JESÚS LENS. DEL CINE Y SUS DEMONIOS
Por CARMEN MORENO. Viví con Jesús, en Semana Negra de Gijón, la consecución de la selección española de la Eurocopa. Desde que hablé con él en el Tren Negro, me llamó la atención su manera, entre lúcida y tímida, de contar su trabajo. Más tarde, andados los días en la capital asturiana, reconocí a un amante del cine y un trabajador incansable. Coautor, junto a Francisco J. Ortiz, de Hasta donde el cine te lleve, y autor en solitario de Cafebar cinema, el granadino prepara su nuevo libro: Cineasta Blanco, Corazón Negro.
Hoy, Jesús Lens nos habla de su amor por el cine, de bares y, cómo no, de África.
-¿Cuántos bares de cine conoce?
¿De cine o de película? Bares que podrían aparecer en una película, muchos. Bares que aparecen en películas, de verdad, menos. Pero haberlos, haylos. Como la Venta de Vargas de Camarón o Casa Patas, en España. O famosos clubes de jazz estadounidenses, como el Blue Note o como la recreación del Cotton Club. Mi gran deuda pendiente: ir a Sicilia, al bar en que Michael Corleone conoce a Apolonia. El Bar Vitelli existe, abre sus puertas en Savoca, cerca de Taormina y su granizado de limón tiene fama de ser uno de los mejores del mundo.
-Yo creía que solo los bares de EEUU merecían la pena ser nombrados. En el cine español tenemos cierta tendencia a salirnos de los bares, ¿no?
Los Mediterráneos somos muy de bares, muy de calle, muy bullangueros.
Nos gusta salir de bares y salirnos de los bares, pero el espíritu es el mismo: encuentro y celebración de la vida. En USA están esos bebedores solitarios, los Nighthawks que Hopper retrató maravillosamente en su famoso cuadro. El español no es ave solitaria. El bar, el café, es un lugar de encuentro colectivo. Y, sin embargo, ahí tenemos a Santos Trinidad, el protagonista de la película de Urbizu, que sería el equivalente hispano a ese barfly que tan bien representó Mickey Rourke en El borracho. Y por eso, Santos tiene ese aspecto de cowboy.
-Pero, ¿es cuestión de bares o de alcohol?
No, no. Es cuestión de bares. Los bares son un estado mental. Al menos, los buenos bares condicionan el estado mental de las personas, con independencia del alcohol. ¿Cuántas veces no has asomado la nariz por la puerta de un bar y te has dado la vuelta, sin entrar? No sabes la razón, pero ese local no te da buenas vibraciones y te vas. En el cine, pasa igual.
-Hablas de estado mental y, no sé por qué, pienso en los grandes bebedores del Hollywood de antes: Sinatra, Bogart, Clift, Dean, Monroe, Taylor… Tengo claro que ellos/as bebían por exigencias del guión en la pantalla, pero fuera de esta, ¿por qué lo hacían?
Es que en aquellos tiempos la vida y el arte iban más de la mano y el sistema de estudios propiciaba esos encuentros y esa vida nocturna.
-Imagina una distopía: Un mundo en el que al nacer te dan a elegir entre los bares y el cine para siempre. No podrás cambiar tu opción y te verás atado a tu decisión para siempre. ¿Qué eligirías? (no me salgas por la tangente)
El cine, el cine. Siempre el cine. En buena parte de las películas hay bares… pero no podría renunciar a las aventuras, los viajes, la fantasía, la ciencia ficción, el western. Y todo eso está en las películas. Recuerdo a Cabrera Infante, cuando le preguntaban ¿Cine o Sardina? Y siempre elegía cine.
-En tu nuevo libro te trasladas a África, ¿qué ha supuesto ese continente para la industria cinematográfica?
Dos cosas, fundamentalmente: un escenario para el desarrollo de grandes aventuras y un lavadero de conciencias.
-¿Fue un refugio agradable o sólo barato para “la Industria”?
África es, por una parte, ese marco incomparable, por usar la expresión, con toda su carga peyorativa. Es ese escenario majestuoso y salvaje en el que las personas se ven empequeñecidas y, sobre todo, al estar fuera de su ámbito natural, les permite dar rienda a sus pasiones, las más altas y las más bajas. Muchas películas utilizan la libertad que transmite el continente más salvaje del mundo para contextualizar a sus personajes y explicar su comportamiento. Ejemplo, Mogambo, que es una palabra swahili que significa «pasión».
