DE MEMORIA Y JAPONESES (I)
Por OSCAR M. PRIETO. ” Y… ¿quién me trajo aquí?
¿Quién me trajo aquí?
¿A quién le dije yo que me trajera”
No recuerdo nada… ¿Hay alguno que recuerde?
¡Oh, memoria memoria!… siempre sin memoria.
Todos sin memoria”
Desconozco el dato de si en el The Tokyo Metropolitan Institute of Medical Science, RINSHOKEN, existe devoción por los poemas de León Felipe o no (aunque dicha institución coincide, en parte, en sus objetivos con los de la Poesía, ya que, en palabras de su propio director: “continuará sus esfuerzos con ganas de resolver el misterio de la vida”). Admito, como hipótesis de trabajo, que uno de sus investigadores, después de leer estos versos del León de Tábara, se animara a investigar sobre la memoria, sobre la mala memoria, el olvido y las posibles soluciones o antídotos.
De los japoneses sabemos que, aún en la copia, tienen su propio estilo y les gusta distinguirse de los occidentales. Lo normal en estos casos hubiera sido reunir a un grupo de ratones, preferentemente blancos, sin embargo, ellos, tan suyos, eligieron para el experimento un grupo de moscas de la fruta. Personalmente, no me ha sorprendido lo más mínimo.
El experimento consistió en lo siguiente:
Este grupo de moscas de la fruta seleccionadas, fue subdividido en dos. A todas ellas las sometieron a un mismo olor y a continuación a una descarga eléctrica. Luego a uno de los grupos lo alimentaron y al otro lo dejaron in albis. A la mañana siguiente, las expusieron al olor al que seguían las descargas y a otro diferente e inocuo. Los resultados fueron así: El 70% de las moscas que pasaron hambre se decantaron por el olor nuevo. Las moscas alimentadas, con el estómago lleno, se mostraban indiferentes y eran incapaces de seleccionar el olor que no llevaba a la descarga eléctrica.
¿Qué conclusiones extrajeron los científicos japoneses de este experimento? El hambre despierta una hormona que reduce el azúcar en el organismo, al reducirse los niveles de azúcar se activa una proteína en el cerebro y esta proteína mejora la memoria. Así de sencillo. Aunque, por cerrar el círculo vicioso, faltaría responder a la pregunta de si recordar provoca hambre y si los recuerdos nos sacian la añoranza, pero eso sería otra vez poesía.
Homero nos decía que “un estómago hambriento no consentirá que su dueño lo olvide” y, Miguel Hernández, que “el hambre es el primero de los conocimientos: tener hambre es la primera cosa que se aprende”. Miguel Hernández debía saber de lo que hablaba, ya que pena con pena y pena desayunaba. Mal alimentado, por lo tanto, memorioso.
Del hambre hemos oído que da más cornadas que una vaquilla toreada y que es la mejor de todas las salsas. Ahora también sabemos, que es mejor no comer antes de estudiar para un examen. Eso sí, nos advierten que si pasan más de 20 horas sin comer, el efecto es inverso y provoca una reducción de la memoria. Así que:
¡hambre la justa!
Salud
Oscar M. Prieto
Ps: “… Y sólo un cerco duro de sombras y misterios
donde se estrellan los gritos, los lamentos
y todas las preguntas”
León Felipe