Funcionario… ¿de "funciona"?
Por JUAN LUIS MARÍN. ATENCIÓN: dramatización inspirada en hechos reales:
– Bueno, López, me voy a casa.
– ¿Ya… señor cónsul?
– Ufff… es que es la hora.
– Pero, ¿y el atentado?
– Baahh, fue hace un rato.
– Había españoles inscritos en la maratón, señor.
– Solo 90, López.
– ¿Y el público? Cerca de 4000 españoles viven en Boston…
– Me llevo el móvil. Si necesitan algo, les dices que me llamen.
Y el señor Pablo Sánchez-Terán, cónsul de España en Boston, se largó. Con dos cojones. Un palito. Ah, y el teléfono de emergencias en el bolsillo. Y con otros dos (los suyos) le puso de patitas en la calle el Ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo (qué casualidad, los dos con apellido compuesto, de esos que suenan tan bien…).
Estos funcionarios… Cría fama y échate a dormir. Algo parecido hizo Cándida Jiménez, responsable de la Policía Municipal de la capital la noche en que tuvieron lugar los fatídicos hechos del Madrid Arena. «A ver si se soluciona el tema», dijo mi prima, «que yo a las 5:30, SIN EXCUSA, me tengo que marchar». La EXCUSA era, por entonces, que ya había 2 víctimas mortales.
Ceñirse a los horarios. En su máxima expresión. Los de las oficinas del INEM lo hacen de puta madre. Que está petao,… se cogen su pausa igualmente para irse a desayunar. Y en Hacienda… ya lo flipas. En TVE también lo hacen. Estás trabajando con un editor en un vídeo que necesitas para ya… y se pira porque le corresponden los 30 minutos del bocata. Algo que se extiende también a las televisiones privadas. Estás grabando en Antena 3 o Tele 5. Dan las 8. Y los operadores de cámara dejan la susodicha y se van. Así de fácil.
¿La culpa es de ellos? Pues no sé. Tal vez sea de quienes firmaron ese convenio que fija esas pausas y horarios. De quien decidió un buen día que ya no se pagarían esas horas extras de las que de vez en cuando habla mi padre… y a mí me suenan a ficción de Phillip K. Dick… O Antoñita la Fantástica. O de quien considera que siendo funcionario (para mí, empleado fijo, ya sea en la empresa pública o privada, ese que cree que, haga lo que haga, no tiene que temer que le despidan… ay, alma de cántaro, ¿en los tiempos que corren?), puede ceñirse a lo que dice su contrato sean cuales sean las circunstancias.
De momento, el señor Sánchez-Terán está en la calle. En 2004, cuando era cónsul en Argentina, y con motivo del Día de la Hispanidad, dijo: «en América estarían mucho peor bajo las civilizaciones aztecas, incas, mapuches, sioux o apaches, idealizadas por historiadores y antropólogos, cuando es bien conocida su división en castas y su carácter imperialista y sanguinario». De nuevo, con dos cojones. Toda una lección de Historia. Nueve años después, semejante personaje va y la caga otra vez en Boston. ¿Qué pasa? ¿Le premiaron por lo de Argentina? «Venga chaval, a ver qué haces allí, que contigo nos partimos la caja». Puede que Sánchez-Terán sea un impresentable, pero ¿y quien siguió confiando en él? Joder, seguro que ahora mismo el ex cónsul se está frotando las manos mientras charla por teléfono con el cónsul español de, por ejemplo, Mogadiscio:
– Ya verás, Pepe, con mi plaza vacante, ahora tú a Boston y yo a California. Juas, juas, juas… ¡como en la peli!
Al Ártico te mandaba yo, tontolaba. A vender aparatos de aire acondicionado a los esquimales, fracs a los pingüinos… y productos dietéticos a las ballenas.