"Maternidad imposible", de Irene Vilar
Por Layla Martínez.
Desde mediados de la década de los cincuenta hasta finales de los sesenta, el Gobierno de Estados Unidos utilizó a las mujeres puertorriqueñas como cobayas humanas para probar píldoras anticonceptivas que luego usarían las norteamericanas. Estas píldoras, veinte veces más fuertes que las actuales, tenían innumerables efectos secundarios. Los cuerpos se hinchaban y deformaban debido a la incapacidad para asimilar los nutrientes. El pelo se caía. El útero y los ovarios se volvían estériles. Pero en esos años, no sólo se probaron medicamentos, sino también métodos de control de la población. Hacia 1974, el 37% de las mujeres puertorriqueñas en edad fértil había sido sometida a la contracepción permanente en contra de su voluntad. Después del segundo o tercer embarazo, las autoridades del hospital público las amenazaban con retirarles la asistencia sanitaria si se negaban a someterse a la ligadura de trompas. En muchos casos, las mujeres que acudían al hospital por problemas ginecológicos eran sometidas a una histerectomía, una operación que consiste en la extracción del útero, sin que ni siquiera se les explicase en qué consistía el procedimiento o qué consecuencias podía tener para la salud.
La madre de Irene Vilar fue una de esas mujeres. Su aparato reproductor fue extirpado con apenas treinta y tres años, después de que un médico recomendara la intervención por un incremento celular no maligno. Había tenido cuatro hijos, uno de ellos tras la ligadura de trompas, que falló. La operación le hizo caer en una adición a los tranquilizantes y una depresión crónica de la que ya nunca saldría, hasta su suicidio arrojándose de un coche en marcha. Unos años más tarde, su hija viviría una historia muy similar. Una historia de intentos de suicidio y abortos, de depresión y dominación. De un colonialismo que atraviesa los cuerpos para someterlos y disciplinarlos, para construir sujetos adecuados a las necesidades del colonizador, que puede ser una potencia extranjera pero también una sustancia a la que somos adictos o una pareja que no podemos dejar.
Entre los dieciséis y los treinta y tres años, Irene Vilar tuvo quince abortos voluntarios y varios intentos de suicidio. De alguna manera, ese patrón de embarazos y abortos compulsivos la permitía ejercer control sobre su cuerpo, lo único que se sentía capaz de controlar en medio de una fuerte depresión y de una relación basada en el sometimiento con un hombre treinta y siete años mayor que ella. De alguna manera, ese patrón compulsivo era una forma de resistencia. Es cierto que una forma de resistencia dolorosa y equivocada, pero una forma de resistencia al fin y al cabo. Maternidad imposible no es la historia de una víctima. Vilar asume su responsabilidad en todos los abortos a los que se sometió sin culpar de ellos al suicidio de su madre, a la turbulenta relación con su pareja o a la situación de dependencia colonial de su país. Todos esos factores están en el libro y ayudan a comprender las causas que la llevaron a una depresión en la que estuvo inmersa durante diecisiete años, pero en el relato de Vilar no hay un lamento victimista, no hay un deseo de ajustar cuentas con su familia o su pareja de aquel momento. No hay culpa, ni siquiera para ella misma. Hay necesidad de controlar el propio cuerpo, de decidir sobre él. Puede que sea una decisión equivocada, como el que se hace heridas a sí mismo o el que se provoca vómitos después de cada comida, pero son decisiones.
La historia de Vilar tiene paralelismos con la de su madre, atrapada como ella en una depresión y en una sexualidad vacía y dolorosa, pero también con la de su abuela, Lolita Lebrón. Heroína del movimiento nacionalista puertorriqueño, Lebrón entró con un grupo de compatriotas en la Cámara de Representantes estadounidense y abrió fuego. Por ello pasaría más de veinticinco años en la cárcel, hasta que fue amnistiada por el presidente Jimmy Carter. Como la de su nieta, la historia de Lebrón es también una historia de resistencia a la colonización, al control de los cuerpos impuesto desde fuera. Es cierto que son formas de resistencia muy distintas, pero también que una y otra tienen hilos que las unen. Las dos están atravesadas por el dolor, por la rabia, por la dominación. Las dos forman parte de un relato mucho más amplio, de unos hilos que envuelven los cuerpos para inmovilizarlos y amordazarlos. Su abuela nunca entendió la historia que cuenta Vilar en Maternidad imposible, y cuando murió en 2010 la había desheredado por “haber difamado al movimiento nacionalista de Puerto Rico”. Nunca entendió que era otra historia de resistencia.
Probablemente una de las cosas que más llaman la atención del libro es la frialdad con la que ha sido escrito. Vilar cuenta su historia con crudeza, como si la diseccionase en trozos muy pequeños para poder masticarlos. Pero precisamente esa frialdad con la que describe las relaciones sexuales con su pareja, la ingesta de frascos enteros de pastillas o el momento de tumbarse en la camilla del ginecólogo es lo que hace que el libro se convierta en un relato brillante y oscuro al mismo tiempo. Lo que hace que el lector sienta ese dolor, esa vergüenza y esa sumisión que la llevó a ese ciclo compulsivo de embarazos y abortos.
Después de la publicación del libro en Estados Unidos, la autora ha sido atacada por grupos anti abortistas y ha necesitado protección para ella y para su familia. Pero los que han hecho eso no han entendido nada. Maternidad imposible no es un alegato a favor ni en contra del aborto. Vilar no da respuestas porque no las tiene, porque el que ha estado tanto tiempo en el fondo de los pozos no puede dibujar mapas para entrar y salir de ellos. Bajo esa aparente distancia y frialdad con la que está escrito, Vilar nos susurra una historia dura y hermosa, cruel y cálida, que deja al lector con esa mezcla de calma y desasosiego con que nos dejan los buenos libros.
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«Maternidad imposible»
Irene Vilar
Ed. Lengua de Trapo, 2012
296pp. , 17,68 €
hola vi este libro en internet. porque lo busque??.. porque desde que ya no me prostituyo me enferme de depresión ya que mientras trabajaba como prostituta me sometí a 5 abortos soy de religion católica que me ha ayudado a salir del vacio aunque todavia me duele siempre pienso en ello. 5 hijos que tal vez estuvieran con vida, fue excusa ya que siempre decia no puedo ser madre soltera como voy a criar a mi hijo..y no quiero que sean de clientes.
Hola hace tiempo de tu comentario como has superado todo eso