“El mal está en la incapacidad de la política de gestionar los movimientos sociales”
Por Rosa Gámiz
Con motivo del estreno el 10 de mayo de la película Díaz, no limpiéis esta sangre, me reúno en los Cines Roxy de la calle Fuencarral con el director, Daniele Vicari, y con Chabier Nogueras, un activista español presente en los hechos narrados en la cinta. Una entrevista en la que reina un absoluto desprecio a la violencia y una profunda crítica a la actual democracia y el sistema político. Once años no han sido suficientes para borrar las lágrimas ni los amargos recuerdos de Nogueras. Nos encontramos ante palabras rebosantes de dolor que, junto a las de Vicari, dan luz a muchas de las cuestiones que se plantean los ciudadanos hoy día.
¿A raíz de qué hecho hizo esta película?
D.V. Cada vez más a menudo en países cuna de la democracia, paradójicamente, se violan los principios democráticos y los hechos de Génova son el momento más evidente en el que la violación de los derechos se institucionaliza. Después del 11S, dos meses después de los hechos de Génova, cuando Occidente entra en guerra, algunas técnicas de violación de derechos se convirtieron en ley. En los países anglosajones hubo un largo debate de si era justo o no que por seguridad nacional los ciudadanos tuvieran que estar bajo sospecha y, se decidió que sí. Desde aquel momento ni nos damos cuenta de que no nos encontramos en una democracia abierta, sino entre comillas y la transformación de orden público de cualquier emergencia social hace que la política no asuma ninguna responsabilidad. Manda a la policía y esta hace su oficio.
La película se ha coproducido entre Rumania, Francia e Italia, deduzco que hubo problemas de financiación al principio, sobre todo por el tema…
D. V. En Italia no la quería hacer nadie. El único era Domenico Procacci, que al final mantuvo su promesa. Es uno de los productores europeos más importantes. Ha producido unas sesenta películas. Con Díaz fue la primera vez que las majors italianas rechazaban leer un guión enviado por él. Fue esta la razón para buscar socios fuera de Italia.
¿Es muy exagerado lo que se ve en la película? ¿Cómo lo vivió usted?
C.N. Como se suele decir: “la realidad supera siempre a la ficción”, pero, en mi opinión, hay una aproximación fiel a los hechos. Con un personaje como tal no me identifico, pero sí he reconocido a muchos de mis compañeros. Ha habido un buen trabajo de documentación. Quizás, como testigo, podría apuntar algunas diferencias mínimas. La parte de los hospitales es a la que menos atención se da. Aquello fue bastante dramático, la policía intentando llevarse a los detenidos, arrancándoles la sonda a la fuerza… Oí decir a un enfermero que lo teníamos merecido, que habíamos acuchillado a un policía, y estallé en lágrimas y discutí con él. También, quizá más que hacer pie en la denuncia se debiera en la solidaridad. Compartimos lo que pudimos, una manta que nos dieron para pasar la noche, unos pequeños sándwiches que nos dieron en el último momento…
Cuesta creer la humillación que sufre la chica en Bolzaneto…
D.V. Cuando empecé a leer los autos, al principio tuve la misma reacción. Pensé: “estos se han puesto de acuerdo para montársela a la policía”, pero a medida que avanzaba la lectura se fue convirtiendo poco a poco en una narración del horror. Personas de todo el mundo (EEUU, Canadá, España, Inglaterra, Australia…) contaban de manera increíble los mismos detalles, incluso, que algunos de los pocos policías que admitieron cosas. La escena en la que el policía que se quita el casco y pide perdón, está cogida literalmente del juicio.
Según Amnistía Internacional fue la “suspensión de derechos humanos más grave de un país occidental desde la II Guerra Mundial, ¿qué supuso la Díaz y Bolzaneto para ustedes?
C.N. En la Díaz y en Génova, porque no hay que olvidar que en las calles hubo una persona asesinada. La muerte de Carlo fue un montaje más. A partir de ahí, muchos comprendimos que podíamos ser asesinados, y exige una reflexión profunda sobre el empleo de la violencia en cualquiera de los ámbitos.
