Pablo d´Ors: «Para encontrar una novela religiosa interesante y potente, hay que remontarse a Chesterton o a Paul Claudel»
Por Sara Roma
El Olvido de sí se define como esa situación en la que la persona se olvida de sus problemas y necesidades y vive pendiente de la voluntad de Dios, ofreciéndose y dando su amor a los demás, conformándose con la humildad y lo pequeño, con pasar desapercibidos sin hacer mucho ruido. El Olvido de Sí (Pretextos, 2013), es además una preciosa novela que narra la aventurada existencia de Charles de Foucauld, un noble francés que un día decidió abandonar su disoluta vida y emprender el camino del desprendimiento y búsqueda espiritual. En esta entrevista conversamos con su autor, el escritor y sacerdote Pablo d´Ors.
−Para situar a los lectores, me gustaría que explicara quién era Charles de Foucauld
Charles de Foucauld fue un aristócrata francés que nació en 1858 y murió en 1916 (en un par de años celebramos su centenario) asesinado en el Sáhara. Fue en militar que participó en el ejército en el norte de África y allí fue donde viendo la devoción y la piedad de los musulmanes, se convirtió y se reafirmó en su fe cristiana. Entonces, lo que empezó siendo una vida disoluta, de un vividor que quería divertirse y quemar la vida, pasó a llevar una vida ejemplar y entregada a Dios. Este hombre que había sido explorador en Marruecos terminó por ser un ermitaño en el Sáhara.
−Supongo que por su condición de religioso ya conocía la obra y la biografía de Charles de Foucauld, pero ¿en qué momento se da cuenta de que en ese hombre hay una gran novela que precisa ser contada?
La primera vez que escuché hablar de Charles de Foucauld hace treinta años cuando era un joven, pero hasta hace diez años no comprendí que su figura merecía una novela y que no la tenía; aunque se ha publicado alguna en Francia, pero desde una perspectiva muy distinta porque hay muchas biografías que relatan su peripecia externa. Sin embargo, me he querido centrar en la peripecia interior, un recorrido por su conciencia
−En efecto, la vida de Charles de Foucauld merece ser contada porque es verdaderamente ejemplar. Pasó de llevar una juventud díscola a iniciar un camino de transformación que lo llevará prácticamente a la iluminación. Pero hasta que eso ocurriera en su vida tuvo que encontrarse con personas y verse en situaciones que se fueron reveladoras. Una de las que usted cita en el libro es que dado que los caminos de Dios son inescrutables, paradójicamente Foucauld nunca hubiera accedido al cristianismo si no hubiera sentido previamente fascinación por el islam.
Sí, yo creo que es el paradigma del diálogo interreligioso porque empezó con una voluntad de conversión de los musulmanes al cristianismo y, luego, fue comprendiendo que la mejor evangelización es la amistad. Entonces, él al final con resultados apostólicos mínimos, comprende que la mejor manera que el Evangelio entre en el corazón de los hombres es generando lazos de amistad. Por otra parte, lo más llamativo de Carlos de Foucauld es su fidelidad extraordinaria a su conciencia. En general, escuchamos poco la conciencia −y todavía menos, la obedecemos− y su vida es distinta porque estaba atento a lo que le decía la conciencia y la obedecía. Eso es lo que hace que su vida sea extraordinaria. De manera indirecta nos invita a que nuestra vida puede ser igualmente extraordinaria si se escucha a la voz de la conciencia.
−Charles de Foucauld dice: “Amo la conversión porque me permite tener un antes y un después en mi biografía. Hay un eje en mi vida: un punto al que mirar retrospectivamente y desde el que evaluar cualquier horizonte”. Precisamente, otra de las personas relevantes en su camino de conversión fue el sacerdote Henri Huvelin, fue él quien le inculcó la consigna de orar, de ayunar y fue quien le dijo que si quería conocer a Dios había que arrodillarse.
Sí, este −junto a su prima María− fue el personaje decisivo en su vida. Probablemente Carlos de Foucauld haya sido el hombre que ha estado más solo en toda la Historia, pero al mismo tiempo ha sido uno de los hombres más acompañados porque mantuvo una correspondencia inmensa sobre todo con el padre Huvelin y con otros seres queridos; por ejemplo, su prima María. Henri Huvelin fue todo un referente espiritual y su maestro. Pocos hombres tienen la suerte, el privilegio y la responsabilidad de poder decir que han tenido un maestro, un guía en el camino; Carlos de Foucauld, sí.
−Hace usted hincapié en que era una persona muy solitaria y ello me recuerda a una frase esencial para comprender el camino que inició de Foucauld “la soledad es la condición indispensable para cualquier logro”. Esta sentencia hoy sigue estando vigente porque muchas veces nos dejamos llevar por el ruido y la avidez. ¿No es cierto?
Sí, por muy paradójico que resulte, una frase muy parecida la decía el propio Kafka en sus diarios: “Todos los logros que he conseguido en mi vida han nacido de la cepa de la soledad”. La frase sigue estando vigente. La soledad no entendida como aislamiento o marginación, sino como la otra cara de la comunión. En la medida en que sabemos estar solos, nuestra presencia con los demás va a ser fecunda e interesante. En este sentido, la vida de Carlos de Foucauld es una prueba de ello.
