"El monstruo del armario" de Luis Ramiro.

Por Carmen Moreno.

Una tiene la certeza de que ha crecido con los “chavales” a los que iba a ver al Pay-Pay, al Galileo, al Libertado 8, etc… graban un disco y suena, no como el músico que quiere ser, sino como el artista que ya es.

Eso mismo ocurre con este disco, El monstruo del armario, de Luis Ramiro (Madrid, 1976). Su cuarto disco es un trabajo que exuda la mejor y más habitada sensibilidad de Ramiro.

El madrileño repite producción con los Guevara y aprovecha para atraparnos en un sonido que se mueve entre el primer Sabina, aquél al que todos queríamos parecernos, el pop inglés y la música más lírica que a María del Mar Bonet le sirvió tanto y que Ramiro explota de una manera magistral.

El monstruo del armario reúne quince canciones que inciden en el punto fuerte de Luis Ramiro: las letras. No es que la música pierda intensidad, ni mucho menos, pero desde el principio este cantautor se distinguió por composiciones inteligentes, fuertes, capaces de encontrar lo mágico en nuestras vidas rutinarias o poco dadas a la imaginación. Y conmover sin alzar la voz.

En este disco vuelven los sonidos rápidos, los que te sacan del letargo y te invitan a bailar. Vuelven los tempos bien medidos, el saber hacer de un músico que se vistió de “tipo normal”, se sentó a pensar adónde quería  llegar y aprendió a medirse ante el público y los estudios de grabación.

Ramiro es el músico de su generación que más ha crecido probablemente porque se ha reinventado sin perder jamás su sello. Porque Luis ya tiene un acento único, ha demostrado que el tiempo que uno dedica a aprender está más que justificado.

El monstruo del armario es un proyecto que nace del mecenazgo directo de sus seguidores y jamás estuvo en peligro.

Con un sonido limpio, que ya consiguieron los Guevara en el disco anterior, la recuperación de temas antiguos (esos que escuchábamos cuando éramos más jóvenes) con nuevas mezclas, nuevos arreglos y que te transportan a las cervezas de hace algunos años, lo único que se le puede reprochar a este disco es la incorporación de Luis Eduardo Aute. No, no es que Aute no lo merezca o desmerezca en la grabación, es que se ha hecho tan habitual en los últimos trabajos de los más nuevos que ha perdido la capacidad de deslumbramiento. Y ya no es que no impresione que colabore (Aute es el hombre más generoso que haya conocido nunca), sino que se espera que esté.

De cualquier manera, este apunte no hace que el nuevo disco de Ramiro pierda ni un ápice de la calidad que ya se le presupone.

Desde la primera canción, “El monstruo del armario, hasta “Todo lo que nunca hice bien”, última del cd, el de Ramiro es un trabajo excepcional, que le confirman como uno de los tres grandes de su generación.

Cualquiera de sus discos son absolutamente recomendables porque en todos se le reconoce, pero en cada uno hay algo nuevo de un ser humano que va creciendo y, cada día más, se hace música y se extiende con el viento.

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