Y seguimos con los vampiros
Por José A.Cartán.
Hace unos días fui objeto de un bonito presente cinéfilo. Se trata de una de esas compilaciones de “no-sé-cuántos directores” que abarcan gran parte de la historia del cine, desde sus orígenes hasta la primera década del siglo XXI. Realmente no soy muy dado a encariñarme con este tipo de libros, ya que estas listas se rellenan habitualmente de cine norteamericano contemporáneo, dejando en el más absoluto ostracismo el cine europeo, asiático y el de vanguardia. Sin embargo, me sorprendió muchísimo encontrarme con que aparecían directores minoritarios, de esos a los que solo se puede acceder a su obra a través de filmotecas, videotecas o enlaces supuestamente ilegales de la red.
Podría hablar de un buen puñado de directores que no conozco y cuyas páginas de dicha antología fílmica me han descubierto. No obstante, hablaré de Robert Altman, director que aparecía en el susodicho y de un aspecto que me sorprendió profundamente. Dentro de las recomendaciones que hacía el autor de su filmografía pude comprobar la inexistencia de su película 3 mujeres (1977). Largometraje que pude ver hace muy pocos meses y que me sorprendió y apabulló de manera indescriptible. Lo primero que hice al terminar de ver la película fue pensar en Persona (1966) del maestro Bergman y en todo ese entramado vampírico que sufren los personajes de ambas películas, el desdoblamiento de personalidad o el concepto de alteridad a través del encuentro de los protagonistas. Podría decir que la obra de Altman rescata toda aquella idiosincrasia que plasmó de manera perfecta el cineasta sueco, sin embargo esto abocaría la obra del director norteamericano a considerarla “Persona II”, definición que sería completamente injusta a mi parecer.
La película de Altman rescata la concepción de la película de Bergman, pero no solo eso, sino que el director va inyectando en sus arquitectónicas escenas el complejo pensamiento borgiano, amén de una influencia más que interesante de El año pasado en Marienbad (1961) de Resnais. Si la trama ya es compleja de por sí, los planos rodeados de agua y espejos por todas partes insuflan un ambiente absolutamente fantasmagórico e insano. La película va adquiriendo, desde su ya acuático comienzo, un ominoso y premonitorio desenlace. Un final que, si queremos ser un poco retorcidos, entroncaría directamente con la trama de Carrie (1976), de la que su protagonista, Sissy Spacek, parece salir también de un baño de sangre en la película de Altman.
En esta época de vampiros neogóticos del siglo XXI en la que vivimos, qué mejor manera que arrastrarnos con la masa… y ver films como 3 mujeres o las europeas Persona o Vampyr. Nunca se sabe con qué personas podremos cruzarnos en un futuro.