Historia del Sol
Por Mario S. Arsenal.
Unas horas antes del amanecer del 16 de agosto de 1674, el rey Luis XIV se hizo acompañar por su corte y la condujo a través del canal de los jardines de Versalles para que presenciaran la completa ascensión del Sol. Dos siglos antes e inmerso en el fragor de la Guerra de las Dos Rosas, Eduardo de York, antes de ser coronado rey con el nombre de Eduardo IV, sufrió un impacto imborrable en su memoria cuando presenció en Mortimer’s Cross el primer parhelio registrado en la historia, interpretado por el príncipe como una justa señal de Dios y el Espíritu Santo para acometer la guerra.
El sol ha venido ocupando a lo largo de la historia una posición preeminente en la cultura y existencia humanas. Unos lo alabaron y ensalzaron; otros lo aborrecieron y lo denigraron; otros tantos se olvidaron de su poder y otros muchos lo usaron como escudo heráldico en sus rancios blasones aristocráticos durante siglos de existencia. No hace tanto tiempo que André Chastel, celebérrimo historiador del arte francés, atribuía el carácter y la personalidad artísticos a la proximidad y el contacto con el sol.
Fue Mircea Eliade, tan amado y tan odiado, quien sostuvo a finales de los años setenta que la luz estaba intrínsecamente relacionada con la sexualidad. Igualmente, la impronta del astro rey en la literatura es importante y no hablemos de ciertos fenómenos y movimientos culturales como las primeras experiencias lisérgicas que bañaban en ácido toda experiencia extrasensorial. Y es que, después de todo, de casi una eternidad, todavía hoy desconocemos el alcance real de tan poderosa influencia para el desarrollo de la vida y las costumbres.
Richard Cohen en su libro “Persiguiendo el Sol. La historia épica del astro que nos da la vida” (Turner, 2012) nos trae un cuadro histórico solar avalado por una descomunal labor de investigación en la que, en boca del autor, pretende tratarlo todo. Y a pesar de parecer algo verdaderamente complejo y desmedido, por no decir imposible, lo cierto es que lo ha conseguido. Nos habla de la composición física del astro imperante, de su impacto en prácticamente todas las culturas existentes, rastrea el misterio en el arte, se inmiscuye entre los cómics tintinescos de Hergé, nos ofrece estadísticas en las que podemos comprobar que, aun simbólicamente, el sol está más presente de lo que creíamos a priori.
En definitiva, un trabajo maravilloso que no rehúye la contradicción, pues Richard Cohen, a pesar de tener como horizonte la seriedad y la amenidad, se enfrenta también a los aspectos negativos del disco solar. Verdaderamente estamos hablando de un libro serio; setecientas páginas de texto y más de ochocientas cincuenta notas avalan esta consideración. Y todo parece apuntar que, como el sol mismo, este libro tendrá una longeva vigencia para quien desee aproximarse a la historia de ese milagro que algunos han querido llamar, y no tan irónicamente, Dios.
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Persiguiendo el Sol. La historia épica del astro que nos da la vida
Richard Cohen
Ed. Turner, 2012,
756 pp., 34,90 €