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22F – Los hijos de Pangloss

albertoPor ALBERTO DE FRANCISCO. Hoy arranco el artículo con tristeza; la pluma esta vez es comandada por la rebeldía, por el hartazgo… por la incomprensión de ciertas cosas.  Pondré, para ser más claro con el lector,  las cosas en el escenario debido. Hace 1 año exacto, en mi país, en Argentina, ése lugar del que siempre se dice  «en éste país está todo por hacerse» y pasan los años y nada se hace en serio… Hace 1 año, decía, un choque de tren sin frenos sesgaba la vida de 51 personas, y dejaba marcas imborrables en otras 700 (los heridos); a esto debemos sumar los familiares de las víctimas, cuyas vidas (si así puede llamársele a lo que queda tras la pérdida fatal) fueron cercenadas. El choque, como se sabe, golpeó tan fuerte, que destapó la olla, el trasfondo político:  millonarios subsidios del Gobierno («La Banda», para mejor decirlo) al grupo Cirigliano, pero a pesar de tanto desembolso, el servicio no era muy distinto del que se brindaba en el 2001 (11 años antes). Así quedó planteado entonces el principal problema del Gobier… de La Banda, no eran los muertos, sino: ¿a quién le echamos la culpa ahora, si hace 10 años ininterrumpidos que estamos en el poder…? Para peor, los informes de Auditoría de La Nación eran lapidarios, todos demostrando, en diferentes años, que el servicio era notoriamente deplorable (deplorable en sí, y magnificado en relación a la suma de los subsidios del Gobierno) y en una escalada de peligro para los usuarios. Pero nadie del gobierno quiso darles importancia.

La mejor opción (su mejor opción) fue la opción del Avestruz, esto es: esconder la cabeza bajo tierra, creyendo que así, «si no lo veo, no pasa», aquí entendido como «si no hablo, no le doy entidad,  no pasó nada»…. como los desaparecidos de Videla.

 

Como dije antes, ha pasado 1 año desde entonces… Silencio. El silencio sepulcral de los muertos, pareció haber llegado hasta la misma Casa Rosada. Silencio. Mutismo. Paradójicamente, las únicas voces que se escucharon fueron las de los familiares de las víctimas… sí, aquellos que debieran estar contenidos por el Estado, calmadas en su dolor, bajo la esperanza y la promesa de Justicia, debieron levantarse de entre sus lágrimas para reclamar a viva voz la Justicia, algo que de por sí, debiera proveer el Estado, y más un Estado que contribuyó con su negligencia, inoperatividad y connivencia, a la muerte de esos inocentes.  Como acto «de vidriera» se separó al Secr. de Transporte (hoy imputado en la causa).

1 año transcurrido, y apretados por el advenimiento del triste aniversario (y del nuevo reclamo de Justicia) la Presidente tuvo (como es ya su costumbre) el poco tacto, no sólo de dedicarle apenas 2 mins en su discurso, sino hasta el palabrerío barato de decir:

«La vida es así, tiene momentos de alegría y de tristeza»

No, Sra., Ud. estuvo en silencio 1 año (1 año!)… durante ese año salió a hablar de cuanta boludez se le cruzó por la cabeza; pero en 1 año no dijo ni A de la masacre de Once. Hasta se dió el lujo de escribirle una carta al actor R. Darín, mas no dedicó ni dos lineas a los fallecidos en el accidente, o a sus familiares…
La Desidia, la Corrupción y la miopía Política suya y de su gestión ocasionaron esto, y la mejor manera de homenajearlos no es como dice Randazzo «mejorar el servicio de transporte», es hacerse cargo, pagar el costo político de 10 años de inversiones millonarias para que todo esté tal como en el 2001 o peor.
Si es capaz de mandarle la AFIP a una Inmobiliaria del montón, solo por decir que las ventas habían bajado, ¿cómo no puede enviar auditores a TBA…? ¿cómo no aplicar las sanciones correspondientes ante la falta de inversión? ¿Por qué desoír los numerosos y repetidos informes sobre la fragilidad del transporte…?

Y sí… la pluma es comandada por el hartazgo. Como dijo Rubén Darío, la pluma es una lanza… A través de mí escribe un humilde, pero firme, deseo de Justicia.

«La vida es así, tiene momentos de alegría y de tristeza»…..

Justificar con un falso optimismo la tragedia, justificar a como dé lugar, la idea de que «vivimos en el mejor de los mundos posibles», es el espíritu que Voltaire, en su «Cándido», tan bien quiso reflejar con el personaje Pangloss. Ése Pangloss, de cuyos hijos correligionarios hoy nosotros sufrimos las penosas consecuencias.

 

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