D.V. Creo que hemos visto en Génova una grieta en lo que llamamos democracia y debajo de esta superficie se esconde un magma incandescente que de vez en cuando sale. Lo importante es que todos seamos conscientes de ello. Después de la caída del Muro de Berlín la dificultad que tiene la política de gestionar estos movimientos hacen que la policía tenga que suplir esta incapacidad. Y cada vez que un problema de orden social se convierte en un problema de orden público la palabra democracia deja de tener sentido.
¿Los medios italianos cómo respondieron ante esta situación?
D.V. Han pasado más de 10 años de los hechos y muchos de los periodistas de Génova aunque no hubieran escrito nada en ese tiempo, habían ido tomado conciencia de la gravedad de los hechos. Entonces, cuando se estrenó la película, sintieron como una obligación de escribir, se produjo un debate muy fuerte en Italia dentro de los medios de comunicación, incluso en las televisiones de Berlusconi. Por primera vez en muchos años de la historia de Europa muchos de los dirigentes de la policía de un país europeo democrático aparecieron en televisión como condenados en un juicio regular. Desde entonces solo el que no quiere ver no ve.
Simplificando mucho, en esta película el bien son los activistas y el mal los policías…
D.V. Para mí el bien o el mal no es la policía. Para mí el mal es la incapacidad de la política de gestionar los movimientos sociales. La presencia constante de la policía podría hacer pensar, incluso a los movimientos, que esta es un referente de los políticos. Cuando los movimientos empiezan a pensar eso, empiezan a morirse. Lo importante es saber en qué medida nuestra sociedad comparte los principios de eso que llamamos democracia. En ese punto de vista, el cine puede desarrollar una función muy importante. A través de una narración puede poner en tela de juicio los prejuicios del que está mirando. Eso espero que haga mi película, que el que entra en el cine con dos preguntas salga con doscientas.
¿Cuántos casos revisó para llevar a cabo su película?
D. V. Carlo Baschmidt, que me asesoró en el proceso de creación, hizo un documental llamado Black Block y tuve la oportunidad de ver las imágenes originales. Aunque lo que más me sirvió para reconstruir la experiencia fueron los autos del juicio, que están muy detallados. Sin embargo, necesitaba mirarles [a las víctimas] a los ojos. Conocí a Alma, la protagonista de la película, que en realidad se llama Anna, y me contó toda su historia. Tras este encuentro intenté dejar de conocer a más personas, porque su narración era tan dolorosa que me supuso una crisis. Empecé a pensar que quizás no era justo hacer una película sobre esto.
¿Tuvo la oportunidad de hablar con algún policía que se hubiera arrepentido?
D.V. Hablé con muchos policías pero de forma anónima. Diez días antes del estreno de la película, el Ministerio de Interior del que depende la policía italiana pasó una circular interna impidiendo a los policías que hablaran en público sobre la película. Un policía perteneciente a un sindicato cogió la circular y la llevó a los periódicos, pero esta circular seguía obligando a no hablar. Sólo los sindicalistas se pueden expresar.
C.N. Fue muy significativo para esclarecer la verdad el que un policía reconociese que en realidad no había sido acuchillado, sino que había preparado su chaleco para la ocasión. Ese fue el comienzo de la grieta que se abrió en toda la teatralización policial. No hay que olvidar que es en el 2004 cuando definitivamente se archivan los procesos que habían abierto contra las 93 personas que estábamos en la Díaz acusados de malhechores, saquear la ciudad…
D.V. Tened en cuenta que él se arriesgó a quince años de cárcel. En Italia existe una ley contra los delitos de devastación y saqueo, que son asociativos como la mafia, promulgada durante los años del fascismo. Entonces, aunque hayas roto un escaparate te pueden caer 15 años de cárcel. De hecho, diez militantes antiglobalización terminaron en la cárcel por este delito.
Por el contrario, ¿se encontró con algún policía que reivindicara la acción?
D.V. Muchos policías están convencidos de que estuvo muy bien lo que hicieron y otros, después de 10 años, han comprendido la gravedad del asunto. El problema es que independientemente de la conciencia de cada policía, no existe en Italia una legislación que permita castigar a policías por este tipo de acciones. Al ir enmascarados no se les pudo identificar individualmente y se condenó a los jefes de escuadra por no haber detenido la acción. Pero estas condenas se suspendieron porque habían prescrito los delitos. Por lo que sí se les condenó fue por la falsificación de las actas. Si existiera una ley de tortura en Italia habrían recibido una pena mucho mayor porque este delito no prescribe.