−Esta obra es preciosa y merece la pena leerse no por lo que aprendemos, sino por cómo disfrutamos, pues es una novela de aventuras con mucha acción en la que se nos narra cómo fue ese camino de conversión espiritual de Charles de Foucauld a través de un viaje físico que lo llevó a países del norte de África, a enrolarse en el ejército a luchar en Orán, a embarcarse rumbo a Palestina y vivir en Tierra Santa. Como lectora, he de reconocer que me abstraje de tal manera, que me convencí de que estaba escrita en primera persona por de Foucauld y ahí reside parte del éxito en que su autor ha tomado tan bien la voz propia del personaje, que el lector se olvida de que es Pablo d´Ors.
Me encanta que lo digas porque ese es el ejercicio. Realmente, uno no escoge escribir una biografía o una novela de un personaje histórico si no tiene una profunda identificación con ese personaje; si no siente un profundo interés y una gran emoción ante él. En este sentido, Carlos de Foucauld para mí es un espejo de identidad. Con esto quiero decir que lo que en él es realización, en mí es aspiración, pues él vivió de manera sublime y yo, simplemente, intento emularle. Pero, quiero decir que, para mí, junto a Francisco de Asís es el hombre de la Historia de la humanidad cuya existencia ha sido literalmente más parecida a Jesucristo. Lo que sucedes es que así como la figura de Francisco de Asís es muy popular, la de Carlos de Foucauld sigue siendo muy ignorada, a pesar de que somos más de diez mil en el mundo –que no son pocos− los que no todos los días recitamos la oración que él escribió, la oración del abandono, y queremos vivir conforme al espíritu que nos enseñó.
−Pablo, son muchos los escenarios por los que transita esta novela y eso da habida cuenta de la dimensión que tiene esta historia y del inmenso trabajo de documentación que hay detrás.
Sí, para mí también ha sido toda una aventura. He estado en el desierto varias veces, he recorrido lugares donde él vivió, las ermitas donde estuvo; fui a París donde vivió su infancia y juventud… He estado en diversos sitios y, en ese sentido, ha sido un trabajo nuevo para mí porque soy un narrador fundamentalmente de ficción y no había tenido necesidad –hasta ahora− de hacer este trabajo de documentación. Ha sido algo muy interesante y estoy muy satisfecho de ello.
−Hay muchos adjetivos que definirían esta obra, personalmente la recomiendo con la consigna de que es una novela de aventuras con mensaje. Hay acción, hay tensión… Todos esos ingredientes que buscamos en cualquier novela al uso, solo que los mensajes son múltiples y variados, no solo para los creyentes, sino también para los no creyentes. Este es otro aspecto que me gustaría reseñar, que se trata de una historia ejemplar que deberíamos conocer todos.
Lo de una novela de aventuras con mensaje fue exactamente lo que quise hacer y mostrar que la mayor aventura es la interior, acompañada en este caso de una aventura exterior que es una peripecia muy movida. Luego, también me empeñé en publicarla en una editorial que no fuese religiosa para que tuvieran acceso a ella personas ajenas a este ámbito, aunque sí que es una novela expresamente cristiana y eso, en el panorama narrativo español contemporáneo, es una novedad absoluta porque para encontrar una novela religiosa interesante y potente, hay que remontarse a Chesterton o a Paul Claudel. Es decir, ¿qué novela religiosa hemos leído? No hay, no existe. En ese sentido, tras las seis anteriores, esta ha sido un desafío para mí porque es la única que tiene un talante expresamente religioso.
−Precisamente, porque necesitamos este tipo de reflexiones y de personajes, más en estos tiempos que vivimos en que escuchamos cualquier cosa menos nuestra conciencia, ¿trabajará en futuros personajes que nos puedan seguir dando pistas hacia dónde mirar y reflexionar?
Sinceramente no lo sé porque mis libros no nacen de una manera racional, porque yo proyecte lo que crea más conveniente sino que cuando me pongo a escribir es la propia escritura la que me revela qué es lo que tiene que mostrarse. Entonces, intento obedecer a la voz de la conciencia y no imponer lo que yo creo que debo hacer. Se trata de ser fiel a esa voz interior.
Descubrí a Pablo D’Ors hace unos meses. Empecé por «Biografía del silencio», luego la novela corta del impresor Zollenger, «El estupor y la maravilla» y ahora ésta que me está encantando. Me hace además mucho bien leer a D’Ors, es un modo de contar y unas historias las que cuenta que dan que pensar, que te atrapan también.
Para mí, esta es la primera novela que me ha permitido conocer a Pablo
d´Ors, pero no va a ser la única. Lo seguiré muy de cerca. Gracias por compartir tus impresiones, Aurora. Un saludo.
Múltiples son los caminos del Señor…dicen que dice el dicho. Y así debe ser también para el escritor. Ante todo lo que se pide a un libro, además de un contenido de interés, es que esté bien escrito. La literatura necesita la forma. Sin forma no puede existir la verdadera obra literaria. Espero que Pablo D´Ors haya seguido la senda, no solo del bien divino y humano, sino del bien literario. La búsqueda siempre da frutos cuando uno sabe donde va. Aunque la elección del objetivo sea personal. Me recuerda a Port, el personaje de la novela de Paul Bowles «El cielo protector», que va al desierto, en definitiva, a tratar de encontrar la luz, de encontrarse a sí mismo.
Me ha parecido precioso y enriquecedor. Sorprende la identificación del autor con su personaje, desconozco los escritos de Charles de Foucauld y tambien la Orden que fundó. Agradezco que se den a conocer `personoajes de tanto calado cristiano. gracias M Carmen