Un viejo y vitalista hincha
Por Luis Borrás
Medardo Fraile. A media página. 267 páginas.
Huerga & Fierro editores. Madrid, 2012.
Me gusta pensar que somos capaces de escuchar. A los jóvenes por su ímpetu y su vitalidad. A los viejos por la experiencia de lo vivido; su sabiduría. Seremos necios si sólo escuchamos a unos y despreciamos a los otros. Medardo Fraile es un escritor que a estas alturas no necesitaría de presentación alguna, pero por si algún despistado no lo conoce de él se puede decir que pertenece a la Generación del 50 o del Medio Siglo junto a Marsé, Martín Gaite, Sánchez Ferlosio, Matute, Fernández Santos, Aldecoa o García Pavón. Medardo empezó como autor teatral y se puso a escribir cuentos o relatos –igual que Antonio Pereira- cuando nadie o muy pocos lo hacían en España. Precursor y maestro. Con eso bastaría.
A media página es un libro que se podría catalogar dentro del ensayo; pero por el autor, por gran parte de su contenido y por los lectores habituales y fieles de Medardo, creo que situarlo en esta sección del cuento es más apropiado. A media página es una recopilación de más de doscientos artículos que se publicaron en una columna de treinta líneas en el suplemento literario del diario “Córdoba”, y que se dividen en cinco apartados que por el título ya son una declaración de su contenido: “Cartelera de España”, “Los españoles como problema”, “Confidencias inofensivas”, “Saldo de reflexiones” y “La obra y su gente”. En todos ellos Medardo reflexiona libre y brevemente de todo lo que le apetece, interesa, conmueve e inquieta. De lo filosófico: “Ya Pascal nos dijo que hay dos excesos: excluir la razón y admitir sólo la razón”; y de lo humano: “Los científicos nos aseguran que el Misterio está en camino de resolverse. Anunciarnos eso como victoria es lo mismo que anunciarnos la destrucción del hombre. El día aciago en que lo sepamos todo –que afortunadamente, no llegará nunca- será la víspera de la Gran Tragedia, del Gran Bostezo, del inconmensurable Aburrimiento del que no nos va a salvar ni el ajedrez”, y siempre con el valor añadido de su prosa precisa, rica y exquisita. Como se dice en la “Introducción”: “A media página es, a su modo secular, un breviario, un estímulo fácil para recordar, buscar o pensar, una constancia del conocimiento propio y ajeno, un libro para creérselo o para discutirlo sin acritud y alguna cosa más que el lector pueda encontrase en él”.
En estos artículos de Medardo están la noticia actual, el pasado y lo clásico, lo imperecedero; el gusto y pensamiento personal, la opinión compartida y tal vez polémica; el recuerdo y la novedad, un siglo pasado y uno nuevo, un estímulo para la lectura y un índice onomástico –de la A a la Z- que ocupa siete páginas. Las inquietudes de un hombre de ochenta y cinco años que nunca ha dejado de interesarse por la cultura y en los que se posiciona: “Tal y como está el mundo, la riqueza sin freno, la pobreza hambrienta” y demuestra su inteligente independencia al hablar de “Koba el Temible” y “Perro callejero”, de Martín Amis, y decir que “podemos dar la razón a Ehrenburg en muchas de sus páginas anticapitalistas y, si pensamos en el desprestigiado comunismo, quitarle la razón en muchas páginas”.
Artículos en los que algunos, por cercanía, nos quedaremos con lugares míticos de Madrid como las Cuevas Sésamo, la taberna de Antonio Sánchez y el Café Gijón, y con un artículo subrayado: “Suelo ver a José María Merino de tarde en tarde en el vetusto Café Comercial de Madrid, lugar de noviazgos humildes y viejos y nuevos pinitos literarios acallados por la bulliciosa menestralía fuencarralera. Allí iban Aldecoa, Ferlosio y algún otro a oír la cháchara de Eusebio García Luengo, que era un dignísimo bohemio obsesionado por el teatro y el más cortés Ambrosio de Spínola de las Letras; un escéptico original lleno de humor cuya charla atraía más que su pluma”.
Pero más allá de la opinión y el pensamiento lo que nos interesa en Fraile es lo literario. Desde lo genérico: “Los libros en los escaparates son ahora flor de un día” y los best seller:“con el protagonismo del marketing y su avalancha de libros que rebasa nuestra capacidad de lectura, no puede ser más seguro que ni están todos los que son, ni son todos los que están. La rebusca y el criterio personal son más necesarios que nunca” hasta lo expresivo y su forma de escribirlo: “Orillamos la única luz que nos volvería sabios para continuar satisfechos bajo una bombilla”.
Desde la verdad de la memoria: “Ni la Historia deja nunca de ser controvertida ni las memorias son del todo fieles a los que ocurrió. Ficticias o no, son más interesantes, por supuesto, las memorias no angélicas, las que están adobadas con cierta agudeza y una dosis sensata de maldad”, hasta lo personal y revelador: “Poco después de los veinte años, compré un libro de cuentos de Catherine Mansfield, editado en Santiago de Chile. Yo no sabía quién era esa escritora y no había leído aún a Chejov. Los cuentos de ella me descubrieron lo que yo quería escribir y nadie escribía entonces”.
Desde el lector de poesía: “Entre desilusionado y orgulloso suelo decir a los que no nos conocen que, en España, hay más poetas que piedras. Desilusionado, porque son tantos que no pueden ser todos buenos o grandes. Orgulloso, porque en los países sin poetas sólo hay contables” hasta el admirado cuentista: “La materia con la que el escritor enriquece el banco de su memoria es el ser humano y su mundo. Un escritor no se aburre jamás en la terraza de un café”
Porque los que leemos relatos encontraremos en la lista de lecturas y recomendaciones de Medardo nombres conocidos y admiración compartida: Hipólito G. Navarro, Víctor García Antón y Muñoz Rengel. Nombres de escritores –españoles e hispanoamericanos- desconocidos que apuntar –con la vergüenza del ignorante- en nuestra lista de pendientes y necesarios: Alfonso Martínez Mena, Angelina Lamelas, Manuel Vargas y Enrique Jaramillo. E incluso nombres conocidos con los que estar en desacuerdo con su apreciación: Ángel Zapata y Miguel Sanfeliu.
Porque los que leemos relatos encontraremos la experiencia del maestro: “Escribir cuentos no es sólo contar una historia. Contar una historia es cosa de antes, cuando los relatos carecían de entidad y misterio, algo que toda creación literaria ambiciona y consigue pocas veces”; su opinión: “A la lengua como juego yo prefiero la lengua como vehículo, la que nos hace viajar provechosamente de un sitio a otro”; y su consejo: “El francotirador de la cultura tiene poco que ver con el que obedece al signo de la constancia”.
Los poseídos por y los aprendices de todo esto le agradecemos que sea un viejo hincha entusiasta, sabio, vitalista y sereno. “El deporte y el turismo son hoy en día las superficialidades imperantes. Faltan hinchas de la cultura y es evidente que nos sobran hinchas del deporte”.