Luces de Bohemia. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno
Por Marcos Ortiz Andrino.
Luces de Bohemia. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno.
Paseo de Recoletos, 23
Hasta el 5 de mayo
Cuando empleamos el concepto “bohemio” imaginamos bohardillas y cafés parisinos donde artistas con tupidas barbas y sufridores de cierta miseria económica charlan sobre la sociedad que los margina por crear un arte fuera de lo académico. Imaginamos, también, una época que presencia el nacimiento de una nueva concepción del arte: un arte de ideas, de formas, de sentimientos. En definitiva, un arte libre que se aleja de las normas, rechazado por la crítica pero que se siente más verdadero.
Esta concepción de la vida bohemia surge a mediados del siglo XIX entre el romanticismo y el movimiento realista, y ésta es protagonizada por un artista decimonónico que se siente identificado con los gitanos -los “bohémiens” franceses -, la etnia errante, ya que su nomadismo simboliza la libertad, la falta de normas y ataduras, la lucha contra los convencionalismos sociales burgueses, valores que el artista ha asumido con su nuevo y libre arte y que le harán vivir penurias, hambre y un duro aislamiento social.
Desde su llegada a Europa en el siglo XV, los gitanos han sido tema para escritores y pintores, mostrando una cultura ligada a la danza, el teatro y el baile, pero también al arte de la adivinanza. Artistas como Boucher o Watteau ilustran la “buenaventura”, otros como Teniers, con su magnífico Paisaje con cueva y un grupo de gitanos, Morland o Gainsborough emplean la naturaleza como escenario de la vida errante, mientras que Manet, con El bebedor de agua, o Sargent y su Campamento gitano, pincelan escenas cotidianas. Destaca la influencia del gitano español como motivo pictórico, que supone la herencia de principios estilísticos propios de Goya y Velázquez, así como la mitificación de la gitana como símbolo de provocación, sensualidad y libertad. Este icono se encarna en La gitanilla de Cervantes, innovada por Víctor Hugo bajo el nombre de Esmeralda y por Carmen de Mérimée, que protagonizará una de las óperas más famosas del compositor francés Georges Bizet. Nonell y Sorolla presentan, por un lado, una perspectiva alejada de los estereotipos de la mujer gitana mientras que otros como Van Dongen, Manguin o Anglada-Camarasa mostrarán la sensualidad de ésta.
El romanticismo afianzó esta libertad en el arte, siendo Goya el primer exponente del artista moderno que proclama su talento. Encontramos su Autorretrato ante el caballete junto con elRetrato de Charles Baudelaire de Émile Deroy y un Autorretrato atribuido a Delacroix. Henry Murger, de la mano de sus Escenas de la vida bohemia, y Puccini, con su famosa ópera LaBohéme, popularizan de forma definitiva lo bohemio: la vida de los cafés, Montmartre, los pintores empobrecidos y los aspirantes a poetas; un estilo de vida que será ironizado por Daumier en sus litografías. El gran y duro camino recorrido por el errante vagabundo, que lleva a ese arte más verdadero, queda inmortalizado por Rimbaud en su espléndido poema Ma Bohéme y por Van Gogh con Un par de botas.
Ya a finales del siglo XIX la vida bohemia se encuentra consagrada y establecida, pero traslada su influjo en París del barrio latino a Montmartre, que se convertirá en el gran centro artístico bohemio de la ciudad de la luz. La vida nocturna se congregará en cabarés como Le Chat Noir, Au Lapin y el Moulin de la Galette, cuyo ambiente queda fidedignamente inmortalizado porSignac en El Moulin de la Galette o el Rincón de Montmartre de Van Gogh. Respecto a los artistas españoles, Rusiñol y Ramón Casas tratan de crear una bohemia similar en Barcelona con ElsQuatre Cats, mientras que Picasso, que experimentó el París bohemio por sí mismo, representa las Azoteas de Barcelona con una intensa melancolía.
La muestra “Luces de Bohemia. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno” busca mostrar al público el nexo de unión entre lo gitano y lo bohemio, las dos “bohemias”, su pasado compartido y sus características comunes. A través de dos plantas y de las numerosas salas de la Fundación Mapfre, ampliamente nutridas de pinturas, alguna que otra escultura, carteles y otras obras artísticas, se pretende dar cuerpo al mito moderno del artista y la vida bohemia, la influencia de los rom en el artista bohemio y la de ambos en la configuración del mundo moderno. Y es que comparten esencia, tal y como expuso Baudelaire en El pintor de la vida moderna (1863): “Estar fuera de casa, y sentirse, sin embargo, en casa en todas partes ; ver el mundo, ser el centro del mundo y permanecer oculto al mundo, tales son algunos de los menores placeres de esos espíritus independientes, apasionados, imparciales, que la lengua solo puede definir torpemente”. Un emocionante canto a la libertad ya alcanzada por unos y deseada por otros.