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Muere Alfredo Landa

El actor Alfredo Landa (1933-2013) ha muerto este jueves en Madrid a los 80 años, cumplidos hace apenas dos meses, según ha confirmado la Academia de Cine Español.

Aunque la familia del intérprete guarda silencio sobre dónde y cómo se ha producido su muerte, algunos de sus amigos y compañeros han recordado que llevaba tiempo enfermo.

Landa, con más de 120 películas a sus espaldas, es historia del cine español hasta el punto de que las películas que protagonizó durante los años 60 y 70 crearon un género propio, ‘el landismo’.

Alfredo Landa, nacido en Pamplona en 1933, llevaba retirado del mundo artístico desde el año 2007, y de 2008 datan sus últimas apariciones públicas, cuando recibió el premio de la Unión de Actores de España por su papel en Luz de domingo, de José Luis Garci, la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid y el Premio Príncipe de Viana a la Cultura 2008 en su tierra, Pamplona, y de manos del príncipe de Asturias.

Reconocimiento profesional

En 2008 además recogió el Goya de Honorel tercero de su carrera después de los obtenidos como mejor actor por El bosque animado (1987) y La marrana (1992).

Antes de estos premios del cine español -los Goya no se crearon hasta 1987 y Landa fue el segundo premiado como mejor actor en 1988, tras Fernando Fernán Gómez (1987)-, ya tenía en su haber un premio a mejor actor de Cannes, por Los santos inocentes (1984).

A principios de 2004, le diagnosticaron un cáncer de colon y fue intervenido una semana después de recibir la noticia en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid: «Si hay que morirse pues se muere uno, que ya he vivido lo mío. Mi vida ha sido cojonuda. En algún momento tiene que acabar», afirmaba en su biografía Alfredo el Grande (Marcos Ordóñez, 2008). 

Su estado de salud ha sido objeto de múltiples rumores, nunca contrastados, que apuntaban a un problema degenerativo, algo que se acentuó en 2007 cuando recogió el Goya de Honor con un discurso entrecortado y en el que prácticamente se quedó sin poder articular sus palabras.

La noticia de su fallecimiento ha causado conmoción entre el mundo de la cultura, que lo despide con dolor.

Una vida dedicada a la actuación

Con 25 años, Alfredo Landa dejó la carrera de Derecho, ante la oposición de su familia, y se marchó a Madrid para convertirse en actor con 7.000 pesetas en el bolsillo.

Tras hacer varios papeles en el teatro, en el María Guerrero fue descubierto por José María Forqué y en 1962 debutó a sus órdenes en el cine en Atraco a las tres, junto a actores consagrados como José Luis López Vázquez y Gracita Morales.

A partir de ahí se convertiría en estrella de un género propio, el ‘landismo’, que se prolongó a lo largo de los años sesenta y setenta coincidiendo con los últimos coletazos del Franquismo y la explosión del turismo internacional en España. De esta etapa son películas como Cateto a babor, No desearás al vecino del quinto (Ramón Fernández, 1970) o Vente a Alemania, Pepe’ (Pedro Lazaga, 1971).

Pese a lo criticado que fue el género, Landa jamás renegó de él: «¿Pero hay más orgullo que ser el macho ibérico?», decía, a la vez que reconocía: «No reniego del ‘landismo’ que me dio un éxito tremendo y tenía su valor, la prueba es que esas comedias siguen teniendo éxito cuando se pasan por televisión».

A mediados de los 70, Alfredo Landa empezó a interpretar papeles dramáticos que le valdrían el reconocimiento de la crítica con títulos como Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), premio al mejor actor en el Festival de Cannes junto a Paco Rabal; El crack (José Luis Garci, 1981), La vaquilla (Luis G. Berlanga, 1985), Tata mía (José Luis Borau, 1986), El bosque animado (José Luis Cuerda, 1987) o Canción de cuna (José Luis Garci, 1994).

En televisión Alfredo Landa protagonizó varias series, como Tristeza de amor (1986) y Don Quijote (1992).

Después de su retirada, que anunció en el Festival de Cine Español de Málaga de 2007, cuando recibió la Biznaga de Plata a toda su trayectoria, Landa se dedicó a «vivir la vida» y a disfrutar de la compañía de su familia, aunque la salud dejó de acompañarle en sus últimos años.

En enero de 2009, ingresó en la UCI del Hospital Nuestra Señora del Rosario de Madrid después de sufrir un ictus cerebral que le obligó a desplazarse en una silla de ruedas durante varios meses.

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