Novela

Noche de celebración

Por Nil Rubió

La Maravillosa Orquestra del Alcohol + Frank Turner & The Sleeping Souls + Dropkick Murphys, 8/2/2013

Que Dropkick Murphys visiten Barcelona para presentar su nuevo disco, se está volviendo una agradable tradición, y más si mantienen el ritmo de publicación con menos de dos años de diferencia entre sus dos últimos trabajos. Ya en un estadio distinto al de “banda de Fat Wreck” (la discográfica del gran Fat Mike), con estatus de estrellas en su Boston natal y parte de los Estados Unidos, y capaces de llegar a un público de rock más o menos transversal (punks, skins, rockeros a secas, adolescentes, cuarentañeros…), los Murphys han encontrado una fórmula que combina el punk rock más clásico, con el folk irlandés, el rock “Made in USA”, con un espíritu social combativo. Sus conciertos, a tenor de experiencias anteriores, son fiestas de comunión con un público entregado ante una banda que pone guitarras, bajo, banjo, flauta, gaita, teclado, batería y dos vocalistas muy distintos, al servicio de la fiesta. En definitiva, una versión actual del rock con ascendencia céltica. Para acompañarles en la velada, algo inusual en los días que corren, dos bandas de nivel. La M.O.D.A., una banda proveniente de Burgos con mucho que decir en un futuro próximo, que exprimen las potencialidades de este sonido tabernero irlandés, con una personalidad propia que sin duda va a ir a más. Por otro lado, en su primera actuación en Barcelona, el inglés Frank Turner se presentó con nota.

dropkick

Y es que parte del público quería conocer en vivo a uno de los nombres en alza del circuito alternativo, que ya se ha labrado cierto nombre en Estados Unidos, pero que aquí no había sido presentado formalmente. Y a pesar de un sonido a veces demasiado atenuado, como si Frank, con la más que solvente banda que le acompaña, The Sleeping Souls, tuviese que gritar por encima de un muro invisible que impedía que la fuerza de sus canciones llegara como tenía que ser al público. Un setlist corto y al grano (carece de un disco redondo pero tiene un puñado de fantásticos temas), mucha comunicación con el público para presentarse y ganarse su respeto e implicación (habló incluso en un catalán leído más que correcto por ser la primera vez), y mucha entrega que consiguió hacer bailar y corear la sala con su canción final, I Still Believe. El objetivo de calentar la platea y ganarse alguna docena de nuevos fans fue superado. Lo volveríamos a ver.

“Let’s go Murphys”, grito ya internacional para alentar a los Dropkick en la previa, durante y post concierto, iba retumbando las paredes de la Razzmatazz cuando empezó a sonar la típica canción tradicional irlandesa (The Foggy Dew) con la instrumentación adecuada y la voz de una, por aquél entonces lúcida, Sinead O’Connor, que es capaz de poner la carne de gallina a una momia. Con los corazones latiendo de expectación y el ánimo elevado, la fulgurante entrada de la comitiva llevó al primer éxtasis del concierto a la muchedumbre que llenaba la sala. Y si presentamos nuevo disco (el bueno Signed and Sealed in Blood, ligeramente menor en comparación al anterior), qué mejor que empezar con la primera de éste. Un chute adrenalítico que puso en solfa unas primeras filas que sudaron hasta la última gota y capitanearon el salto, el coro, el pogo y todo lo que fuera necesario para vivir la celebración. No obstante, algo no esperado sucedía en el escenario. El capo, el líder, no estaba. Ken Casey, bajista y una de las dos voces, era sustituido en las labores de bajista por el de The Sleeping Souls. Como aclaró poco después Al Barr, vocalista restante, el bueno de Ken tenía que atender un acontecimiento benéfico al otro lado del charco, pues aparte de una banda de rock, en Boston son toda una institución, casi una familia (de la que presumen en sus últimos videoclips), entregada a la beneficencia, la reivindicación y el deporte (y a beberse hasta el agua de los floreros). Hecho que no por encomiable, restó potencial (y medio repertorio ineludible) a lo que podían ofrecer, en gran medida por improvisar distintos bajistas (miembros de los teloneros, de la propia road crew) que tuvieron que aprender unas cuantas canciones. Barr, al tener un timbre de voz muy distinto a Casey, hizo que tiraran de las canciones con más protagonismo del primero (incansable, chocando de manos y ofreciendo micro con quien compartiese complicidad), lo que hizo prescindir de un puñado de clásicos. No obstante, consciente del peso que recaía sobre él y el resto de la banda, el show fue aún más enérgico si cabe, y probablemente la cerveza había corrido lo suficiente entre el público como para que muchos ni se enteraran. Así, juntaron suficientes recursos como para aguantar a base de canciones de sus primeros discos y una versión de Working de Cock Sparrer, tramo no obstante, donde la ausencia de Casey se hizo más notoria. En la traca final, Frank Turner entró para cantar lo que Barr ya no podía, cayendo el single del último disco, una Rose Tattoo muy apañada que caló muy hondo y retumbó en los cimientos del edificio, en gran parte por el público que con su voz ya ejercía de miembro de pleno derecho del grupo. The Irish Rover y I’m Shipping Up to Boston aún con la participación de Turner, condujeron al máximo de exaltación hacia unos bises marca de la casa.

Sin la clásica Kiss Me, I’m Shitfaced cantada por el ausente, canción que aprovechaban ritualmente las féminas asistentes para subir al escenario y corear con la banda, fue The End of The Night, la que sirvió para tal cometido. Después, con la banda desaparecida detrás de tanta mujer (y hombres que se añadieron después), Barr sacó la voz que le quedaba para atronar definitivamente la noche con la versión de T.N.T. de ACDC ya célebre. Acompañada de decenas y decenas de puñetazos rítmicos al aire, supuso la apoteosis final a un concierto de supervivencia, a la ausencia, a un sonido un tanto diluido, pero que una banda con la experiencia y la implicación que transmiten, solventó con buena nota y completó un gran concierto, al que le faltaron ingredientes para ser memorable. Let’s go Murphys…

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