C.N. Por esa razón, la parte civil estamos llevando a cabo en este momento, terminada la vía penal, un proceso para que Italia tipifique en última instancia el delito de tortura.
Algunos dirigentes fueron acusados, pero al jefe máximo apenas le rozó la situación…
D.V. Todos los hombres que fueron condenados fueron nombrados por De Gennaro. El juicio no pudo demostrar que la orden viniera directamente de De Gennaro, aunque los jueces de casación en la sentencia lo hayan escrito. Lo que cuentan los juicios son las pruebas no la verdad histórica. De Gennaro tiene las espaldas muy bien cubiertas por todos los partidos políticos, incluso de muchos de los de izquierdas. Y como nadie le condenó por ningún delito, nadie considero necesario que dimitiera de su cargo.
C.N. Para las personas que fuimos asaltadas en la Díaz solo el hecho de haber conseguido revertir la situación, pasar de ser acusados hasta conseguir la última condena, eso por sí mismo representa un éxito indiscutible. Para nuestros abogados en Italia que De Gennaro quede impune es una expresión muy obvia de la complicidad del estado.
¿No han acusado como responsable subsidiario a la cabeza del estado en aquel momento, Berlusconi?
C.N. Berlusconi jugaba el papel de bruto de la película, capaz de ejercer su constante ola de criminalidad envolviendo todos esos hechos de la opinión pública del resto de Europa y de las potencias mundiales como un caso más de fascismo local y extravagancia italiana. Berlusconi era un peón idóneo en este tablero de ajedrez de las inteligencias europeas para hacer el papel que solía hacer en ese momento. Pero un caso como el de Génova no logro imaginar que sucediera fácilmente en Suecia.
¿Por qué los gobiernos europeos no pidieron explicaciones sobre esto?
D.V. Esta es la principal pregunta. Si alguno se hace la ilusión de que esta historia corresponde sólo a Italia créeme que no. Sólo un país hizo una protesta oficial en contra de Italia, Austria, que en aquella época estaba dominado por el nazi Haider y, como era contrario a Europa, al Tratado de Schengen, defendió a los anarquistas arrestados por la policía italiana en Génova. Que ningún país europeo ni del mundo haya pedido explicaciones a Italia de estos increíbles hechos nos hace cuanto menos sospechar que, en líneas generales, todos los países del mundo estaban de acuerdo con el comportamiento italiano: este movimiento había que pararlo.
C.N. Este caso no se puede entender como un hecho de violencia aislado, responde a una estrategia planificada de generar terror en un momento de emergencia de la protesta contra la globalización capitalista. Quizás no estaríamos sufriendo ahora las consecuencias de esta política económica si ese movimiento no se hubiera reprimido de la forma en que se hizo. Aquellos días eran pioneros de toda la movilización que estamos viendo ahora y esta represión política en Italia como en cualquier lugar no es accidental, sino que tiene una finalidad absolutamente política. En el informe español de la Coordinadora para la Prevención de la Tortura del año 2011 se cifra en casi un millar de personas denunciantes de torturas. Casi el 30% responden a denuncias del movimiento 15M y aproximadamente la mitad a denuncias en el contexto de movilizaciones sociales. Hay un puente evidente entre una situación y otra.
¿Lo que Díaz cuenta podía haber estado en los años 40, 60, actualmente con los hechos que están sucediendo no sólo en Europa sino también en las revueltas de los países árabes?
D.V. La diferencia entre ahora y 2001 es que ahora hemos comprendido lo que es la globalización todos, no sólo los militantes de los movimiento antiglobalización. Se ha producido un avance muy importante de toma de conciencia colectiva, pero seguimos corriendo los mismos riesgos que corrían los militantes en Génova, porque no se ha adoptado ninguna medida para evitar que ocurran en los países democráticos estas represiones, que vienen de algunos sectores radicalizados dentro del estado de la sociedad y que constituyen una continuidad en los regímenes autoritarios que han caracterizado toda la historia europea.