Ser novelista
Por PACO GÓMEZ ESCRIBANO. Siempre lo dije, ser novelista es un oficio, como lo puede ser ejercer la fontanería o la abogacía. Un oficio quizá de lo más maravilloso, por cómo hace sentirse al escritor. Ya no es solo crear, que también, sino el proceso de documentación, establecimiento y resolución de tramas, caracterización de personajes, etc.
Para ser novelista hay que poseer imaginación, dominar el lenguaje y, a ser posible, tener un trabajo estable con jornada intensiva que te deje tiempo para escribir. Lo digo porque mucha gente tiene la idea equivocada que de esto se puede vivir a las primeras de cambio. Son pocos los que lo consiguen y a veces la calidad literaria no es que importe mucho. No olvidemos que las editoriales venden “un producto”, y que en ocasiones más vale ser resultón que guapo.
En mi opinión, para afrontar la escritura de una novela, el presunto novelista debe ser un lector voraz, haber devorado una ingente cantidad de novelas, para tener las suficientes referencias antes de ponerse a escribir. Aun así, seguramente, su primera obra será una auténtica mierda, con perdón, aunque existen excepciones de novelistas primerizos que atesoran un talento innato. Creo que es importante tener una historia en la cabeza, haberla ido trabajando mentalmente mientras uno se toma una cerveza o camina por el parque. Tener claros los personajes, los escenarios, y sobre todo el principio y el final. Lo de en medio importa menos, ya irá saliendo, pero tenemos que tener claro hacia dónde vamos.
La estructura típica de una novela debe ser el esquema planteamiento-nudo-desenlace. Además, toda historia debe tener un conflicto. Como bien me lo explicara un día mi buen amigo y maestro Juan Madrid el conflicto nace de lo siguiente: “Alguien quiere algo; algo o alguien se lo impide”. Bajo esta premisa, es más que probable que tengamos una historia, independientemente del género en la que podamos encuadrar nuestra novela.
El planteamiento es la presentación de nuestra historia al lector: la trama principal y las secundarias, los escenarios y los personajes. No es que deba de haber tramas secundarias obligatoriamente, pero suelen enriquecer la novela, sobre todo si estas se relacionan de alguna manera con la principal. Al lector le suele gustar ubicarse, por lo que es importante trazar lo que yo llamo el mapa geográfico de la historia, ya sea este real o ficticio. Los personajes han de tener fuerza. El escritor debe tener la suficiente habilidad como para caracterizarlos, radiografiarlos, pero sin cansar al lector. La caracterización de los personajes se suele hacer a través de los diálogos, a través de la voz del narrador o relatando sus acciones. Los hay principales y secundarios. Hay escritores que lo tienen muy claro desde el principio. Otros, sin embargo, no hacen planes. En mi caso, me hago unos esquemas mentales e intento ponerlos sobre el folio. Pero a veces me ha ocurrido que personajes que en un principio eran protagonistas, han ido perdiendo fuerza, tomando el protagonismo algunos de los que en principio no lo iban a tener.
En toda novela debe haber un nudo, que es la madre del cordero del conflicto. Si María va a por el pan, pongamos por caso, lo compra y vuelve a su casa, no hay historia. La historia surge si María no vuelve, sea cual sea el motivo para su no retorno. Independientemente del conflicto, toda novela necesita un giro, o varios. El giro, acelera la historia y mantiene la motivación del lector. Algunos autores solucionan lo del giro añadiendo un personaje que tiene mucha fuerza, dando un nuevo ímpetu a la trama. Otros, sencillamente plasman un hecho que el lector no imaginaba que iba a ocurrir ni por asomo, con lo cual la historia gana en dinamismo y ofrece nuevas perspectivas.
Muchos escritores fallan en el desenlace o final. Esto ocurre tanto en cine como en las novelas. Da igual si el final es abierto (en donde es el lector quien decide en función de sus gustos) o cerrado (aquel en el que el autor no da opción al lector). Cualquier opción de final es lícita siempre y cuando se cierren las tramas adecuadamente con un desenlace creíble y si es posible inesperado.
Podríamos seguir teorizando, pero no os quiero aburrir. Insisto en que ser novelista es un oficio para el que se requieren ciertas habilidades que son difíciles de adquirir, aunque bien es cierto que últimamente han proliferado los talleres de escritura, siempre provechosos. Hay catedráticos de Literatura y filólogos que dominan el lenguaje y la teoría, pero no todos tienen la habilidad de escribir una novela, algunos de ellos ya lo intentaron. Pero no se trata de erudición. No olvidemos que hace siglos, los que iban contando historias por los pueblos no eran precisamente los más ilustrados.
Para terminar, diré algo para los que empiezan. Escribid para divertiros si tenéis la vocación, sin pensar en si os van a publicar o no, eso vendrá luego, sin pensar en haceros ricos o en obtener algún dinero de lo que escribís. Si llega, mejor que mejor, pero ese no debe ser el objetivo. Los designios del destino son inescrutables. Hay autores famosos que conservan con cariño veinte o treinta cartas de rechazo de una novela que después fue best seller, de la misma forma que hay quien da el pelotazo a las primeras de cambio. Pero lo normal es que esto sea una carrera de obstáculos larga. Preparaos para pasar horas solos, sin más compañía que el boli y un folio o un ordenador. Y lo más importante, no os creáis escritores buenísimos, eso no ayuda nada en el proceso de creación y os creará frustraciones si no conseguís publicar. Tampoco os derrumbéis por una mala crítica y si lo hacéis, levantaos y continuad. Escribid teniendo siempre presente que es mucho lo que os queda por aprender, aunque cosechéis un éxito importante con vuestras novelas. Yo siempre me repito el mismo mantra: “No somos na…”.