Entrevista a Care Santos por "El aire que respiras"
Por Benito Garrido.
Obsesiva en su trabajo, cuando la escritora Care Santos (Mataró, 1970) se propone sacar adelante una historia, no ceja en el empeño hasta que todo encaja a la perfección. Algo que ha demostrado con creces en su último libro, El aire que respiras. Mujer que habla tan bien como escribe, hace literatura para contar vidas, aventuras, episodios, historias. Cursó Derecho y Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, pasando a ejercer después como periodista y crítica literaria en medios como Diari de Barcelona, ABC o El Mundo. Ha publicado siete novelas, seis libros de relatos, dos poemarios y numerosos títulos de literatura juvenil, campo en el que es una de las autoras más leídas de nuestro país. Destacables son sus títulos Los que rugen (2009), La muerte de Venus (2007) y Habitaciones cerradas (2011).
El aire que respiras. Care Santos. Editorial Planeta, 2013. 592 páginas. 20,90 €
Virginia Rogés acaba de heredar el negocio de su padre: Palinuro, una librería de anticuario, en la que pronto aparece, de entre innumerables ejemplares, polvo y papeles acumulados, la historia de Carlota Guillot y la búsqueda de un libro, escurridizo y caprichoso, que formó parte de una de las bibliotecas particulares más sibaritas de la Barcelona napoleónica. La joven cuenta con la ayuda de una amiga escritora para continuar con la investigación que su difunto padre comenzó. Al hilo de las pesquisas que realiza, descubrimos una historia prolongada a lo largo de las décadas más convulsas del siglo XIX en que la ciudad asistió, incrédula, a su mayor transformación: el derribo de las murallas y la urbanización de su paseo más emblemático, La Rambla.
El aire que respiras es una gran historia coral, donde el amor por los libros y la ciudad de Barcelona son los verdaderos protagonistas. Una apasionante aventura entre realidad y ficción por la Rambla del siglo XIX y la de hoy.
«Tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras y quisiera exhalar mi último aliento abrasada en el aire que respiras.»
Entrevista:
P.- Novela en la que pasado y presente se unen para seguir el rastro perdido de unos libros muy valiosos. ¿Cómo se cimentó la idea origen de tu novela?
Mis ideas creo que se forman más por acumulación de circunstancias. Desde hace mucho tiempo tenía ganas de hablar de la desamortización de Mendizábal, que dicho así puede sonar árido, pero siendo licenciada en derecho se tiene que notar por algún sitio. Sobre todo lo que supuso ese hecho histórico: una ruptura con todo lo eclesiástico y una pérdida enorme de todos los bienes de la Iglesia. El tema me parecía aún más interesante si lo aplicaba a la bibliografía, pero cuando empecé a investigar descubrí que el primer expolio de libros no fue el de la desamortización de Mendizábal sino el de Napoleón. Así que tuve que retroceder en mi estudio y verme inmersa en pleno ejército napoleónico. Descubrí un filón de información y personajes de los que nadie me había hablado nunca, que no están en los libros, y de los que no hay literatura. Me di cuenta de que sobre Barcelona, que en sí como ciudad ya es un género literario, aún quedaban cosas por contar.
P.- A caballo entre el presente y el siglo XIX, no solo te mueves con los tiempos narrativos, sino que también usas diferentes formatos (epistolar, documental, novela…). ¿Es necesario tener una estructura previa muy estudiada y trabajada para que la armazón no se caiga?
Creo que sí, de hecho yo soy muy obsesiva en mi trabajo, y voy ordenando textos e ideas hasta que encajan. Admiro a los compañeros de la profesión que comentan eso de “me siento y voy donde la historia me lleve”. Deben tener una gran capacidad para imaginar la estructura del libro, al menos más que yo, o le dedican más horas al hecho de escribir. Yo no me puedo dar el lujo de escribir cien páginas para luego tirarlas. Trabajo con esquema previo, lo pienso mucho, le doy muchas vueltas a la estructura, incluso trabajo como en las series de televisión, con post-it pegados por la pared a modo de tablón donde voy colocando los capítulos hasta que los veo claros. Y tras pensarlo mucho, consigo escribir sin interrupción y por el orden en que la novela llega posteriormente al lector. Porque una novela como esta no puede hacerse salteando los capítulos, ya que si lo haces así puedes llegar a perder el hilo de lo que has dicho.
