12 Musas
Autores: Manolo Romero, Ezequías Blanco y Diego Mirallas
Ilustraciones: Ángel Aragonés
Editado por: Amargord Ediciones. Año: 2012
Edición rústica, 125 páginas.
Por Mariano García
Si han tenido noticia de ello, las hijas de Zeus y Mnemósine (diosa de la Memoria) se habrán sentido celosas de las doce musas protagonistas del libro del mismo título que se presentó el viernes 18 de enero en el teatro Federico García Lorca de Getafe. El éxito del acto organizado por Cultura Inquieta, con Juan Yuste como maestro de ceremonias, ya se adivinaba antes de su comienzo, no sólo por la afluencia de público, sino por la expectación que había provocado dentro y fuera de los círculos literarios el nacimiento de uno de los proyectos poéticos más singulares que se han gestado en estas latitudes. Se trata, pues, de un punto más a favor de la cultura independiente que la plataforma Cultura Inquieta viene realizando en el marco de su programa de actividades y donde salen vencedores, como no podía ser de otra forma y con muchos puntos de ventaja, la Música, el Arte y la Literatura, con mayúsculas y sin muros que estrangulen su libertad.
No vinieron ese día, a pesar de su divinidad, las nueve musas de la mitología clásica a amenizar con sus cantos y danzas este banquete de poesía sobre las tablas del teatro, pues musas ya había y allí estaban los responsables de este proyecto poético para poner de largo con el público asistente como testigo -muy numeroso, como ya se ha apuntado- el resultado final de esta obra, que es mucho más que un divertimento poético. El mérito ahí lo tienen ganado (publicar un libro es una arriesgada y hasta temeraria empresa, y si es de poesía más si cabe, y más aún si está escrito por tres autores con registros totalmente diferentes; y no digamos nada con protagonistas de carne y hueso, “musas que no brujas”, inspiradoras de los versos, hermosas y culpables todas por dejarse seducir por tres poetas a los que no se les ocurrió otra idea mejor que escribir poemas a su costa).
La presentación del libro, al igual que su contenido, llegó tocada por la originalidad y por el experimento: se puede decir que en Getafe era la primera vez que comenzaba (y terminaba) la presentación de un libro a ritmo de hip hop y break dance: y así fue como los magníficos Neighbourhood Watch con sus rimas y bailes abrieron brecha en la noche literaria del Federico García Lorca. Y no menos paradójico fue (con Manolo Romero, Ezequías Blanco, Diego Mirallas, Ángel Aragonés y Chema de la Quintana ya sentados en la mesa que presidía el escenario) que por unos instantes se hiciera el silencio después de escuchar con un tono altísimo la voz de una cabra, estridente balido que desconcertó al respetable y a los poetas presentes. Decimos paradójico porque con semejante grito caprino parecía que la platea del teatro iba a ser invadida por una bruma de tragedia, aunque se tratase de todo lo contrario: lo tachamos de trágico por aquello de que en la clasificación de la poética de los antiguos clásicos parece ser que “el canto del macho cabrío” equivalía a la Tragedia; pero en estas “12 Musas” lo que el lector disfruta es todo lo opuesto, es una poesía preñada de vida y amable, lírica, amorosa, también cargada de humor y siempre plena de hermosos versos que ensalzan los placeres mundanos y, dependiendo de la pluma, también con alguna ventana abierta a lo espiritual.
Un experimento literario a tres voces
Manolo Romero, Ezequías Blanco y Diego Mirallas son los autores de lo que ellos mismos califican “experimento poético singular”. Tres voces diferentes, enlazadas por las palabras de las musas inspiradoras de sus versos. Gestado en ambientes tabernarios y nocturnos, el libro comenzó fecundándose con las palabras que a las musas se les ocurrieron cuando estos “goliárdicos” (permítase esta expresión que nos remonta a los clérigos vagabundos y los estudiantes pícaros de la Edad Media en Europa, que gozaban de una vida desatada y divertida aderezada con versos y vino y a los que se les conocía por goliardos), estos –decimos- vividores de la noche se sintieron seducidos y las invitaron a ellas a que apuntaran unos cuantos vocablos en un papel para, posteriormente y cada uno por su cuenta, crear un composición en las que esas palabras aparecieran con todo su esplendor lírico. Así nacieron 36 poemas, tres por musa.
Para situar los orígenes del libro, en su intervención Manolo Romero dijo que todo comenzó en el bar del chino Fernando una noche más bien umbría y de frío, hará ya más de un año, cuando Ezequías Blanco y él andaban “pisando el cable” por los garitos de la noche getafense. El poeta cordobés vino a corroborar todas las palabras del zamorano que quedan inmortalizadas en el prólogo del libro: “…le propusimos a una camarera -sin duda nos vio provectos y poco peligrosos en materia sexual y por eso nos hizo tanto caso- que escribiera en una servilleta unas cuántas palabras -las primeras que se le ocurrieran- y sobre esas, otras… De manera que nos tejió un abanico de “verbos” espontáneos con comentarios jocosos de los tres en los interludios que hicieron que saliéramos de allí con el cable bien pisado y con la promesa de que a la semana siguiente le llevaríamos un poema cada uno construido sobre la hijuela de sus palabras. Y así fue. Nos gustó el juego y, a partir de ahí, fuimos de .garito en garito buscando musas. “Ésta no vale para musa”. “Esta sí…”
Y ahí es nada… Ese proyecto ha servido, asimismo, para asistir al nacimiento de un nuevo poeta: Diego Mirallas, “El Mamporrero”, quien –asegura Ezequías Blanco en el prólogo- “no había pensado nunca en escribir un poema y, gracias a este juego, se nos ha revelado con una gracia verbal tan insólita –ese escribir como se habla-, con una irreverencia tan divertida y tan desenfadada hacia la sacrosanta y rancia poesía y sus poetas, esclava de ciertas formas y cultivada por tantos sin ningún talento poético, que a Manolo Romero y a mí, con más oficio en este campo, nos ha deslumbrado”.
