Rosa Ribas habla de "Don de lenguas", su nuevo libro junto a Sabine Hofmann
Rosa Ribas y Sabine Hofmann acaban de escribir a cuatro manos Don de lenguas (Editorial Siruela, 2013), una novela negra que es a la vez un magnífico reflejo histórico de la Barcelona de los años 50. Dos autoras que pronto serán imprescindibles para todos los lectores, tanto del género policiaco como para aquellos que buscan sencillamente una gran historia.
Rosa Ribas (Barcelona, 1963) ha publicado seis novelas: El pintor de Flandes (2006), La detective miope (2011), la novela por entregas Miss Fifty (2012) y la trilogía policiaca protagonizada por la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor, traducida con gran éxito al alemán. Sabine Hofmann (Bochum, Alemania, 1964) trabajó varios años como docente en la Universidad de Frankfurt, donde conoció a Rosa y empezó una larga amistad que la escritura conjunta de Don de lenguas, lejos de destruir, ha afianzado.
Barcelona, 1952: quedan pocas semanas para el Congreso Eucarístico. Ana Martí, novata cronista de sociedad de La Vanguardia, encontrará en el encargo de cubrir el asesinato de Mariona Sobrerroca, una conocida viuda de la burguesía, su oportunidad para escribir sobre temas serios. El caso ha sido encomendado al inspector Isidro Castro de la Brigada de Investigación Criminal, un hosco policía de doloroso pasado, que tendrá que aceptar de mala gana que Ana cubra la investigación. Pero la joven periodista pronto descubrirá nuevas pistas que se apartan de la versión oficial de los hechos, y recurre a la ayuda de la eminente filóloga Beatriz Noguer para que le ayude con unas misteriosas cartas encontradas entre los papeles de la difunta. En medio de un ambiente hostil poblado de funcionarios y políticos corruptos, policías violentos, prostitutas y ladrones de buen corazón, la inteligencia y el arrojo de Ana, y los conocimientos lingüísticos y literarios de Beatriz serán sus únicas armas para resolver el caso.
Entrevista:
P.- Novela híbrida entre el género negro y el histórico que nos devuelve el sabor de un momento que se antoja no muy lejano. ¿Cómo se gestó la idea origen de este libro?
Surgió a partir de la idea de escribir una novela negra en la que el conocimiento de la lengua y de la literatura tuviera un papel especialmente importante. Después decidimos situarla en los años 50 entre otras razones porque es una época sobre la que hay mucho que contar. Esta década, como toda la época franquista, está marcada por el silencio, por las cosas contadas de manera indirecta, por alusiones, por la lectura entre líneas. En este contexto decidimos situar a nuestras dos protagonistas, una periodista joven y una profesora universitaria represaliada; dos mujeres cuyo instrumento –y a partir de determinado momento, única arma- es el lenguaje.
P.- ¿Cómo surgió el tándem Ribas-Hofmann y el proyecto de hacer una novela a cuatro manos? En una historia con una trama y estructura tan trabajadas, ¿cómo resultó ser el proceso creativo?
Sabine y yo nos conocemos desde que trabajábamos juntas en la Universidad de Frankfurt. Allí ya habíamos escrito un relato largo en común y nos quedamos con ganas de repetir la experiencia, pero ya con un proyecto de mayor envergadura.
El proceso creativo ha sido, por supuesto, muy distinto al trabajo en solitario. Desde el principio, en la fase de planificación de la novela, hasta el final, ha sido necesario discutir ideas, ponerse de acuerdo o no, decidir, compartir informaciones,… Trabajoso pero enriquecedor. Después nos hemos repartido los capítulos a partir de los diferentes personajes (cada una tenía una constelación de personajes) y, una vez teníamos el texto completo, nos tradujimos. Porque cada una escribió en su propio idioma. Al traducirnos mutuamente, al adoptar la mirada crítica y atenta del traductor, pasamos el texto por un tamiz muy fino. El resultado han sido dos manuscritos completos, uno en español y el otro en alemán.
P.- ¿Consideras que la novela negra es el mejor camino para la crítica social, aunque, como en este caso, esté enclavada en un perfil histórico?
