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Entrevista a David Fernández Sifres, ganador del Premio Barco de Vapor 2013 con 'Luces en el canal'

David Fernández Sifres, ganador Barco de Vapor 2013“De niños todos hemos tenido una visión diferente del mundo que vamos perdiendo al crecer”.

 

Por Carmen Fernández Etreros.

 
El pasado 9 de abril nos enteramos de que el jurado del XXXV Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor, que otorga la Editorial SM, había elegido como ganadora la novela Luces del canal, del autor leonés  David Fernández Sifres, por ser “un relato tierno que nos cuenta cómo los niños saben mirar e ir más allá de los prejuicios, poniéndose en el lugar del otro”. 
 
Luces en el canal es una novela tierna y mágica, que navega en el  misterio y la fantasía y que narra la amistad entre un niño con problemas en una pierna y un mendigo, y que seguro llegará al corazón de los pequeños y grandes lectores. Una original novela que pone su foco en el prójimo, en los demás.
 
Curiosamente David Fernández Sifres es licenciado en Derecho y funcionario de la Escala Superior de Técnicos de Tráfico y compagina su trabajo con su vocación literaria. Comenzó escribiendo relato corto, género en el que ha sido galardonado en casi una veintena de ocasiones, pero en los últimos años se ha volcado en la literatura infantil y juvenil, donde ha recibido ya tres importantes reconocimientos: el Premio Alandar de literatura juvenil 2011, que concede la editorial Edelvives, por su novela El faro de la mujer ausente, el Premio Ala Delta de Literatura Infantil 2012, de la misma editorial, por Un intruso en mi cuaderno y  ahora el Premio El Barco de Vapor 2013 por su novela Luces en el canal.
 
Hablamos esta tarde soleada de abril con David Fernández Sifres de su novela, de Ámsterdam, del oficio de escribir y de los pequeños lectores.
 
P. ¿Dónde nace la historia de Luces en el canal?
 
R. La historia parte de un cuento corto que había escrito hacía unos meses y que giraba en torno a unas cigüeñas. Me gustaba mucho la idea, pero no era una novela. En mi forma de escribir no cabe el meter paja de manera artificial en el medio de una historia, para alargarla, y decidí ponerme a pensar qué era lo que les podía haber ocurrido a los protagonistas en el pasado para llegar a la situación que narraba en mi cuento. Así fue cómo surgió la historia completa del libro.
 
P. ¿Por qué sitúas esta historia en una ciudad como Ámsterdam?
 
R. Acababa de visitar Ámsterdam con mi mujer y me había parecido una ciudad preciosa. En cualquier caso, no la elegí por capricho. El que lea el libro se dará cuenta de que, por lo que ocurre, por las bicicletas, Ámsterdam era la ciudad en la que tenía que desarrollarse la historia de Frits y Jaap Dussel.
 
P. En la novela el niño es una de las pocas personas que se atreve a hablar con el viejo, ¿crees que los niños tienen otra visión del mundo?
 
R. No me cabe duda. Todos la hemos tenido, y la vamos perdiendo al crecer. Es una mirada inocente en muchos casos. En un pasaje del libro, Frits, el niño, se acerca al mendigo y le llama señor; señor Dussel. El hombre le dice que no es señor, que es Dussel a secas. Pero el niño le señala el sombrero que, sobre la acera, recoge las monedas que dejan los transeúntes y le dice que si tiene sombrero es que es señor. Me encanta esa lógica inocente.
 
P. La novela tiene una parte fantástica, mágica que es la que confieso que más me ha gustado, ¿cómo se te ocurrió darle ese giro a la historia?
 
R. Realmente no se me ocurrió. El cuento de inicio, el que comentábamos, era un cuento de contenido fantástico, pero con personajes anclados a la realidad. Al ir hacia atrás en la vida de estos, su historia anterior tenía que ser, por fuerza, realista, puesto que el punto fantástico aparecía solo al final, en el cuento. Y el resultado fue un realismo mágico del que dudé en un primer momento, puesto que no estaba seguro de que fuera interesante. Leyéndolo tiempo después, sin embargo, me pareció que le daba la chispa a la historia.
 
P. He escuchado que para ti escribir es un hobby, ¿cuándo tomaste la decisión de convertirlo en algo más y comenzar a mandar tus novelas a premios como El Barco de Vapor?
 
R. El hecho de que envíe lo que escribo a los premios no quiere decir que haya dejado de ser una afición. Siempre me he presentado a concursos. Es una manera de probarte, de que lean lo que escribes, y la posibilidad de ganar es un aliciente. Ya lo hacía con los relatos cortos que escribía con 15 ó 16 años. Escribir es un hobby, lo que ocurre es que he tenido la fortuna de poder publicar lo que escribo y de ganar algunos premios, pero no es mi profesión, no vivo de ello y no me siento obligado a seguir escribiendo. Pero es una afición que, eso sí, me está dando unas alegrías tremendas.
 
P. Este sería tu tercer premio después del Alandar y el Ala Delta, ¿qué supone para ti este nuevo premio?
 
R. Supone un reconocimiento al esfuerzo, a las horas de tiempo libre dedicadas a escribir. Supone también una satisfacción personal y una motivación extra para seguir inventando historias, claro.
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P. ¿Crees que es fácil o difícil escribir para niños?
 
R. Escribir, no solo para niños, no es fácil. O, al menos, no lo es escribir bien. Dicho esto, cada tipo de público tiene sus propias dificultades. Sé que hay gente que piensa que escribir para niños consiste en elegir un tema bonito, poner nombres raros a los protagonistas, que lo animales hablen y utilizar diminutivos, por ejemplo. Y no es así. Una buena historia para niños tiene que gustar también a los mayores. A mí me resulta más difícil escribir para niños que para  jóvenes, porque no siempre tengo clara la línea que separa una historia y un modo de contar infantilizados artificialmente, de otra historia interesante destinada al público infantil.
 
 
P. ¿Cuáles son tus planes de futuro? ¿Piensas seguir escribiendo?
 
R. Sin duda. En los coles siempre les cuento a los chavales que escribo porque me lo paso bien y, al final, cada cual en su tiempo libre trata de hacer aquello con lo que disfruta. En otoño estará en la librerías una nueva novela infantil, que se titula ¡Que vienen los marcianos! (Edelvives), y que recupera los personajes y el humor de la primera novela que publiqué, ¡Que viene el diluvio! (Everest). En cuanto a nuevos proyectos, estoy liado con una novela juvenil con la que aprendo muchísimo en la labor de documentación, y en otra infantil, pero acabo de tener una niña y los pañales me roban un montón de tiempo. Con gusto, eso sí.
 
Publicada en Pizca de papel

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