Hawking. El tahúr cósmico
Por MIGUEL ÁNGEL MONATANARO. Dice Hawking que no cree en Dios. Así, sin anestesia. Es más, el insigne científico, que aún siendo británico es un cachondo, le dejó estas dos preguntas al respetable que abarrotaba su última conferencia: “¿Qué se supone que estaba haciendo Dios antes de su creación divina? ¿Quizá preparando el infierno para las personas que se formularan esta clase de preguntas?”.
Repasemos el currículo del afamado cosmólogo y físico teórico. Miembro de las más prestigiosas academias de ciencias, Stephen Hawking ha sido honrado con una docena de doctorados honoris causa, ostenta un premio Príncipe de Asturias, la medalla Copley, la del Imperio Británico y alguna más. Creo que solo le falta la de la sobrasada el Pozo. Un cerebrito, vaya. Pero hace trampas. Es un tahúr. Sí, sí, como cualquier hijo de vecino con un cociente intelectual de ochenta raspado. Me explicaré. Me vale la primera pregunta de las comentadas. Todos nos la hemos hecho alguna vez. “¿Qué se supone que estaba haciendo Dios antes de su creación divina?”. Respuesta: npi. La segunda pregunta, esa de: “¿Quizá preparando el infierno para las personas que se formularan esta clase de preguntas?”… es autobombo. Publicidad. Tranquilos todos, esto no es una homilía a pluma armada Y dudo de que nadie me llegue a ver nunca dándome golpes de pecho en un templo. Pero eso de que nada más sacar a Dios al tapete, hagamos una referencia al infierno… Ya dijo el científico en su día que estaba contento de no haber sido arrojado a la Inquisición. Se cree Galileo. ¿O es una estrategia de Hawking ese ataque gratuito a Dios?… Su primera esposa ya dijo que Hawking, a menudo, utilizaba a Dios en sus obras con fines comerciales. Él reconoció este extremo alegando, que recurría reiteradamente al concurso divino en sus ensayos de manera metafórica. Es por lo tanto, además de un lumbreras, un poeta.
Dios vende. Los grandes almacenes nos ofertan la Navidad prostituyéndola en los escaparates, envuelta en papel de celofán. Los operadores turísticos nos invitan a vivir la Semana Santa, mojito en mano, en la exótica Punta Cana (sic) pero que Hawking use a la divinidad para vender libros está muy feo.
Mal, muy mal Stephen. Caca. No te hace bien esa estrategia de ventas. A muchos nos conmueve tu cara de buena persona golpeada por una enfermedad brutal y te admiramos por ser un tipo inteligente, pero el que seas un listo, no nos hace a los demás más tontos.
Por otra parte, dice Hawking que la teoría de la Creación no se sostiene. Niega la existencia de un Creador. Pero cree que el universo y todo lo que éste contiene, surgió de la nada. Es decir, el tiempo, el espacio y todas sus dimensiones, los millones de constelaciones, los trillones de estrellas y este cuerpo serrano que se ha de comer la tierra, venimos de la nada. De la ausencia absoluta de todo. Si esto no es un acto de fe, ¡que venga Dios y lo vea! -diremos haciendo un grácil juego de palabras. Ya lo dice el refrán: “no somos nadie, y menos en calzoncillos”.
El problema es que de igual manera que un creyente no puede demostrar la existencia de Dios, un ateo, tampoco puede demostrar la inexistencia de Dios. Empate a cero. La diferencia puede estar, en que mientras que un creyente cree, porque no puede demostrar en lo que cree, Hawking, intenta buscar a Dios en el cielo, quizá, porque ha sido incapaz de encontrarlo en la Tierra. Además, este prohombre parte de un error muy extendido en creyentes y ateos: adjudicar a Dios cualidades humanas. Capacidades de acuerdo a nuestras reglas físicas. Tengo claro que esto es un infantilismo, lo diga un párvulo o un premio Nobel; porque si Dios existe, su naturaleza no será humana y por lo tanto, no podemos pretender descubrirlo con un telescopio para meterlo en un laboratorio y poder estudiarlo y, a ser posible, domesticarlo… Darle vueltas.