Tormenta visceral
Por Nil Rubió
Tokyo Sex Destruction + The Jon Spencer Blues Explosion 7/2/2013 Sala Apolo
And I’m an old bag of bones, but believe I get down. Come on! Jon Spencer canta en Bag Of Bones, de su último disco publicado, Meat and Bone (el hueso que explicaría su concepción endoesquelética de la música), el motivo por el cual nos visitó en la Apolo de Barcelona, la fría noche del primer jueves de febrero. Y es que parece mentira una vez escuchado el disco, pero el “bueno” de Jon está muy cerca de la cincuentena. Después de llevar a término otros proyectos musicales (Heavy Trash siendo muy recomendables) en un parón que empezó en 2005, retomando las hostilidades tres años más tarde, fue el año pasado el momento del retorno en el estudio (ocho después de su última referencia) de su Blues Explosion, volviéndose a reunir el trio megalítico que forma con Judah Bauer y Russell Simins. Y es que en sus orígenes como banda está, reconocido o no, la semilla del revival del rock ‘n’ roll más sucio, básico y directo que muchos se adueñaron posteriormente. Con unos teloneros de lujo, los barceloneses Tokyo Sex Destruction, que tienen nuevo disco en el horizonte, de nombre Sagittarius, tras diez años de la publicación de su primer álbum, el público recibía la Blues Explosion. Spencer, Bauer y Simins se colocaron muy cerca de la gente, en el límite del escenario, cercanos, entre la amenaza y la exposición, pero con la seguridad y el buen hacer de los que se conocen todos los trucos, suenan como uno solo, y dominan el arte como pocos.
Y empezó la locura. Un concierto de JSBX, es una oda al rock más primario, un atentado sin ningún tipo de pudor a algunos de los vicios que se dan por sentados en estas circunstancias. Despojan de cualquier artificio su música, pero de ninguna forma simplifican su exposición. La desestructura musical que los fans de la banda bien conocen, se acentúa en una vorágine de rock, punk, a veces con tintes de rap, pero siempre con mucho groove. Que cada uno ponga la etiqueta que quiera, para el momento que le convenga, sin olvidar esta alma y base del blues explosionado al que remite su nombre y bien define su propuesta. Y así, cayeron las canciones, unidas en la continuidad de tal forma que el público no tenía ni tiempo para aplaudir, sucediéndose largas jams de más de veinte minutos sin parada. Entraron piezas del nuevo disco, otras de su espléndido catálogo, algunos momentos para versionar, entremezclado con el mantra marca de la casa de Jon Spencer, que expelía a la mínima que podía: “Blues Explosion!” Y en esas, el ambiente se fue caldeando, el público más vitoreante que móvil del inicio, se fue soltando las amarras. Simins aporreaba la batería como un loco con mucho sentido, Bauer hacía gala de sus habilidades tan sutilmente demoledoras y únicas en la guitarra, mientras Spencer enfundado en unos pantalones de reluciente cuero se arrodillaba y levantaba, retando al público, comiéndose literalmente el micrófono para emitir los clásicos sonidos luciferianos y sus bajos característicos con el aparato enchufado en su garganta, aporreando la guitarra o sacando sonidos al théremin.
La forma de proceder en el directo deJSBX es en gran parte felina. Merodeando la presa encarnada en el público, una y otra vez, con excursiones aparentemente anárquicas, que descargan momentáneamente la atención, que no la tensión, para llegar a estallidos fránticos y ensordecedores, con destellos casi pop, en momentos de verdadero caos bailable. Ningún guitarreo por parte de Spencer o Bauer carece de la perversión más absoluta. Cayeron temas del mítico Orange, gran parte de Meat and Bone, incluso homenajearon a los Beastie Boys y se permitieron el lujo de obviar algunos de sus temas más conocidos, como Wail. La anécdota de la velada, producto de todo este ambiente de calor sonoro, fue que el propio Jon Spencer, quemó su monitor a base de distorsión y volumen, saliendo humo del aparato, hastiado del uso que le daba el loco del pelo alborotado. Un tío comunicativo, predicador del rock, y su “ladies and gentlemen” con el que invitaba constantemente, en los límites de la distorsión, a someterse a su hipnosis.
Llegados a los bises merecidos, terminaron llevando a la forma más práctica posible, aquella máxima de terminar por todo lo alto. Construyendo un crescendo musical intercambiando el mantra a base de toma y daca con el público, justo en el momento en que iba a producirse la descarga final, dejaron el público allí, con el “Blues Explosion” gritado a pleno pulmón, como final de fiesta, con la palabra en la boca y ganas de más, señal que The Jon Spencer Blues Explosion habían triunfado de nuevo. Que vuelvan pronto.
Fotos vía | Ray Molinari