Somos

 

Somos. Poemario Las Cántigas. Je suis le Diable. Óscar Martín Centeno. Ya lo dijo Casimiro Parker.  

 

                                                                                                                                                                                                                                              (Prestissimo)

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Somos un grito

que se escapa del mundo, una palabra

que ha olvidado el lenguaje, una pasión

que abrió la puerta a todos los psiquiátricos.

Somos los ansiolíticos que alimentan tu sopa,

los antidepresivos que remontan tus venas

cosiéndote a mordiscos

todas las cicatrices.

Somos el vuelco que te gira en el pecho, la caricia

que te araña la espalda,

el rojo escalofrío

que recorre tu piel

tatuándola de frases surrealistas.

Somos la cafeína de los lunes

y la primera copa de los viernes.

Somos esa canción

que te quema los ojos cuando pones la radio.

Somos la rabia

                       que te come la sangre,

y la furia infinita con que aprietas los dientes, y el dolor

que te acaba curando las heridas.

Y las noches de insomnio

en que te azota el alma haber nacido,

y el sudor congelado

que te clava la angustia, y la pasión

que desviste tu cuerpo, y el orgasmo

                                                      voraz

que te sabe mejor que conquistar el mundo.

Y el golpe que te abre

con su luna los ojos

y el viejo abracadabra

de la conciencia y el desnudo

                                           de toda realidad,

y el primer sorbo de cerveza de tus trece años,

que te sabía amargo y mareaba

y te entregaba un sueño

cosido con burbujas y canciones.

 

Y somos el azote

del mar sobre tu piel, y la sal en la herida,

y el murmullo escondido

que recita sus sílabas eternas en la caracola.

Y la llave de yudo

que le rompe la espalda a la gramática,

y la pintura

que colgó sus pinceles

para hacerse invisible, incomprensible, mágica

y colocó retretes en salas de museo e instalaciones

flotando en el Pacífico. Y también

somos el trueno ardiente

que rompe la sequía,

y el rayo que te cae a medio metro

y te hace gritar de puro pánico,

mientras gimes y piensas

que o no te quiere el diablo o es que falta

algo por hacer

antes de convertirte

                            en otro filamento

que estalla en las bombillas infinitas del mundo.

Somos la anomalía que revienta el sistema, la ecuación

que desgarra la lógica,

el anarquista insomne

que ha cruzado los cables de la central eléctrica,

porque una noche quiso

que callaran los focos, los ruidos,

las lámparas, las luces

y toda la ciudad

-desnuda entre las sombras-

mirara las estrellas.

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