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Entrevista a Pilar del Río (periodista, escritora y presidenta de la Fundación José Saramago)

Por José Ramón Otero Roko.

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Pregunta.- Como presidenta de su fundación, ¿qué legado hay que preservar esencialmente de José Saramago?: ¿su imagen pública, ante los ataques de los de siempre, su literatura o sus convicciones?

Su imagen pública no se puede cultivar más. No es un asunto que nos afecte a la fundación. Su imagen en cierta manera «es», y nació de pie, y el que quiera ver que es de noche cuando es día es un problema de quien ve. Su literatura tampoco. Corresponde cuidarla y mimarla a los lectores y a las editoriales. Y si una editorial no la cuida, pues dejará de ser su editorial. Lo que corresponde a la fundación son sus convicciones y nosotros estamos militando en Saramago, en sus convicciones cívicas, y tenemos como norma y como guía los derechos humanos.

P.- Pero las actividades de la fundación parecen muy institucionales y quizá «los derechos humanos» suena demasiado general y es una causa a la que se suman gentes que en su desempeño político no lo llevan a cabo… Saramago era un militante de los derechos humanos, pero muy concretados, en una ideología y en un partido.

Nuestra posición en la vida es la de desasosegar. No somos neutros. Intervenimos. Nos sumamos. Y propiciamos, como Fundación Saramago, debate, compromiso cívico. El manifiesto fundacional dice «como si todo dependiera de nosotros», aunque seamos conscientes de que no depende, ni una parte mínima, de nuestra parcela. Pero intentamos actuar como si todo lo tuviéramos que solucionar nosotros. Si tuviéramos alguna guía sería el Ensayo sobre la lucidez.

P.-Es un libro que ha leído mucha gente que ahora sale a la calle…

Claro, porque habla de un país que, cuando le dan a elegir entre Guatemala y Guatepeor, dice «iros a la mierda» y votan en blanco. Pero salen a la calle y asumen su responsabilidad día a día. Y, cuando el Estado dice, «ah, pues estos que no van a votar que se las arreglen solos», ellos dicen «pues nos las arreglamos». Y siguen así hasta que el Gobierno se da cuenta de que se tiene que ir porque el poder reside en la sociedad, la soberanía reside en el pueblo.

P.-Sin embargo, parece que la guerra que se está librando en las redes sociales va en otro sentido. La gente se ha reapropiado de la información, que por otro lado los medios habían reducido a la mínima expresión.

La gente se ha reapropiado de cierta manera. Es verdad que el 15 de mayo no habría sucedido sin las redes sociales. Pero yo soy profesional del periodismo y hasta que un medio serio no me lo dice, no me lo creo. Necesito fuentes que me lo confirmen.

P.- Pero también se inició una recuperación de la sociedad civil, en un país en que ese tejido era muy débil, y hoy hay un movimiento ascendente desde aquel 15 de mayo.

Era evidente que esto era tan necesario que de alguna manera tenía que saltar y saltó. No sé si articula la sociedad o es simplemente una protesta. Yo me sumo a ella, pero inmediatamente, y junto a la protesta, tiene que estar la propuesta. La propuesta de articulación, la propuesta de crear una red social real, no sólo virtual. Y que atendamos a que tenemos derechos pero también obligaciones. Y hay que revisar los pilares de la sociedad salvo que hayamos decidido que el hombre es un lobo para el hombre y estemos decidiendo quién se salva y a quién nos comemos o dejamos que se muera.

P.-Algunos intelectuales se acercaron a la Puerta del Sol a dialogar con los jóvenes y a estimular la sana radicalidad del movimiento. ¿Piensas queuntitled Saramago habría estado también allí y qué crees que les habría dicho?

