El mayor espectáculo del mundo
Celebramos, hoy 23 de abril, el Día del Libro.
Por Albert Calls / Care Santos
El Día del Libro, el 23 de abril por si hay alguien que no lo sabe, se despliega con todas sus grandezas y miserias para redimir y salvar a unos y para hundir en el fango más vil a otros. Se trata de una celebración que aparece en el espacio-tiempo de nuestra vida diaria lentamente, primero con los tenues destellos de un día soleado; después brilla unas horas muy intenso, para luego devolvernos a la noche más oscura de la cultura en este mundo en crisis que nos ha tocado vivir.
Aunque no se puede dudar de su necesidad, peca de demasiado contraste entre ruido y silencio. Lo que reivindicamos los amantes del papel impreso es el ‘Año del libro’, o que no queden en el olvido los restantes 364 días.
Sería injusto dejar de lado la magnificencia y poderosa belleza de una deliciosa jornada que todos los años amanece para recordarnos a Cervantes y a Shakespeare, que abandonaron la vida terrena en este día o en sus horas precedentes. La obra de estos dos grandes, grandísimos, ha sobrevivido al paso del tiempo y al poder del polvo hasta llegar a la era digital. En su honor se instituyó el Día Internacional del Libro, conmemoración celebrada a nivel mundial con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. Promulgado por la UNESCO, se celebra desde 1996. En 2008 ya se habían apuntado al carro más de un centenar de países.
Por estas fechas toca también hablar de un galardón de referencia, el Premio Cervantes, instituido en la memoria del genial autor de Don quijote de la Mancha y que dimensiona una obra en lengua española dentro del marco internacional. Este año ha recaído en un contemporáneo de nivel, José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926), escritor que ha sobresalido principalmente como poeta, aunque sin menospreciar su obra como novelista (en especial Ágata ojo de gato) y como memorialista (Somos el tiempo que nos queda). Para quien no lo conozca, el Día del Libro puede ser el pretexto perfecto para adquirir su obra. Una recomendación poética, a sumar a las ya citadas: La noche no tiene paredes.
Hablando de noche, no olvidar La Noche de los Libros madrileña, esa cita obligada en la que algunos catalanes —presos en nuestros propios y especiales fastos— siempre somos los grandes ausentes, y no precisamente por falta de ganas, sino por incapacidad de bilocarnos. Llega repleta de actos y cargada de deliciosa nocturnidad, que para algo la capital es la heredera de La Movida. O esa Feria del Libro casi aristocrática que en Zaragoza vive en el paseo de la Constitución, o tantas y otras que en este día sacan los libros al fresco, para que se aireen, para que alternen, para que se les borren todos los males del invierno. Sin olvidar los centenares de pequeñas iniciativas de pequeños y grandes libreros, los verdaderos gurús de toda esta ceremonia colectiva, que en el día de hoy se esfuerzan porque la presencia de los libros en nuestra vida parezca normal.
¿Será la primavera que ataca este día 23 de abril con toda su plenitud bella y malévola, alterando la sangre y las más enraizadas alergias o los mares de libros que podemos tocas y oler todavía, sentir en su más profunda plenitud? ¿Será también el mantenimiento de una tradición autóctona en un mundo donde predomina todo lo que llega de los USA? ¿Será quizá que somos fetichistas y ritualistas por defecto…? Sea por lo que sea, muchos, muchísimos, llegan a casa el 23 con un libro bajo el brazo. Y con este pequeño acto redimimos a editores, autores, a la sociedad en general y a nosotros mismos, y a la vez le damos un plazo de vida más largo a la cultura, siempre al filo de los malos tiempos.
Sobre el Día del Libro planea normalmente el cuervo de Poe –Nevermore!–, que ahora mismo es el fantasma del libro electrónico, todavía en fase de despliegue táctico, haciéndose un peligroso espacio. Ya veremos el Día del Libro electrónico qué pasa. ¿O tal vez podríamos instituirlo desde este mismo momento, para consagrar el día de hoy al nuestro, al de papel? ¿No es ese un modo de que los dispositivos electrónicos nos dejen tranquilos?
No podemos olvidar, tampoco, que en Cataluña, la jornada llega hasta el paroxismo. Mes de abril lleno de presentaciones y actos, día intenso materializado especialmente en Barcelona, donde autores que firman sus libros tienen filas kilométricas, junto a otros que esperan que les llegue la alternativa. En el marco de una fiesta cultural multitudinaria, oleadas humanas que se pelean por el último libro mediático, la sorpresa literaria de turno o aquella obra, ‘rara avis’, que le atrae con una fuerza atávica, arcana, el gran misterio en definitiva. Quien no lo ha visto nunca, queda sobrecogido. «¿Toda esta gente está en la calle por un libro?», preguntaba una amiga andaluza hace un par de años, viendo las multitudes que inundaban las calles del centro. Toda esta gente. Por un libro. Qué cosas.
* La imagen “Esfera de los libros” es de la autora Alicia Martín.