¿Qué más da? Si es mujer…
Por JUAN LUIS MARÍN. Hace unos meses, lamentábamos la muerte de una atleta olímpica que se ahogaba en su intento por alcanzar la costa… y la esperanza de conseguir una nueva vida.
Ahora sale a la luz la historia de otra mujer. También olímpica. De voleibol. Con la India. Que en 2010 fue a comisaría para denunciar a un vecino que le debía 40.000 rupias (unos 600 euros). Y salió de allí como nunca imaginó al entrar: apaleada y violada por el superintendente de policía. Ella se llama Jagjeet Kaur. Él ( mejor, «eso»), Naunihal Singh, o lo que es lo mismo, serás cabrón…
Los datos son escalofriantes: en la India, una mujer es violada cada 20 minutos; al año, 100.000 son quemadas vivas; 125.000 mueren por agresión. Y tienen lugar 130.000 infanticidios. Estamos hablando del segundo país más poblado del planeta. De modo que, quizá, solo son números que, estadísticamente, no llaman la atención. Por eso, no es hasta que uno de esos casos se hace público y cruza las fronteras del país, que nos llevamos las manos a la cabeza. Y la mujer maltratada, quemada, violada que no protagoniza la noticia, ya sea india, española, peruana, rusa… Terrícola. Humana. Ella pensará, «¿Y qué pasa conmigo?». Ése es el tema. ¿Qué pasa con ellas? Y, sobre todo, ¿qué coño le pasa por la cabeza a quien es capaz de convertirlas en sus víctimas? ¿Cómo se puede ser tan… inhumano? Sus actos son la manifestación del no ser. Ni merecerlo…
El 16 de diciembre de 2012, 6 hombres raptaron y violaron a una joven estudiante de fisioterapia. 23 años. Causándole heridas que provocaron su muerte. Jyoti Singh Pandey. Así se llamaba. Otra muesca. Otro número. Otra víctima. Hasta hoy, según la estadística, una cada 20 minutos, habrán sido violadas más de 3000 mujeres. Y solo en la India.
Pero nosotros seguimos con nuestra vida. Y ese es el problema. El que es un bastardo, lo es porque nosotros se lo permitimos. Como dice Jagjeet, jugadora olímpica de voleibol, apaleada y violada por un superintendente de policía, «el mundo sufre mucho, no por la violencia de la mala gente, sino por el silencio de las buenas personas».
Ya está bien.
Ha llegado el momento de GRITAR.
Porque seguir callado no es de buenas personas…
Es de cobardes de mierda.