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"Lincolns" de sopor corren por tus venas, ¡joder!

LincolnPor JUAN LUIS MARÍN. Ay, Steven, Steven… No solo te has vuelto  un blando sino que, además, tienes menos chispa que el ojo chungo de Fernando Trueba. Al final vamos a desear que sigas los pasos de tu amiguito George Lucas, nos hagas un favor, y te retires. Porque, cagon tó, el dolor más doloroso, el dolor más inhumano, es ver Lincoln en el cine… sin ser americano.

Parece mentira que quién nos acojonó con Tiburón y nos emocionó con E.T.; aquel que nos subió a la montaña rusa de En busca del arca perdida o nos encogió el corazón con La lista de Schindler… sea el responsable de un ladrillo como Lincoln, donde, entre otras muchas cosas, el sentido del humor que salpicaba tus películas cuando menos te lo esperabas, es más escaso que la mala leche de Papá Pitufo.

Te has olvidado de que el cine es entretenimiento, colega. Y mira que lo entendiste a la perfección en Salvar al soldado Ryan, donde lo que mediaba entre el monumental desembarco y la escalofriante batalla final era un truño de no te menees. Pero, al menos, la balanza estaba equilibrada. Aquí ni siquiera nos brindas la oportunidad de descubrir los horrores de aquella guerra civil entre norte y sur durante la cual sucede la acción. Ni los de la esclavitud, cuya abolición es el eje central de la trama. No. Es como hacer una peli de marcianos… sin marcianos. Porque eso es lo que es, Steven. Una peli. No un documental.

Claro que Daniel Day Lewis está espléndido. Y que Tommy Lee Jones lo borda. Pero, ¿alguien esperaba menos? El mérito de sus interpretaciones, más allá del probado talento de ambos, es tener pasta para pagarles. Sería como sorprenderse por la calidad técnica de Transformers. Es lo mínimo que puede ofrecer (de hecho, lo único).

Sin emoción, sin tensión, sin clímax… Incluso la fotografía de Janusz Kaminski se antoja pobre. Y la música de John Williams, una copia de una copia de una copia…

Atrás quedaron los tiempos en que el estreno de una película tuya, dirigida o producida, era un acontecimiento porque, Steven, ahora despiertan menos entusiasmo que un monólogo de Fernando Esteso… o un nuevo disco de Ramoncín. Te he dado mi última oportunidad. Lo siento. Porque llega un momento en que las pelis malas pesan demasiado en la balanza de tu filmografía: la payasada de Hook, la terrible decepción de El reino de la calavera de cristal, la aburridísima Amistad, la olvidable War Horse, la impersonal Minority Report, la sosez de Always, la desaprovechada Guerra de los mundos, la incomprensible animación de Tintín, la infantiloide Parque Jurásico

No eres digno del más mínimo aplauso… porque no nos merecemos tu desidia. Aburguesamiento. Cobardía. Y soberano aburrimiento. Que nos cuesta un ojo de la cara. Lo peor de todo, las 12 nominaciones al Oscar. Lo siento por tus actores, pero mereces que te ocurra lo que con El color púrpura. Que no te lleves ni uno. Y salgas de allí con el rabo entre las piernas. A ver si espabilas. Despiertas. Y le echas un par… De algo.

Lo que conseguiste con un puñado de pelis a finales de los 70 y principios de los 80 no puede ser casualidad.

Así que dinos, Steven, ¿se puede saber qué cojones te pasa?

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