Sobrevivir a Supervivientes
Por JUAN LUIS MARÍN. «La consigna de los que hacemos este programa es: “lo que pasa en la isla… en la isla se queda”. Más que un mandamiento o juramento entre hermanos, un arma de doble filo. Y una falacia.
Porque bocazas los hay en todas partes.
Y también gargantas profundas, que son aún peores, porque se lo tragan todo (de todos) para escupirlo a quien quieran cuando no mira nadie. Los primeros pueden crearte, a la mínima, fama de borracho, follador o drogadicto. Los segundos, directamente, hunden tu carrera. Entre unos y otros cuentan medias verdades, inventan grandes mentiras, ocultan hechos, sacan otros de contexto… y cuando toda esa información cruza el charco, mezclada con delirantes historias desatadas por envidias y frustraciones (no olvidemos el aburrimiento) de los que nunca consiguen ir a la isla (o no los dejan volver), y están más preocupados por criticar el trabajo ajeno (el de la isla) que en hacer algo constructivo con el suyo (en La Capital), se convierte en una versión de los hechos cuyo único parecido con la realidad es el lugar en que se desarrollan. Pero es lo que llega a los jefes. Los que están sentados en sus despachos con aire acondicionado y una máquina de café como la que anuncia George Clooney. A los que no se les debe llevar la contraria. Porque de ellos depende tu futuro.
No se trata de echarle cojones.
Sino de ser práctico, salvar el culo y no perder tu trabajo.
Ha sido al pensar en esto cuando he dicho BASTA.
Porque no puedo cargar con más mentiras sobre mi conciencia.
Porque no puedo soportar que la gente continué teniendo una visión equivocada de lo que allí sucede, ni mucho menos infravalorando el trabajo que realizamos… o el peligro que corremos mientras lo llevamos a cabo.
Más allá de las consecuencias que esto pueda acarrearme, de los errores que haya cometido, de mi parte de culpa…
Es el momento de que se sepa toda la verdad.
De que lo que pasa en la isla no vuelva a quedarse allí jamás.
También nos robó la lengua de Dior.
Él mismo se la arrancó involuntariamente de un mordisco al estamparse de bruces contra una roca en su conato de vuelo sin motor bajando a toda hostia la Cuesta del Cangrejo.
Wilson jura que no la encontró.
Y ni Ligia ni ninguno de sus hombres demostró interés alguno por buscarla.
De modo que los médicos no pudieron cosérsela. Y en lugar de quedarse tetrapléjico… Dior se quedó mudo.
Así son los milagros.
En La Capital, Lourdes, Constantinopla…
Incluso en Isla Perpetua.
Imperfectos.
Como las casualidades.
Impredecibles.
Como un ESCALOFRÍO.
(Fragmento de ISLA PERPETUA, una novela del menda lerenda. ¡No te pierdas el book trailer!)
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