El espeluznante sabor del miedo
Por Dinorah Polakof.
Cada día se suman más lectores al género de terror. Los relatos que nos ponen los pelos de punta originados en leyendas, cuentos de la tradición oral y literatura de lo extraordinario, han logrado mantener adeptos durante siglos.
Con el advenimiento de las series televisivas se abrió el abanico de lectores de terror puesto que el medio continúa siendo uno de los más accesibles. El cine también ha producido innumerables películas sobre el tema.
Pero nada es comparable a la intensidad que proporciona un cuento leído desde las páginas de un libro. Las imágenes que brinda la palabra se traducen en sonidos inquietantes, el ritmo del corazón se acelera y los oídos zumban. Es imposible abstraerse del frío nocturno con sus fantasmales almas como insensato, evitar la sombra de vampiros acuciantes.
Para amantes del género el escritor uruguayo Omar Gil ha perpetrado una serie de historias ambientadas en nuestro país. El reciente material se concreta en Cuentos para que Sofía no se pueda dormir de Editorial Fin de Siglo. Se trata de doce creaciones que van desde la ciencia ficción al absurdo de situaciones. Si bien en algún cuento el autor cae en lugares comunes es apreciable el escenario donde ocurre la acción y la certeza de que cualquiera de nosotros pudiera estar protagonizando el relato. A modo de ejemplo transcribimos: “La luz y el ruido le resultaban completamente desconocidos, no se parecían a nada que hubiera visto antes. Un zumbido como miles de abejas y un olor eléctrico llenaban el ambiente. La fosforescencia había disminuido y reinaba la oscuridad casi total. El reproductor de música contribuía al ambiente fantasmal con una estática monótona. Sacó el celular de su funda para llamar a pedir ayuda, pero no tenía señal”. Asimismo resulta encomiable la elección de los títulos que dan apertura al cuento, ya definiendo el contenido o también propiciando la expectativa. Los personajes son creíbles y dentro de la narrativa, el diálogo se ve bien dosificado. En suma, Omar Gil va a seguir dando que hablar.
Otro paradigma de la literatura de miedo viene de la mano de la consagrada Liliana Cinetto y su Cuentos que hielan la sangre, editado por Pictus. La argentina que se identifica como lectora precoz y asevera que la Facultad de Letras casi le asesina la vocación, nos conduce por verdaderos caminos donde perviven las criaturas aterrorizadoras. Prologado por ella misma anuncia que “los personajes siniestros que acechan en la oscuridad, los seres oscuros con poderes sobrenaturales, los hechos inexplicables…todo me pone la piel de gallina y hace que tenga pesadillas horribles durante semanas”. Aun así, decide escribir el libro bajo unas máximas que condicionan a este tipo de escritura (recomiendo no perderse las páginas 6 y 7). Desde su estilo personal se ven abordados cuentos provenientes de geografías y épocas diversas, un compendio de sabores disímiles donde el temor a lo desconocido horada como gota de sangre estremeciendo al lector. Relatos donde conviven santos y demonios, figuras nebulosas, mitos y costumbres, se unen para encender el desconcierto de lectores desprevenidos. Para recrearse, se puede comenzar con El Anaon, versión libre de un cuento popular celta. Para continuar, El joven que dormía en la tumba, La puerta, La isla de los Prodigios.
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