P.- Eres una autora que sueles mantener la atención del lector hasta el final del libro.
A contar historias se aprende contándolas, y como una lleva ya unas cuantas, algunos resortes creo que ya sé tocarlos. Una de las claves es la información: de partida yo estoy contando cosas que tú como lector no sabes, y te las voy contando de tal forma que termines enganchado a la historia. Ese es mi trabajo, que no sueltes el libro, y eso se consigue contándote las cosas a medias, un poquito en cada página. No puede haber ningún capítulo que no aporte cierta información valiosa para el lector. Y eso es cuestión de trabajarlo mucho.
Hay autores que piensan que el lector es idiota, y le repite las cosas ocho veces. Y no, el lector no es así, no necesita que se le digan las cosas muchas veces pues puedes conseguir que se enfade. También puede ocurrir que te mastique las cosas: en lugar de sugerirlas, te lo cuenta todo no vaya a ser que no te enteres… Y luego también está esa literatura más ensimismada, que no pretende tanto contar una historia, como contar otras cosas. A mí personalmente, me interesa la literatura que cuenta historias, es evidente. Hago lo que me interesa.
P.- ¿Te gusta mirar al pasado a la hora de escribir?
Me interesa el pasado en la medida en que interfiere en el presente, en que es una explicación de lo que actualmente somos. Y en este caso concreto no he tenido que forzar la máquina nada porque si el pasado vive en algún sitio como si hubiese transcurrido ayer es precisamente en las librerías de anticuario. Un librero de anticuario te habla de un impresor del siglo XVII como si fuese su primo. Eso es algo tangible en este tipo de lugares, anclados en un pasado que para sus dueños es absolutamente real y presente. No hace falta novelar nada, está ahí. Yo soy muy bicho de este tipo de librerías a las que ya me llevaba mi padre cuando era muy pequeña, cuando todavía pensaba que eran unos sitios horribles donde había libros muy viejos. Ahora soy buena clienta de más de una.
P.- Novela que se convierte en un claro alegato por el amor a la lectura, a los libros. ¿Tenemos que volver a reivindicar el libro como ese lugar que nos ayuda a soñar y vivir otras vidas?
Sin duda, y de qué manera. Yo que predico mucho en institutos, a veces me siento como el político que tiene que ir puerta a puerta convenciendo a la gente de algo en lo que creo fervientemente. Hay veces que algunos jóvenes me comentan que no les gusta leer, y yo les respondo que eso es como si dijesen que con esa edad se están planteando no tener sexo en la vida… pero que decisión u opinión más equivocada!… pero muchacho es que si no lees nunca no sabes lo que te vas a perder.
Aquí es importantísimo el factor educacional, el amor a la lectura se contagia. Tenemos muy buen profesorado preocupado porque la gente lea, y un papel importante en esa educación es el que juegan los escritores que escribimos para jóvenes: tenemos que conseguir que se enganchen a la lectura, a nuestros libros o a los ajenos, da igual.
P.- Siempre se habla en una novela histórica de esa fina línea que marca la separación entre realidad y ficción, y que la hace ser más o menos verosímil. ¿Tú te lo planteas así?
Creo que sí, aunque a mí la etiqueta de novela histórica me pone un poco nerviosa pues creo que engloba muchas cosas distintas. Los que entienden del tema saben que hay muchos tipos de novela histórica: las que intentan llenar lagunas, las que intentan reconstruir, la que intenta explicar cosas que ya se saben… Yo estoy más en esta última faceta: la novela histórica que intenta ser fiel a la verdad. En el fondo soy una historiadora frustrada, busco excusas para bucear en las hemerotecas, y rescatar capítulos olvidados, porque la literatura es memoria, la mejor herramienta para recuperar esa memoria. De la invasión napoleónica en Barcelona no hay literatura, y algunos de los personajes que pulularon por allí en aquella época merecerían capítulos enteros en una serie de la BBC. Rescatar esa memoria de algo que ocurrió hace relativamente poco y ponerla encima de la mesa, era una labor pendiente que yo he querido realizar.
