Los signos del asombro
Rafael Cadenas
Editorial Pre-textos. 76 páginas.
Por Daniel Bernal Suárez
Si toda misiva porta un mensaje cifrado, la apertura de un sobre sería una invitación a recorrer esa carta, a comprender esos trazos que llamean desde la página y que, acaso, nos iluminen con sus ignotas revelaciones. En Sobre abierto, el último poemario del venezolano Rafael Cadenas, el poema se brinda como repentina fulguración, en una transparencia sin lacre: al sujeto poético le son desvelados ciertos aspectos de la realidad en un tono ora de celebración, ora nostálgico, pero siempre instante encendido del pensamiento y la sensación.
Encontramos un goce luminoso frente a ciertos prodigios cotidianos: el vuelo de un pájaro, la sombra que proyectan unas nubes, el arbusto que brota de una piedra, la maravilla que aguarda en un rayo de luz solar que se filtra en el apartamento o en un charco de agua en donde se engendra el arcoíris. Estos descubrimientos repentinos motivados por señales aparentemente insignificantes comportan una vindicación de la sorpresa o el asombro: cualquier ente puede ser absorbido por el poema; la experiencia poética puede aguardar en lo más nimio. Escribe el autor: «No desdeñes nada. / Una rana le dio a Basho / su mejor poema».
Cadenas erige una poética centrada en la maravilla del ser, en un ansia de habitar el presente para escapar de la marea insaciable del tiempo y el yo. A propósito de esta recepción afirmativa del mundo es elocuente la coincidencia –o reiteración- entre unos versos de Sobre abierto y otros de la novena elegía duinesa de Rilke: estar aquí es demasiado, la mera existencia es un hecho abundante, opimo. En esta primera vertiente de algunos de los poemas observamos una radical conexión con ciertas formas del pensamiento poético oriental, especialmente el japonés, y con la tradición clásica de dicha literatura, indagatoria de una revelación o acceso al ser a través de breves resplandecimientos (al mismo tiempo que se observa su interés por las diversas formas del pensamiento místico). De hecho, coquetea con la esencialidad del haikú (no con su métrica exacta) en algunos poemas breves que agrupa en series como Trípticos.
La segunda de las vertientes temáticas sobre la que incide el autor en este poemario es la memoria y la paradójica configuración de la misma. La memoria acusa esta dualidad contradictoria: si bien es el asiento que posibilita nuestra identidad, su edificación, también supone cautividad, un límite para la apertura del ser y su acción. Cercados por esta falaz y sutil representación del yo y su pasado, Cadenas pondera la lucidez que comporta cierto grado de desengaño o escepticismo. En efecto, dice en un poema: «Recuerdo los días / en que yo era entero / mas a un precio alto: vivir / ahormado // La manumisión / es obra del desengaño, el / más refulgente / de los diamantes». Asimismo, en el poema La búsqueda, y en cierto tono narrativo similar a los poemas meditativos de Cavafis, se afirma la ineludible necesidad de las historias, de la ficción, pues «¿qué sería nuestro vivir / sin ellas?». Indigencia de la ficción, de los relatos no verídicos en que se asienta nuestra esperanza; opacidad, en definitiva, de una mitología, el Grial simbólico del título de otro poema, que colma una aspiración que los años van agrietando y de donde emergerá, como mácula o filo, la audacia de la duda. Imposible no evocar, en este sentido, un aforismo del poeta norteamericano Wallace Stevens en el que decía que «La creencia final es creer en una ficción, la cual sabemos que es ficción, y que no hay nada más. La verdad exquisita es saber que es una ficción y que creemos en ella de manera voluntaria».
En cuanto al lenguaje, destaca la transparencia del mismo, muy depurado, con preponderancia de la instantaneidad y un alto grado de condensación. Hay también un ritmo pausado que gira alrededor de un esencialismo verbal. Sin embargo, en algunos poemas, la transparencia deslíe la expresión hasta un grado de adelgazamiento conceptual y formal excesivo. Cabría apostillar que una cierta charlatanería de lo simple o despojado suele confundir la diafanidad expresiva con la anorexia crónica, en cuyo caso el poema, más que fulgurar, desaparece de la página por caquexia, con un gesto lacónico. Esta peligrosa ofuscación acosa algunos poemas de Sobre abierto.
No pocos poemas, finalmente, abordan la propia poética del autor. En Idioma, describe esta tendencia hacia la voz baja, sin estridencia, la enunciación de un cuasi-susurro: «Rehúyes el énfasis, / bajas la voz, / te acercas». El buceo en el lenguaje implicaría el encuentro de las palabras justas, evitando toda impertinente exclamación, silenciando los ruidos y las interferencias, para crear ese espacio mental propicio al advenimiento. Búsqueda del silencio, también, para escuchar al lenguaje del cuerpo, zafándose de los dictados de la tiranía de la propia lengua. Y es que Cadenas comprende que la relación con la escritura apunta a un más allá de la materialidad del vocablo, un más allá del signo implícito en el signo mismo: en definitiva, la inmanencia. Porque «El origen / es siempre ahora», y el signo se consuma en ese presente perpetuo en el que habita un latir del asombro que entraña la existencia, oculto o apenas insinuado como acontecimiento entre las rutinas del día.