Rodar en África es caro y costoso. Por eso, muchas de las películas «africanas» se filmaron en estudio. Pero las rodadas en África exudan una magia especial. Y, en muchos casos, los rodajes se convirtieron en auténticas aventuras, como bien nos enseñó Cazador Blanco, Corazón Negro respecto a La reina de África.
-Pero ese marco incomparable, usando también la expresión, fue utilizado, como lo hicieron con el Lejano Oeste y los indios, para señalar la diferencia entre la “bondad” del blanco y la “maldad” o la inferioridad del negro?
En la época dorada de Hollywood, el negro no existía. Era sirviente, porteador, etc. Pero, con pocas excepciones, su presencia era inexistente. No llegaba a ser ni una amenaza. Después, películas como Zulú o La presa desnuda, convierten al nativo en una persona orgullosa, que está en plano de igualdad con el blanco. Y, en el siglo XXI, con la irrupción de lo políticamente correcto, llega a haber un cierto paternalismo. Hay una frase de Diamantes de sangre en que Danny Archer, un blanco interpretado por Leo Di Caprio, le dice al personaje negro: «Sin mí, no eres sino otro africano más». Una descripción muy ajustada a la realidad, por desgracia.
-¿Tiene Hollywood piedad con algo?
Sí. Gracias a Hollywood, conocimos las historias de Mandela y de Biko y de su lucha contra el Apartheid. O hemos conocido las terribles matanzas de Ruanda, a través de files como Hotel Ruanda o la estremecedora Matando a perros. Además, el estreno de Memorias de África y su arrollador éxito convirtieron a Kenya y Tanzania en destinos turísticos masivos, lo que redundó en un importante crecimiento del PIB de ambos países. Y la propia Diamantes de sangre sirvió para poner en marcha una campaña internacional de concienciación sobre el tema. Sí. El cine y Hollywood pueden hacer mucho bien.
-Dejando a un lado que no tengo muy claro que convertirse en “destinos turísticos masivos sea bueno”, sé de buena tinta que has preparado un adelanto, ¿podemos conseguirlo en algún sitio? ¿Para cuándo está previsto el lanzamiento del libro?
Carmen, como española, ¿qué vamos a decir nosotros del turismo, como fuente de ingresos? Siempre que se haga con respeto claro. Hablar de «masivo» con respecto al turismo en África ha sido excesivo. Lo cambiamos por «conocido», que es más ajustado a la realidad.
El libro, espero, estará en primavera en todas las librerías. Está terminado, y en proceso de maquetación. El título será: Cineasta Blanco, Corazón Negro. ¿Te gusta?
-Me gusta mucho, aunque no sé si es del todo cierto, o solo políticamente correcto.
Bueno, es interesante que, tras filmar películas en África, muchos actrices, actores y directores han continuado luego con una labor altruista y solidaria. ¿Pose? En algunos caso, puede que sí. En otros, no. Audrey Hepburn, después de rodar Historia de una monja se convirtió en embajadora de Unicef y Sigourney, tras Gorilas en la niebla, se ha convertido en una firme defensora de los primates. Sí. Hay corazón en Hollywood.
-¿Por qué y cómo se te ocurrió fijarte ,no en el cine de un autor concreto, sino en algo puntual, los escenarios?
Porque no soy un estudioso, sino un aficionado. Y porque esta forma de trabajar permite ver y hablar de muchas películas diferentes entre sí, cambiar de género y de registro. Pero en el caso de África, creo que el lector puede aprender mucho, no solo sobre la historia del continente, sino sobre cómo el cine condiciona nuestra forma de ver y entender la historia. De hecho, muchas de las cosas que creemos saber sobre determinadas personas, países, sociedades, etc., las hemos «aprendido» a través del cine. Véase el ejemplo de Lincoln, actualmente en cartel. Millones de personas, hablarán de ese personaje histórico y solo sabremos lo que nos ha contado Spielberg.
Puedes conocer algo más de Jesús Lens visitando su blog:
@de la foto de Jesús Lens, Laura Muñoz Hermida.