Un gramo de odio
Por Jaime Valero.
Un gramo de odio, Frantz Delplanque, Alfaguara, 392 pp. 2012, 18,50 euros
Esta novela supone el debut literario de Frant Delplanque, actual responsable de Cultura en el ayuntamiento de Montpellier, así como el pistoletazo de salida de la nueva línea de Alfaguara dedicada a la novela negra. Un gramo de odio ve la luz en una buena época para el noir francés, ya que en los últimos años han surgido del país vecino autores muy interesantes que, además de construir buenas intrigas, consiguen arrojar cierta luz sobre algunos de los rincones más oscuros de la psique humana. Es el caso de escritores como Franck Thilliez (El síndrome E), Jean-Christophe Grangé (La línea negra) o Bernard Minier (Bajo el hielo), todos ellos publicados en nuestro país. Delplanque no sigue una línea tan oscura (y en ocasiones macabra) como las de los autores citados anteriormente, aunque también se preocupa por bucear en la mente de sus personajes, sobre todo en la del protagonista, Jon Ayaramandi, antaño asesino a sueldo y ahora retirado en una pequeña localidad del País Vasco francés.
Al contrario de lo que cabría esperar, teniendo en cuenta su oficio, no nos encontramos ante un individuo gélido y despiadado. No al menos en el Jon jubilado y sesentón que conocemos al principio de la historia, si bien iremos descubriendo algunos de los puntos más oscuros de su vida conforme avancemos en la lectura. Por contra, en él se empieza a despertar esa sensación de ternura y cariño que le ha rehuido durante todos estos años, gracias a Perle (una joven próxima a la treintena a la que salva de su novio) y a su hijita, Luna. Ese contraste entre los dos extremos que conviven en la personalidad de Jon (la del asesino al que no le tiembla el pulso a la hora de cumplir un encargo, y la del viejillo entrañable a quien la propia Luna llama “abuelito”) marca algunos de los mejores momentos del libro. Para completar el retrato del personaje, Delplanque lo ha aderezado con buen gusto para la música, especialmente el rock, plagando la narración de multitud de referencias musicales que conforman una estupenda banda sonora para la obra. También lo dota de una notable pasión por la lectura, encauzada sobre todo a través de uno de los clásicos de la narrativa de samurais: Musashi.
Hasta aquí todo bien: un protagonista con carisma y una trama que promete sorpresas e intriga, tras la desaparición de Al, el nuevo novio de Perle, que coincide con la irrupción en escena de Burger, otro asesino a sueldo con el que Jon ha compartido algún trabajo. Sin embargo, tras este comienzo prometedor nos topamos con varios inconvenientes que impiden que Un gramo de odio sea una obra redonda. Lo primero es que, frente al interés que nos despierta el protagonista, los personajes secundarios no terminan de ganarse al lector. Perle y Luna despiertan nuestras simpatías durante los primeros capítulos, pero a mitad de la historia su presencia se difumina. Peor aún es el caso de Al, que en ningún momento pasa de resultarnos indiferente. Hay alguna excepción en estos secundarios, como es el caso de Valentin, que ayuda a Jon en varios momentos de la historia, pero por lo demás no encontramos a nadie muy destacable. El segundo problema es la evolución de la trama en ciertos puntos. Delplanque ha optado por construir su novela en base a capítulos muy breves, lo cual aporta agilidad a la lectura en un primer momento, pero después le hace perder intensidad por la falta de profundidad en algunos pasajes que habrían requerido más paciencia para narrarlos. Ocurre, sobre todo, cuando se recuerdan algunos episodios del pasado de Jon, o en la resolución, en la que he echado en falta algo más de fuerza.
Tratándose de su primera novela, cabe esperar que Delplanque supla las carencias de este debut conforme vaya adquiriendo más experiencia, y de hecho, ya se encuentra trabajando en el que será el segundo libro protagonizado por Jon Ayaramandi. Teniendo en cuenta el potencial que tiene el personaje, soy optimista con respecto a su futuro literario y tengo ganas de saber qué nuevas peripecias le tendrá reservadas su creador. No puedo decir que Un gramo de odio sea una lectura indispensable, pero sí la recomiendo como primera toma de contacto con la peculiar figura de este asesino a sueldo, melómano y lector voraz, que ha alcanzado el otoño de su vida.