lurhmann no es un director que me atraiga especialemente. Generalmente no me gusta su forma de abordar y plasmar en la pantalla sus historias. Y digo sus historias porque, para hacer una crítica coherente de esta película, hay que tener en cuenta que los directores postmodernos ponen más énfasis en mostrar su universo artístico, que en la pura construcción de la historia. Lo mismo suele ocurrir con las adaptaciones de obras literarias, porque no buscan la fidelidad al material literario, sino simplemente tomarlo como punto de partida para rehacerlo, poniendo el acento en lo que el director considere más cercano a su mirada o a su estilo cinematográfico.
Dicho esto, El Gran Gatsby es una película cuyas tema principal es el amor trágico o más bien cabe decir traicionado, tema, por otra parte muy recurrente en la filmografía de Baz Lurhmann (Romeo y Julieta, Moulin Rouge…).
El barroquismo excesivo y a veces incluso demente en la puesta en escena, y la artificiosidad en la narración de la historia, no sorprenden ni abruman, pero enganchan; las imágenes pomposas acompañadas de una arriesgada banda sonora, hacen que la historia discurra con cierta fluidez sin recurrir a diálogos vacíos. Hay además una serie de temas como la codicia desmedida, la amistad o la lucha del individuo por alcanzar el éxito, que están bien tratados, aunque falte profundidad en la plasmación de los mismos.
Por otra parte, no se puede reprochar nada a las actuaciones de los tres principales protagonistas, Leonardo DiCaprio, Carey Mulligan y Tobey Maguire, que cumplen perfectamente con su cometido con solvencia y brillantez.
Hasta ahí, lo bueno. Lo malo es que en ocasiones Baz Lurhmann se toma demasiadas licencias a la hora de adaptar la novela y a veces cansa tanto dramatismo impostado, tanto melodrama excesivo y tanta música anacrónica. También he echado de menos algo más de referencia al contexto histórico en el que sucede la historia, que está mostrado sólo a base de pinceladas y de forma demasiado ligera; también habría sido interesante conocer más acerca de su pasado y de la forma en que amasó su fortuna Gatsby.
A mi parecer el problema es que conforme avanza la película, todo parece reducirse a una de esas historias en la que lo único que nos importa es con quién se irá la chica, y que deja de lado aspectos más interesantes como por ejemplo el retrato de una sociedad estadounidense opulenta y confiada, que no esperaba los cambios tan dramáticos que la esperaban, situación que, por otra parte, tiene bastante relación con la historia actual de EE.UU y Europa. Esto ocurre porque Lurhmann se recrea demasiado en las miradas de sus dos principales protagonistas, de forma que el conjunto adolece de cierta unidad, el resto de personajes (exceptuando a Tobey Maguire, narrador testigo de la historia) parecen tener escasa o nula entidad dramática y el tramo final tiene un desarrollo demasiado forzado.
En fin, aceptable pero no brillante; bastante entretenida, aunque me preguntó por qué Lurhmann se empeña en adaptar obras ajenas y no escribe él sus propias historias, tal vez así sus películas logren ese toque final que deslumbre a espectadores exigentes.
Vaya por delante que soy un defensor de la versión que en 1974 hizo Jack Clayton de la novela de Scott Fitzgerald. Y de la adaptación que hizo para el cine ( fue el guionista ) Francis Ford Coppola. Dicho esto, la comparación con la película de Luhrman es inevitable. Con ventaja para la de Clayton, en algunos aspectos, y ventaja – pequeña ventaja – para la nueva versión en otros. La primera media hora del film de Lurhman me parece, sencillamente, mala. Y, sin embargo, la película crece a partir de la primera fiesta (qué derroche de medios y puesta en escena, “Lurhman made”) y empieza a calmarse posteriormente. También el primer Di Caprio resulta titubeante y flojo en comparación con el Gastby interpretado por Redford en la primera versión. Y lo mismo ( aunque menos ) ocurre con la deliciosa Carey Mulligan, que tiene que sobreponerse al recuerdo de la Daisy interpretada por Mia Farrow. E igual Toby MacGuire con respecto a su oponente. Sí, para los que hemos visto ambos films, las comparaciones aparecen de continuo, y, sin embargo, son dos películas completamente diferentes. En ambas, hay que decirlo,la novela está bien reflejada. Hay algo que me ha gustado – una vez calmado el torbellino de imágenes – del Gastby-Lurhman: es más crítica con Gastby, refleja mejor su lado “gansteril” y, al mismo tiempo, sigue salvando su romanticismo infantil y su “ingenuidad”. El personaje es menos fuerte que el interpretado por Redford, menos misterioso, más simple y menos atractivo, más pueril. Y se refleja muy bien esa sociedad vacía y sin escrúpulos donde el dinero tapa la podredumbre.
Respecto a la interpretación quiero decir que el Di Caprio del final se crece y cambia el registro de las primeras escenas. Todo va creciendo en el film hasta el punto de que el aplauso espontáneo de los espectadores, cuando concluyó la proyección a la que asistí, no me resultó extraño. Es curioso, yo que soy un apasionado defensor del Moulin Rouge de Lurhman ( como lo soy del previo de John Huston, tan diferente ) me quedé horrorizado de la locura de planos y la edición ( montaje) de la primera media hora y empezaba a abominar de la película cuando, de repente, algo cambió. Lurhman se tranquilizó, los planos empezaron a “respirar” y los personajes a actuar de verdad… y el cartón piedra se hizo luz. Así que, finalmente, vi un Gastby con grandes cosas…y otras flojas. Desigual. Brutalmente desigual. Pero, sin duda, algo queda en la memoria del intento. Bastante, sí, bastante. Es como un libro que estás a punto de cerrar, por malo, cuando lo empiezas y, cuando lo terminas, crees que sí ha merecido la pena leerlo. Lurhman debía revisar el comienzo y dejarlo reposar. Incluso sustituir planos. Este Gastby le ha desbordado y solo poco a poco consiguió dominarlo. Con ese presupuesto todo es más fácil. Solo le ha faltado un poco de calma para revisar todo lo que ha intentado meter. Aunque pedirle sosiego a Lurhman, además de brillantez, es como pedirle dinamismo a Antonioni. O claridad y accesibilidad al primer Resnais.