P.- Novela coral con la complejidad que supone trabajar con muchos y diferentes personajes, unos reales y otros inventados, pero en una armonía narrativa realmente notable. ¿Cuáles te resulta más complicado dibujar: los que realmente existieron o los inventados?
Los que existieron, siempre. Porque además me planteo ser fiel a la realidad, pero al mismo tiempo dudo de entre toda la información que he recabado con cual me quedo. Pueden surgir después especialistas que pongan en duda lo que yo planteo en la novela. En concreto, las invasiones napoleónicas son uno de los temas más estudiados en todas las universidades y colegios del mundo. Pero cuando no existen datos también puede darse el problema, pero en este caso, como soy novelista, me froto las manos y me lo invento todo. Y lo que no debemos hacer es no caer en el recurso fácil de justificar los acontecimientos o los caracteres por el simple hecho de que esto sea una novela, y entonces todo tiene cabida. No. Hay que equilibrar eso manteniendo el rigor histórico y evitando que le salgan salpullidos a los especialistas cuando te lean.
P.- Y luego estás tú, que eres un personaje más de la novela, la amiga de Virginia que da comienzo a la investigación. ¿Cómo te sientes respirando el aire de una novela?
Muy emocionada, y bueno eso de que estoy yo, vamos a correr un tupido velo… Mi madre estaba muy contenta de reconocerme hasta que llega la escena del revolcón con el librero en la trastienda… Tengo que reconocer que nunca he tenido algo tan apasionado… (risas). Contar la vida de uno mismo o al menos seguir sus caracteres es lo más fácil.
P.- Y también está la ciudad de Barcelona, que junto a Carlota Guillot podría decirse que son los personajes más importantes.
Hay otra cosa interesante de todo esto, y que ya trataba en Habitaciones cerradas, que es explicar la historia de la mujer en el siglo XIX, algo realmente apasionante. La historia parte de las penurias, incluso legales, de estar sometida al padre o al marido; hasta ese despegue de finales de siglo inicios del XX, que supuso algo paralelo a la evolución de aquella Barcelona inimaginable incluso para los barceloneses. Muchos no saben por ejemplo que las ramblas estaban llenas de conventos y cerradas por arriba y por abajo. Es otra visión de la ciudad diferente a la que ahora tenemos, y eso pasó hace ciento cincuenta años.
P.- Te desenvuelves con celo en la historia, pero también en el amor, la política, la intriga, el humor… ¿Crees que has conseguido conjugar todos los ingredientes del éxito?
A mí el éxito de una novela siempre me deja con cara de tonta. Intentar entender el fenómeno es algo a veces realmente imposible, así que si te pasa a ti, lo mejor que puedes hacer es disfrutarlo.
Yo creo que le debo mucho al teatro, como mi gran vocación frustrada. He hecho diversos cursos de teatro y de escritura dramática, y de aquí se aprende mucho a escribir novelas. El que no haya narrador hace que la escritura se vuelque mucho en la construcción del personaje, parte importantísima en una novela. El narrador es importante en la novela, pero el dar entidad a los personajes, construirlos bien y que transmitan es fundamental.
P.- ¿Qué crees haber aportado a esta novela que la distinga de todas las demás que has escrito? ¿Más empeño, dedicación, estudio, amor…? ¿Es tu novela más ambiciosa ?
Sí, sin duda. Y he aportado sobre todo dos cosas: una de mis pasiones, los libros y en concreto aquellos que son más especiales (que merece la pena conservar, y que como dice Enrique Redel, salvarías en una mudanza); y obsesión en grandes cantidades: jamás he estado tan obsesionada en completar bien una novela como en este caso: me acostaba tras catorce horas escribiendo y me despertaba con la cabeza totalmente ocupada en la novela. Creo, aún así, que una cierta dosis de obsesión le sienta muy bien a las novelas.
Benito, sensacionales las preguntas y magníficas las respuestas de Care Santos. Dan unas ganas tremendas de ponerse con el libro. De hecho esta novela está pedida y vuela, en estos momentos, hacia mi casita para ser leída.