EL ESPEJO Y LA IMAGEN QUE DEVUELVE A PERSEO
Por JUAN CARLOS VICENTE. La mujer permanecía inconsciente en la cama. Él la observó desde la penumbra. Las muñecas llenas de llagas, las piernas abiertas, el vientre plano, la cara amoratada tras el forcejeo.
Una intensa expresión de odio se había fijado en su rostro.
Los cabellos extendidos sobre la almohada como un nido de serpientes.
Deberían castrarme, pensó.
La obsesión, la minuciosa preparación de los hechos, el castigo posterior, interno, como una piedra que cada vez era más pesada.