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¿Cómo se escribe una novela?

blocPor VÍCTOR F. CORREAS. A fuerza de ser justos, no tenía ni idea sobre qué escribir esta semana. Servidor no se ocupa de pagos en negro, sobres, políticos y demás escenas circenses –que el honrado gremio de trabajadores de espectáculos ambulantes me perdone por tan cruel comparación-, porque el tiempo que tiene para pergeñar estas cuatro letras es escaso. Y por eso, se lo toma con seriedad. Como debe ser. Pero esta mañana, por causas que no vienen a cuento ahora, y en un entorno muy poco propicio para la literatura, me han hecho esa pregunta. LA PREGUNTA, con mayúsculas.

El demandante me conoce desde hace tiempo, y hará cosa de un par de años que estamos implicados laboralmente en un proyecto cuya relación con la literatura es la misma que la de nuestros queridos políticos con la honradez. O sea, ninguna. Y la pregunta me la formuló al terminar la reunión, después de mostrarle el primer capítulo de la que espero sea mi tercera novela. Mi amigo es duro y franco, y tras leer las cuatro o cinco páginas que le he extendido con toda mi inocencia, con esa mirada que ansía un poco de benevolencia en el juicio –hazte cargo, que es el comienzo. De aquí al final resta mucho trecho-, me las ha devuelto con expresión de asombro e interés. Que le gustaba, vista su reacción, lo esperaba; la pregunta que me hizo después, no. «Espero que algún día me cuentes cómo es el proceso de creación de una novela», me ha dicho entre risas. Nos hemos dado un abrazo, y antes de despedirnos, muy serio, le he contestado.

El proceso de creación de una novela. Moco de pavo, oigan. He oído hablar de miles de métodos, discursos y maneras de afrontar ese proceso creativo. Cada maestrillo tiene su librillo, se suele decir, y dar consejos así, de buenas a primeras, cuando servidor todavía se siente un advenedizo en estas latitudes, no es algo que me competa. Sólo he acertado a contestarle –sé que escribe, y además no lo hace mal del todo- que pruebe por sí mismo, que experimente y deje volar su imaginación siempre con un folio delante. Cualquier cosa, lo que se le ocurra, ya sea una anécdota, un detalle o cómo le gustaría que fuera tal o cual personaje. A lo mejor hoy consigue algo y mañana no, pero perseverará; lo conozco bien. Y un folio dará paso a dos, y luego a tres. Y cuando quiera darse cuenta habrá escrito unos pocos. Los querrá revisar para comprobar el fruto de su imaginación, y entonces se dará cuenta de que le gusta. Y querrá seguir mañana, y también pasado. Unos minutos al día, muchos o pocos, pero se implicará en la tarea sin más afán de saber cómo puede acabar aquello que empezó como un simple garabato en un papel. Y cuando concluya, a lo mejor se lo muestra a las amistades. Incluso alguna le dirá que porqué no lo publica. Palabras mayores, contestará, pero eso nunca se sabe.

Y mientras, en el interludio, habrá creado una novela. ¿Cómo? Ni él mismo lo averiguará; no se ha fijado en técnicas ni en estilo, y tampoco ha gastado el tiempo en conocer las corrientes más importantes que se manejan en la actualidad. Su bagaje de lecturas, que es amplio y variado, y su imaginación han hecho el resto. En apenas un par de minutos le he confesado este truco, que es tan mío como de tantos otros. Porque si no tienes una historia que contar, mal vas compañero, le he espetado a modo de despedida. Esa es la gran verdad. Y le he visto, antes de cerrar la puerta del ascensor, asintiendo y tomando nota mentalmente del consejo. El único que le puedo dar. Lo demás es cosa suya.

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