FUSIONARTE
Por NATALIA CÁRDENAS. Tres bailarinas reúnen cada sábado por la mañana un grupo de personas muy especiales que por distintas circunstancias tienen más dificultadas a la hora de expresarse, moverse o coordinar. Lo hacen por amor al arte y por la necesidad que tiene todas ellas de dar y recibir cariño, tanto las profesoras como sus alumnos.
En un pequeño local de la zona de Antonio López en Madrid se reúnen para bailar y olvidarse de sus problemas. Ensayan coreografías que después muestran en diferentes festivales. Recientemente han actuado en la sala Clamores en defensa de una protectora de animales presentando algunas de las coreografías que preparan en las clases con Pau Vazquez, la cara más popular por su participación en programas como Fama ¡a bailar!, Lorena y Patricia, sus tres ángeles de la integración social.
Una mañana una de ellas no pudo asistir y como son un grupo grande me ofrecí acompañar a las otras dos y conocer de primera mano la labor que hacían con ‘sus niños’ como los llama cariñosamente Lorena. Entre estos niños hay personas de todas las edades y con distintas dificultades. Nada más llegar te reciben con un caluroso baño de abrazos y una energía que desborda a las que nos gusta trasnochar y no estamos de humor por la mañanas. Pero a los dos minutos de estar allí ya me sentía integrada. La música comienza a sonar, las risas, los gritos de alegría, los cuerpos se mueven por la sala de baile embriagándolo todo de energía positiva y felicidad. Ya no te acuerdas de la resaca ni del cansancio acumulado de la semana con el que has llegado. Te das cuentas de por qué Pau, Patricia y Lorena se levantan los sábados por la mañana y vienen con una sonrisa ha realizar una tarea de la que ellas dicen: «Nos hace tanto a bien a nosotras como se lo hace a ellos».
Logran sacar adelante este grupo de personas dependientes con muy poco pero no sólo se dedican a pasar las horas bailando y riendo, también delegan responsabilidades en ellos para que aprendan a valerse por sí mismos, les corrigen cuando cogen una rabieta o les escuchan cuando necesitan una oreja amiga. Y en un momento en que parece que nuestro mundo naufraga a la deriva, saber que aún quedan personas generosas hace que siga creyendo en la especie humana.