Escena

Entrevista con El Brujo: "Desde que el Papa dimitió, me cae mejor"

Por Meritxell Álvarez Mongay

Tiempo ha, cuando el Teatro Cofidis se llamaba Alcázar y vedettes como Lina Morgan o Celia Gámez triunfaban en las revistas de musical, era usual que un cómico  bien dotado se encargara de entretener al público entre variedad y número. Y entretener al público es lo que hace cada lunes Rafael Álvarez, El Brujo, aunque su espectáculo –Cómico– dure algo más que aquellos antiguos sketches de diez minutos.

Cómico, El Brujo“Es muy difícil mantener a la audiencia riendo permanentemente durante hora y media”, confiesa. ¿Alguna estrategia? “Bueno, el gag en sí es una técnica… Lo que pasa es que aparte hace falta tener el don de la comedia.” Y hay gente que lo tiene, y gente no. “A mí Jerry Lewis siempre me fascinó…, y Groucho Marx… ¡Y Chaplin, sobre todo Chaplin!, porque Chaplin unifica la comedia con el lirismo, con la poesía más tierna y, a veces incluso, con una profundidad mística. Tiene una sensibilidad exquisita con un punto de risa.” ¿Y en el mercado español? “Me he reído mucho con Gila. Mucho muchísimo… También Tip y Coll eran una pareja que me gustaba mucho… Millán, de Martes y Trece, tiene un aire enloquecido con el que empatizo… Y luego está un tipo que tiene mucho talento para la comedia, Santiago Segura, lo que ocurre es que la temática en que vierte ese talento a mí no me gusta; al contrario, en algunos casos me causa cierto rechazo…” Conclusión: “Honradamente, ahora mismo, que estén en activo, no me gusta ningún cómico español.”

Quizá, por ello, los clásicos no pueden faltar en su repertorio teatral: hace nada, estaba con La Odisea en los Teatros del Canal (en agosto, Homero volverá al Teatro de la calle Alcalá); Las mujeres de Shakespeare arrasan allá donde van; pero, por encima de El Lazarillo, de San Francisco y de Pícaros y Místicos, el predilecto de Rafael Álvarez es El evangelio de San Juan. “Jesús me parece motivo suficiente para fascinar a cualquiera que busque nobleza, idealismo, heroísmo, firmeza… Y todo ello combinado con la más exquisita alta dosis de poesía.”

En una ocasión, le invitaron desde el obispado de Málaga a representar el Nuevo Testamento en su catedral, joya renacentista que los Reyes Católicos ordenaron construir sólo conquistar la aljama de un solar. “Fue una experiencia poderosa”, recuerda. En el techo del Cofidis, la vista puesta. “Es como seis o siete veces esta altura… ¡Grandiosa! ¡Había dos mil personas! Y eso impone…” Más si quienes se tienen que tronchar con las escrituras sagradas llevan sotana y ocupan los cargos más elevados de la jerarquía eclesiástica.

Y hablando de altos cargos… “¿Lo del Papa? ¡Me encantó! Desde que dimitió, estoy reconciliado con él: lo veo más humano y me cae mejor.” Si su antecesor llega a saber que despertaría tantas simpatías retirándose al Mater Eclesiae… “Juan Pablo II eligió su camino y su forma de entender el sacrificio, pero éste me ha parecido inteligentísimo–opina–. Lo que es tremendo es lo que dijo el cardenal secretario personal del otro Papa: “De la cruz no se baja”, ¡fíjate qué fuerte!”

En el Gólgota, al rey de los judíos le dirían algo parecido… “La Iglesia ha hecho de la cruz lo central de la religión, cuando lo esencial no es que lo crucificaran, sino lo que él predicaba –señala–. La cruz sólo es una tortura y una barbaridad, un suplicio ante el cual Jesús respondió de una manera ejemplar.” No se sabe de ningún discípulo que le oyera rechistar –más allá del “¿por qué me has abandonado, papá?”–. Él continuó allá en lo alto, hasta su último aliento, sin renunciar al cargo; aunque también es verdad que el Mesías estaba hecho un jabato: no tenía diabetes, ni hipertensión, ni artritis, ni incontinencia urinaria, ni insomnio, ni problemas de visión. “Si Jesucristo se bajara de la cruz, le dirían: ¡Sssht! Súbete arriba que, si no, no nos sirves.”

Pero no todas las sotanas están cortadas por el mismo patrón, y, junto a los sacerdotes que “se suben al púlpito y hablan de una manera amuermante”; están los que podrían participar en el Club de la Comedia con Eva Hache. “Dentro de la Iglesia, hay un montón de Iglesias. Incluso dentro del Vaticano, parece que hay ciento y pico, o más, de Vaticanos –asegura quien, cuando no ejercía de monaguillo, de niño, juagaba a ser obispo–. Y con esto quiero decir que cada cura es una forma distinta de entender la religión, que Dios no es un muermo y que hay muchísimos curas divertidos.”

Sin embargo, algo deben de hacer mal estos showmans cuando las recaudaciones del cepillo, este año, han descendido. Y no sirve de excusa la recesión, pues, según datos del Instituto Nacional de El Brujo, “en 2012 hubo 16 millones de espectadores en el teatro en España. En 2012 –repite–, que es ya el año fuerte de la crisis. ¡Es muchísimo!”, dice. Hagamos una comparación para visualizarlo mejor: “Si quitas del cine La jungla de cristal, Lincoln y todas las películas americanas, y te quedas sólo con el cine español, ¡ni la mitad de gente tienes en las salas!”

Con todo, no son precisamente los políticos quienes engrosan los índices de audiencia en las artes escénicas. “Ellos no van al teatro. Ni al teatro ni al cine, creo yo. No tienen tiempo para nada más que para maquinar.” ¿Cuál de ellos protagonizará esta semana su sketch de actualidad? “Pues no lo sé, me he levantado muy tarde y no he leído los periódicos hoy… ¿Bárcenas o Urdangarín: ¿quién toca de los dos?”

Cómico.

 

Cómico

Actor, director: Rafael Álvarez, El Brujo

Lugar: Teatro Cofidis Alcázar

Horario: Todos los lunes a las 20.30h

Duración: 90 minutos

Precio: Desde 20 euros

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