Por Jordi Campeny

 

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Ayer no termina nunca (2013) de Isabel Coixet

Existen directores prolíficos y directores que hacen siempre la misma película. Hay directores que siguen los dictámenes del mercado y otros que arriesgan y construyen un universo propio. Hay directores sin mirada propia y otros con una identidad marcada a fuego. Los hay buenos…y los hay peores.

Isabel Coixet, aunque pueda resultar algo paradójico, parece pertenecer siempre al segundo grupo. Tiene una particular mirada sobre la realidad y sobre el cine, ha creado un lenguaje propio y reconocible, arriesga a pesar de todo…y, sin embargo, ay, no acaba de convencer.

Ayer no termina nunca cuenta con un bello y prometedor arranque. Nos sitúa en un 2017 azotado por la crisis y la tragedia; nos presenta a dos animales heridos que se reencuentran en una tierra de nadie cinco años después de haber perdido a su hijo y no haber tenido noticias el uno del otro. La localización es pura metáfora; es bella y decadente, como su luz. El duelo actoral va a cargo de Candela Peña y Javier Cámara. Los mimbres con los que parte la directora para construir su historia, en definitiva, son buenos, sugerentes; más que prometedores.

Sin embargo, a medida que estos mimbres se van trenzando y avanza la “trama”, y a pesar de que Coixet intenta suavizar lo peor de Coixet, a ratos la película acaba sucumbiendo, de nuevo, al exceso de pretensiones e intensidad, al lenguaje relamido, a la bruma, a la pseudopoética de la tristeza, a los movimientos zozobrantes de la cámara. Y, cómo no, a la lluvia. ¿Llueve siempre en el cine de Coixet?

El film es un drama íntimo y pretendidamente desgarrado en cuyo interior late una dura y pertinente crítica social (la muerte del hijo se debió a los recortes en sanidad). Sus diálogos, intensos, pulidos, trabajados, escritos y reescritos y vueltos a reescribir, fluyen con cierta naturalidad (casi siempre; hay momentos en que chirrían) en boca de unos entregadísimos e irreprochables Cámara y Peña. Cuando no adolece de exceso de afectación, la belleza y tristeza que capta la cámara logra rozar la piel del espectador, pero sin llegar a penetrarlo. Es tangencial, te roza y se va.

Lo peor puede llegar si a este espectador se le ocurre intuir, en plena volcanización de los sentimientos de sus protagonistas, que Coixet pretende emparentar su película con la obra maestra de Ingmar Bergman Secretos de un matrimonio (1973). Porque si se le cruza esta disparatada idea por la cabeza aparecerá, indefectiblemente, el sonrojo y la vergüenza ajena.

Sentimientos dispares y encontrados, en definitiva. Ayer no termina nunca es una propuesta muy personal que seguramente vaya a satisfacer a los incondicionales de la directora pero que ofrece toda la artillería pesada necesaria para sus detractores. Con los que no nos encontramos ni en un lado ni en el otro consigue, simplemente (que, bien mirado, tampoco es poca cosa), que no nos movamos ni un milímetro de donde estábamos.  

 

Ayer no termina nunca (2013) de Isabel Coixet se estrenó en España el pasado 26 de abril de 2013