documentales, la poética de la información

 

Anna Maria Iglesia

@AnnaMIglesia

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A pesar de haber transcurrido dos décadas del debate acerca de la representación y la recreación protagonizado por Claude Lanzmann, director de Shoah, y Steven Spielberg, la pregunta acerca de los límites de la reconstrucción artística y, sobre todo, acerca de los límites del documental cómo géneros de no ficción sigue estando abierta. Si, por un lado, resultaría reductivo condenar, como en su día hizo Lanzmann, la ficción que reconstruye situaciones, por trágicas que éstas sean, de las que no se tiene testimonio, por el otro lado, resultaría teóricamente cuestionable considerar los géneros de no ficción como géneros carentes de reelaboración artística, pues el simple montaje de las escenas implica un posicionamiento crítico por parte del director así como la esplicitación de la perspectiva elegida.

Más allá de estas disquisiciones teóricas, a través del diálogo entre el género informativo y la creación artística, el documental permite acercar al espectador a contextos distintos, permite mostrar y denunciar realidades y situaciones desconocidas, muchas veces alejadas de la estrecha cotidianidad en la que estamos inmersos. El documental es un género ensayístico que no renuncia a la poética, es el género que no tiene márgenes temáticos ni temporales que lo delimiten, pues escapa de la frenética actualidad a la que está condenada la prensa diaria y los telediarios y, a la vez, no debe dar cuenta a la inventiva. El documental no responde a la inmediatez, no responde a lo nuevo o a lo temáticamente original, en palabras del director coreano Seung-Yun Ji, “la función del documental es la de mostrar aquello que no se ve”, a través de la cámara “el director ve aquello que no se ve”.

Ausentes de las grandes salas de cine, el documental parece esconderse de los ecos mediáticos que, sin embargo, acompañan, a veces de forma inexplicable, las grandes producciones cinematográficas. Escondidos tras el gran telón de lo mediático, los documentales se han abierto camino en la pequeña pantalla, Televisión Española y, sobre todo, Televisió de Catalunya han apostado por este género que, aun siendo minoritario, atrae a una audiencia nada desdeñable, a unos espectadores que buscan en la televisión algo más de lo que se les ofrece.

Si hace algunas semanas, twitter me recomendó el documental La camisa de Christa Leem, esta mañana twitter me informó de que Los mundos Posibles se podía ver en televisión a la Carta de Televisión Española. Yo ya había visto el film de Eduardo Chapero-Jackson, a quien tuve el placer de entrevistar hace algunos meses en Madrid, yo ya conocía su film, ya lo había reseñado y, sin embargo, el saber que no sólo se había emitido en televisión, sino que podía todavía verse a través de Internet, me hizo preguntarme  por qué el documental de creación sigue permaneciendo en un discreto segundo plano y por qué pocas son las cadenas que deciden abrir una ventana a este género, una ventana a la que se asoman no pocos espectadores cuando se les ofrece la posibilidad, cuando encuentran en cadenas –y no es curiosidad que sean públicas- esta posibilidad.

 Como señala Jordi Ambrós, director de El documental de Canal 33, en Televisió de Catalunya “se emitía y se emiten buenos programas periodísticos, series divulgativas interesantes, espacios temáticos bien perfilados, docu-soap”, sin embargo, quedaba un territorio por explorar: el documental de creación.  El documental fue la respuesta a este vacío y, tras años de andadura, El documental se ha consolidado como un espacio de referencia en el que es posible encontrar trabajos de procedencia ajena, provenientes del mercado internacional, así como coproducciones entre Televisió de Catalunya y productoras locales. L’Hora del pati, dirigido por Manuel Pérez, es uno de los resultados de esta colaboración; el film de Pérez es testigo de los progresos del pequeño Pau, un niño con trastornos de relación, y, a la vez, es un reconocimiento a la labor de los maestros que, frente a la dificultad que entraña un caso como el de Pau, consiguen una mayor interacción entre Pau y sus compañeros de clase, sino que estos últimos se acerquen a pequeño, que comprendan su problemática y se impliquen para ayudarlo. L’Hora del pati es sólo un ejemplo de lo que espacios como El documental ofrece a sus espectadores; junto al film de Pérez, La Camisa de Christa Leem dirigida por Leonor Miró nos acerca la figura olvidada de Christa Leem, una musa para artistas e intelectuales, que con sus míticas actuaciones y su estilo propio sobre los escenarios –El Molino, La cúpula de Venus, entre otros- fascinó a artistas como Joan Brossa.

Paralelamente a El Documental, Sense ficció, dirigido por Joan Salvat, ofrece los mejores documentales, nacionales e internacionales, a través de los cuales se hace posible reflexionar acerca “de los grandes retos de la sociedad actual”. L’etat daurada retrata la realidad de personas mayores de 65 años, que constituyen, actualmente, casi la mitad de la población en Catalunya; L’etat daurada propone una reflexión acerca de una realidad social tan presente y, en estos días, tan imprescindible para muchas familias como en demasiadas veces olvidada. Hace un par de semanas, Sense ficció, ofreció Grizzly Man de Werner Herzog, un film que reconstruye la vida de Timothy Treadwell, el hombre de los osos, y plantea los borrosos límites que pueden llegar a separar a un hombre de los animales. Junto al film de Herzog, cabe destacar Exit through the gift shop, nominado al oscar en el 2010, este documental sobre el artista de graffiti Banski pudo verse el pasado martes.

De aquí a algunos días se darán los premios Goya, Los mundos sutiles, nominado a la mejor película documental, comparte candidatura con Contra el tiempo, Mapa o Hijos de las nubes, la última colonia. Si la película de Chapero Jackson es una poética relectura de los Campos de Castilla de Antonio Machado donde la fusión de la danza contemporánea con los versos del poeta en la gris y desolada urbanidad, Hijos de las nubes, la última colonia denuncia la situación política del Sahara Occidental, una mirada hacia una realidad tan cercana como ausente de los titulares. Los dos films, así como todos aquellos mencionados anteriormente, son ventanas hacia distintas realidades, desde la política, la sociedad, la poesía o el espectáculo de antaño ofrecen una mirada reflexiva, cuyo sentido, en palabras del gran Juan José Saer, “se proyecta y se expande desde el pasado hacia el porvenir ramificándose en él y produciendo cambios fundamentales en la conciencia de ciertos hombres”.

 Cuando lleguen los Goya, desde las butacas del teatro o desde el sofá de casa, habrá que recordar y hacer honor a aquella categoría que, con la discreción propia de los grandes, premia a todos aquellos directores que hicieron posible que la información se uniera a la creación, a la poética fílmica, en definitiva, al arte de la narración.

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