No puedo hablar por una persona que no está y no puedo interpretar lo que estaría haciendo. Sé lo que hizo. Sé dónde estuvo. Sé que en un momento asumió efectivamente una voz contra la guerra, contra todas las guerras. Y sé que escribió Ensayo sobre la lucidez. Y si leemos tanto ese libro, es porque es el libro de la corresponsabilidad, no de la pregunta, sino de la propuesta. El Estado somos la gente, y los políticos son los que votamos y son nuestro reflejo. A mí no me inocularon el virus del consumo porque me negué y a Saramago tampoco. Parece que hay gente que dice que el mercado les obliga: ¿no podemos ser nosotros francotiradores del mercado? Ni Dios, ni patria, ni rey.

P.-Realmente empatizo con esa reacción tuya, pero creo que las causas son más matizadas, en el sentido de que la gente joven podía saber que Saramago tenía razón, pero había muchos otros factores que los hacían alejarse del compromiso de transformar esta sociedad. Saramago es un comunista que corrió buena suerte, pero muchos otros comunistas han conocido la cárcel y la muerte. La gente tiene miedo de que les pase a ellos.

A lo mejor lo que los hacía alejarse es que no querían levantarse a las seis de la mañana. Pero no estoy del todo de acuerdo en que tuviera buena suerte. Saramago es cierto que no estuvo en la cárcel, pero pasó cincuenta años de dictadura, con la censura, sin poder escribir.

P.- Claro, pero los jóvenes que ahora salen a la calle se educaron en otro tipo de cultura. En una cultura, llamada de la transición, que era de respeto al statu quo, que fue refrendada incluso por la izquierda parlamentaria comunista. En cambio en Portugal hicieron una revolución que triunfó y que probablemente es muy inspiradora de lo que puede suceder en un futuro aquí.

Las circunstancias son diferentes. Aquí hay que echar a unos mercados que son dictatoriales. Y a los gobiernos, que los votamos, hay que darles un mandato muy claro, decirles que con este juego, no. Y a quien vaya a seguir ese juego no se le vota. Porque en ese juego se van a seguir forrando. Y al final ésta es la sociedad que la gente quiere; si no, millones de personas saldrían a botar este sistema.

P.-Quizá porque la gente tiene miedo y la gente que ha sufrido mucho se vuelve indiferente.

Hay gente que no tiene miedo, sino que es indiferente y no piensa. Los que no tienen un bagaje detrás, por mucho que hayan sufrido, se van a ir a lo supuestamente contrario, a una dictadura. Pero los supuestamente universitarios, los que supuestamente tendrían que haber leído algo, no van a ir a una revolución. Si el movimiento fuera tan grande, las circunstancias cambiarían radicalmente y el día de las elecciones habría habido un corte de mangas.

P.-Muchas veces un movimiento es tan grande como quieren los grandes medios mostrar. Es cierto que hay una parte de la sociedad que no va a hacer eso. Pero hay otra parte de la sociedad, que es la sociedad que está conectada a Internet, en la que las mayorías se forman por deliberación y donde la opción de cambiarlo todo es una mayoría clarísima. Y hay esa otra parte de la sociedad, la analógica, que pone el telediario y a la que ese mensaje de transformación no le llega.

R. Por eso, vamos a ver si llega una izquierda alternativa al Parlamento, porque tengo muchas dudas.

P.- Seguramente es un proceso más profundo que llegar o no al Parlamento, pero hay una cosa que te quería preguntar para terminar la entrevista: Saramago al final de su vida, por sus declaraciones, por las cosas que escribía, parece que había dado el paso de convertirse de comunista en anarquista.

R. Él siempre decía que era un comunista libertario. Era una persona que cuestionaba absolutamente todos los poderes, desde el Estado a la religión. Él sí se consideraba a sí mismo un libertario. Militante comunista lo fue porque era el partido organizado que se opuso a la dictadura de Salazar y porque no había nadie más demócrata que el partido comunista en Portugal. Pero su posición y su manera de ver eran las de un libertario. Y decía que la palabra que teníamos que decir todos los días era no. Y procurar que el «no» no se convierta en un «sí», porque las revoluciones son noes que luego la sociedad asume y acaba transformando en un sí. Ahí es cuando tienes que volver a decir no otra vez. Permanentemente diciendo no. Un no activo. Un no que trabaja. Un no que envuelve, el no de Saramago.

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