En la presentación del día 18 de enero, Diego Mirallas, con el desparpajo de un letrado y el conocimiento de un historiador, llegado su turno, no dudó en calificar –además de “hermanos de copas” – a los dos poetas compañeros del libro como “colosos” de las letras castellanas y, aunque pretendió excusar sus versos ante la grandeza de la poesía de los maestros, no pudo eludir lo evidente, porque él ya estaba “fichado” como poeta de nuevo cuño. Y ahí queda.
Diego Mirallas, católico tridentino, durante su turno de palabra, hizo algo hermoso en la tarde del viernes 18 de enero: además de mostrar sus más sinceros respetos hacia las “musas” y compañeros, regaló a los lectores que allí estaban congregados una lección sobre la carnalidad en el arte de la poesía: más que palabras, los versos se hacen carne, el poema respira pero también suda, se transforma en mujer en todo su esplendor (y por qué no, visceralidad), y nos descubre lo más íntimo y profundo de la femineidad. Los versos rasgan la noche con olor de mujer.
Por su parte, Ángel Aragonés, respetado artista plástico, ilustrador del libro, no dudó, cuando le tocó el turno de palabra, considerar al libro como algo importante, de mucha repercusión, palabras éstas ratificadas por el editor Chema de la Quintana, quien acertó calificando a la obra como “juego de juegos”.
Mujeres musas, cómo no, ese era el proyecto que se pergeñó en la noche. Los tres poetas han construido un libro gracias a la cortesía de doce mujeres que “aceptaron” el juego de escribirles palabras en un papel. Y ahí están las doce, muy diferentes las unas de las otras, pertenecientes a ámbitos distintos y con diferentes inquietudes existenciales y culturales, todas de honda y amable personalidad, pilares sólidos de la arquitectura de este poemario experimental. Y celosas de ellas deben estar Calíope, Erato, Talia o Polimnia… aquellas diosas clásicas, hijas de Zeus y Mnemósine.
Lectura de poemas y colofón
La fiesta literaria habría quedado coja y manca sin la obligada lectura de algunos de los poemas del libro: Y subieron a escena dos de las musas, bellas criaturas que confirmaban la verdad del poemario, que leyeron sus versos con el candor que solo puede tener una musa. La lectura de éstas fue alternada con las moduladas voces de la actriz Ángeles Delgado y del también poeta Matías Muñoz quienes, concentrados en el papel de rapsodas que les tocó, embriagaron la platea con algunos de los versos más hermosos de este singular ejercicio poético.
Y el colofón lo puso el poeta Cristóbal López de la Manzanara, dando lectura a un bellísimo texto titulado “La ciudad de las palabras”: haciendo uso de los recursos literarios y echando mano a la imaginación, recreó como si de un relato se tratara la aventura del poemario desde su gestación con gran acierto y no menos sentimiento. Para complementar su intervención en el acto, quiso ilustrar sus palabras con una proyección también de su creación en la que, a modo de jeroglífico, iban apareciendo en una pantalla gigante una serie de imágenes y símbolos perfectamente combinados que invitaban a identificar tanto a las musas como a los autores del libro. Entresacando fragmentos de su elegante discurso, habló López de la Manzanara sobre Manolo Romero: “Tan buen poeta como aficionado al arte de Cúchares, fue el alma mater de este libro comunitario, partiendo de la idea de Ezequías que se puede considerar el teórico de la magnánima aventura”. Y apuntó sobre Ezequías Blanco: “Ezequías amigo del ritmo perfecto y del verso de sílaba impar en arte mayor como manda la elegancia y la cátedra de Lengua y Literatura del instituto Matemático Puig Adam, la cual ha capitaneado durante más de una veintena de años, fue arrastrado al precipicio de esta locura estética”.
Y como no puede faltar el tercero en la lid, en su evocación comentó el poeta boticario acercándose a Diego Mirallas:“Se lo tomó tan en serio el director de Cuadernos –Ezequías Blanco es director de la revista de creación literaria Cuadernos del Matemático– que pidió consejo de semejante quijotada al letrado, historiador y amigo Don Diego, pues se trataba de un afamado jurista. Y entendido en las pasiones de la vida. Este, atusándose el bigote a lo Guillermo II, le animó a materializar el juego con las palabras. Ezequías le invitó a Don Diego a participar en semejante trance, le engatusó en este guiso manifestándole que si se enrolaba para la causa poética le contaría un secreto. Don Diego aceptó por dos motivos: por amistad y llevado por la curiosidad de la ‘desveladura’ del secreto en su afán de sonsacar lo descubierto por Ezequías, arte que maneja muy bien como celebérrimo abogado”. ¿Cuál sería el secreto?… El libro ahí está…
Los secretos de la poesía, las mentiras o las verdades de la noche, las copas y la amistad, la literatura o el arte. En fin, se trata de un libro a tener en cuenta, no solo por su carácter experimental, sino por la Poesía que encierra en su interior y siempre por las Musas, las doce: Carmen, Carol, Charo, Chus, Stefi, Evachin, Jacinta, Nuria de Albendín, Nuria de Getafe, Nuria de Madrid, Pilarica y Tere.
¡Enhorabuenaaaaaaaaaaa!