Cuando en el teatro arden brasas
Por Mario S. Arsenal
Quizás sea este el momento más oportuno para ir más allá y reflexionar sobre la situación que nos ha tocado vivir. Porque parece ser que ya no podemos dar marcha atrás e intentar imaginar ni felicidad ni alegría ajenas al compromiso. Un compromiso que ya no es político, sino social, y que hunde sus brazos en el barro de la solidaridad colectiva, en el paradigmático sentimiento de cohesión que todas las sociedades debieran sentir de manera libre y espontánea.
El motivo de que Marx en Lavapiés (Turlitava Teatro) se presente como un fósforo vivo es sencillamente la conciencia. La nueva andadura de esta compañía teatral, llamada a conquistar los espacios no convencionales, es plenamente un acierto. El texto de Benjamín Jiménez explora todo tipo de contradicciones y, cuando parece que vamos a enfrentarnos a un panfleto político, nada más lejos de la verdad, nos vemos inmersos en una realidad social que nos atenaza a todos por igual, seamos o no conscientes de ella.
Basado en el texto del activista e historiador norteamericano Howard Zinn, Marx en el Soho (1999), esta nueva interpretación consigue darle una vuelta de tuerca al primigenio texto de Zinn. La acción bascula en torno a las propuestas marxistas producidas por El Capital, obra que llegó a alcanzar la novísima por entonces categoría de filosofía política a pesar de ser un texto esencialmente económico. De hecho, podemos ver algún que otro rapapolvo contrarrevolucionario que arrebata la risa del público, oxigena al auditorio y libera a su vez cierta densidad dramática. Todo está pretendido, es decir, nada hay de espontáneo o, de haberlo, ese sería Bakunin (Francisco Valero), auténtico hombre de acción y temperamento que miraba hacia un lugar muy próximo al de Marx, pero con unas gafas muy distintas.
Vicky Peinado se ha encargado de levantar este texto sincero y a veces desgarrador que nos plantea una realidad extrapolable a cualquier tiempo debido a la mala gestión social que empieza en el ente común de pertenencia a una comunidad, el pueblo como contingente unificado y diversificado culturalmente, auténtico motor de una verdadera revolución mundial.
Al desparpajo de Francisco Valero se suman una notable Nora Gehrig y una sentida Beatriz Llorente. Juntos ponen en pie la figura de Karl Marx y trazan el dibujo del filósofo, del político, del burgués, del amante, del padre de familia o del economista contradictorio. Hay para todos, pues si en algo ha acertado Benjamín Jiménez con este texto es precisamente no caer en el partidismo, aspecto que le da frescura a la obra y genera en la mentalidad del espectador una sensación ingrávida de inquietud y desasosiego, pero una intranquilidad productiva que mueve a hacer y a reflexionar de primera mano sobre todo lo que estamos viendo, viviendo y padeciendo.
Siempre sugerente, La Puerta Estrecha se presta como un lugar más que adecuado para acoger una obra de este tipo. La mezcla y el tránsito por espacios de distinto carácter contribuyen a nueva visión del teatro, quizás más viva, quizás más dinámica, quizás más noble. Es una realidad. El teatro de verdad existe. Y no es que el resto de las propuestas teatrales sean falsas, sino que resulta de una evidencia aplastante notar cuándo el teatro se levanta por necesidad de decir cosas y no para recoger carteras.
Nuestro reconocimiento al atrevimiento de Benjamín Jiménez y al descaro de Vicky Peinado. Ambos rasgos se nos antojan necesarios en un tiempo tan delicado como el de ahora, donde sólo puede subsistir la voluntad como rasgo diferenciador de buenos y malos, donde ya no es suficiente condenar un atentado sino mancharse las manos de sangre ayudando a trasladar los cadáveres, donde la inapetencia no tiene sentido o incluso donde quietos nos sentimos incómodos.
Un vómito hacia la actualidad a la que pertenecemos, un esputo maloliente que nos devuelve a la conciencia de la desigualdad, la pobreza, el mal reparto de la riqueza, la guerra o la inopia ciudadana. Bravo por esta nueva incursión de Turlitava después del especial sabor de boca de Los vivos y los míos y la fugaz pero atrevida Desperfectos. Una frase que no me quito de la cabeza y que acaso puede resumir la actualidad de esta obra y la intención deliberada en el despertar y agitar conciencias, la pronuncia Marx:
“Veis tantas cosas y sabéis tan poco”.
¿Nos daremos por aludidos o seguiremos esperando a que el mundo cambie por arte de magia? Debieran ya haber contestado.
Marx en Lavapiés
Dramaturgia: Benjamín Jiménez
Dirección: Victoria Peinado
Reparto: Beatriz Llorente, Francisco Valero, Nora Gehrig
Gestión y distribución: Luis Illán
Producción: Jana Pacheco
Diseño: José Gonçalo Pais
Lugar: Teatro La Puerta Estrecha
Fecha: Del 3 de mayo al 29 de junio
Horario: Viernes y sábados a las 23.00h
Precio: 15 euros