La vida imaginaria
Por Núria Juanico
La vida imaginaria, Mara Torres, Planeta, Barcelona, 2012. 252 páginas, 19,50 €
Mara Torres entra en el mundo de la literatura por la puerta grande. Finalista del Premio Planeta 2012, La vida imaginaria brilla por la naturalidad sincera de una protagonista frágil y repleta de defectos pero a la vez poseedora de la fuerza necesaria para sustentar una novela introspectiva sobre las relaciones humanas. La historia de Nata es un vaivén de emociones contadas con frescura y proximidad, que trata la superación de una pérdida sin caer en el estereotipo trágico ni en el dramatismo extremo. La voz narrativa de Torres, ágil y sincera, es la clave para equilibrar una obra donde la presencia constante de conflictos emocionales queda compensada por la diligente ligereza del relato.
Los proyectos de futuro de Nata, una treintañera despreocupada, quedan truncados de repente cuando su compañero sentimental, Beto, la abandona sin motivo aparente. La ruptura transforma los sólidos planes de la protagonista en una relación abortada que revuelve su existencia y la lanza dentro de un abismo emocional. Fantasía y realidad se confunden en el viaje de Nata para escapar de un Beto imaginario que se acomoda en su mente y la persigue día y noche sin dejarla respirar. Sólo con escapadas de locura y alcohol la protagonista consigue una tregua para evadirse del vacío que ha dejado Beto y que, poco a poco, se vuelve más difuso y pequeño.
La voz narrativa de Mara Torres se nutre de capítulos breves en formato de diario y de una lluvia de diálogos enérgicos, convirtiendo la tragedia inicial en una montaña rusa de anécdotas divertidas, monólogos introspectivos y fragmentos cotidianos. La profundidad en el argumento no es el punto fuerte de la obra, que se mantiene en la superficialidad de unos personajes planos y de una historia muy previsible, pero a la vez atractiva por su calidez y simpatía.
Con un tono parecido a las novelas de Helen Fielding y su cinematográfica Bridget Jones, Torres reflexiona sobre la juventud eterna y las crisis de madurez a través de situaciones comunes que resultaran conocidas al lector habituado a las salidas nocturnas y fiestas discotequeras. A pesar de la ausencia de matices en una novela lineal y llana, el mensaje optimista permanece a lo largo de la historia, que se lee fácilmente sin dejar de hacer una sencilla radiografía de las relaciones humanas.