No me atrevería a afirmarlo de forma tan categórica, pero sí creo que la novela negra se está mostrando como un vehículo idóneo para mostrar la sociedad. En el caso de una novela situada en otra época, en nuestro caso en los cincuenta, nos permite hablar de un tiempo y una situación de los que se ha hablado poco hasta ahora y, a la vez, observar que existen paralelismos –y no para lo bueno- con los tiempos que estamos viviendo.
P.- ¿Cuánto de Ribas-Hofmann hay en Ana Martí y Beatriz Noguer? ¿Cómo suele ser el proceso de creación de un personaje?
Como en muchos de los personajes, más de lo que las autoras creen. Pero no se trata de que cada una de nosotras se identifique con una de las protagonistas. Aunque nos repartimos los personajes estos han ido creciendo a partir de aportaciones de ambas. Los personajes han ido creciendo con la novela. Hasta el punto, por ejemplo, de que un personaje que empezó como secundario, el inspector Isidro Castro, cobró una envergadura y una relevancia que no tenía cuando planificamos las novelas y que conlleva que muchos lo vean como un tercer protagonista.
Con Ana Martí y Beatriz Noguer, nos sucedió lo mismo. En principio su recorrido iba a circunscribirse a Don de lenguas, pero en la mitad de la redacción de la novela ya vimos que tenían el potencial para más novelas. En el caso de esta novela, además, dado que teníamos que compartir la información, hemos trabajado con fotografías que mostraban a personas que se parecían a la imagen que teníamos de nuestros personajes. Curiosamente, muchas de estas fotos correspondían a escritores que no se pueden imaginar a quién han estado dando una imagen.
P.- ¿Tuviste que documentarte mucho sobre los años 50 y la Barcelona del momento para escribir tu novela?
Mucho. Recurrimos no sólo a bibliografía y a las hemerotecas para consultar la prensa del momento. También entrevistamos a muchas personas que vivieron la época y tuvieron la generosidad de compartir con nosotras sus experiencias.
P.- En tu novela nos encontramos ya funcionarios y políticos corruptos. ¿Consideras que la corrupción es algo que siempre ha existido con independencia de los tiempos que corran?
Por desgracia, la respuesta es sí.
P.- Thriller en el que los conocimientos de lingüística (el don de lenguas) son clave para la resolución del caso. ¿Es quizás un factor innovador dentro de los cánones del género?
Quizás lo sea la reivindicación implícita de la lengua y la literatura que contiene la novela.
P.- Resides en Alemania y tus anteriores novelas han tenido muy buena acogida allí. ¿Cómo se siente una escritora extranjera escribiendo de un país que no es el suyo?
A veces algo excéntrica, en el sentido de periférica. Por eso agradezco los momentos en los que me puedo encontrar con otros escritores. Otras veces, en cambio, me alegro de estar lejos de círculos y camarillas.
P.- Como lectora amante del género negro y policiaco que supongo eres, ¿qué tipo de novela te atrae más, la nórdica o la americana? ¿con cual te quedarías?
La americana, sin lugar a dudas.
P.- ¿Me destacarías algunos nombres del género que consideres imprescindibles? ¿Alguno de nuestro país?
Son muchos los autores que cabría destacar. El género negro tiene ya una tradición y sus imprescindibles. Sin lugar a dudas, Raymond Chandler. Y Dashiell Hammett, Ruth Rendell, Maj Sjowall/Per Wahlöö, James Thompson, P.D. James, Georges Simenon. Aunque no todos me gusten, creo que hay que leerlos para conocer las diferentes formas que el género puede adoptar. En nuestro país, Francisco García Pavón, Manuel Vázquez Montalbán, Andreu Martín, Francisco González Ledesma o Alicia Giménez Bartlett. Como antes, no todos me gustan en el mismo grado, pero a todos vale la pena leerlos.
P.- ¿Nuevos proyectos literarios? ¿Alguno más a cuatro manos?
La novela que estoy terminando ahora no es de género. Pero el siguiente proyecto será una nueva novela con Ana Martí como protagonista. A cuatro manos con Sabine.
Por Benito Garrido.
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