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León Siminiani, nominado a los Goya por "Mapa": "La ironía me protege de mi ignorancia"

 

Por Rubén Romero Sánchez

 

Hay películas sencillas que cuentan grandes verdades, igual que hay películas aparatosas que se derrumban como un castillo de naipes erigido en una bañera. Las primeras suelen pasar desapercibidas y sólo los amantes del cine de verdad, del cine por sí mismo y no únicamente como medio para entretenerse, saben de ellas y las disfrutan. Las segundas son las que aturullan los multicines de los centros comerciales y con las que la gente, cuando las ve en casa, se levanta para ir a mear y le dice a su mujer o a su marido o a la persona con la que la está viendo y a la que se quiere ligar que no, que no la pare, que no tarda nada y que luego le cuente lo que ha pasado.

Mapa es una historia humilde, la historia de una búsqueda, la búsqueda del sentido de la vida, sí, pero también del lugar que ocupa uno en el mundo, la búsqueda de la certeza de que relativizar es bueno aunque nunca lo parezca. León Siminiani (Santander, 1971), conocido cortometrajista dotado con una mirada propia y a contracorriente de lo que se estila por estos lares, desnuda sus miedos y airea sus debilidades de persona corriente en una obra que si la hubiera firmado Woody Allen llevaría masas de enterados a los pocos cines en versión original que nos quedan en algunas ciudades.

Nos reunimos con él en un bar de Lavapiés días antes de que se conozca que Mapa ha sido nominada a los Goya en la categoría de Mejor Película Documental. Siminiani mira a los ojos cuando habla, gesticula, repite la palabra «tío» y es amable. Con eso nos gana. El próximo viernes 1 de febrero se estrena Mapa en los cines. Siempre se dirá que el cine español es una mierda. Pero no lo es. Quizá lo que es una mierda es que consideremos normal que esta película se distribuya minoritariamente y le besemos el culo a Tom Cruise cada vez que viene a España a presentar la película en la que lleva interpretando el mismo papel desde 1994 .

 

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León Siminiani (Foto: Andrea Aguirre)

 

 

– Antes, durante y sobre todo después, en el montaje, ¿te planteas que el público va a ver  una reflexión, combinada con narración, o simplemente verá una ida de olla tuya?

– Que va a ser una ida de olla no me lo planteo, porque como llevo bastante tiempo haciendo idas de olla de este tipo ya estoy acostumbrado. Hay bastante conciencia de la idea de audiencia, del acto de comunicación. La película he tardado cuatro años en hacerla y se ha ido haciendo en el proceso. Cuando llevo dos años con ella, hay un momento en que la película da un quiebro, yendo de la India a España y convirtiéndose de un diario de viaje en la crónica de un desamor o algo por el estilo. A partir de ahí decido que la película va a ser un relato, y por relato entiendo un acto de comunicación, y me importa comunicar de un modo claro. Así, la película, siendo un documental porque lo que cuenta es todo real y no hay puesta en escena, cuando entra en el relato tiene una serie de herramientas que tienen que ver con la puesta en escena que aplico a la realidad. Todo lo que hay en la película es real, pero está tratado para encajar en un relato. Es el equivalente a lo que viene haciendo Cercas en literatura o el nuevo periodismo de Capote o Tom Wolfe, que tiene que ver con trabajar la realidad desde una perspectiva de relato. Si la película no conecta con la gente es un fracaso. En la noción de personaje en esta película encuentro algo para salirme de todos los miedos, trabas y vergüenzas que supone estar contando algo de tu vida. Yo trato de protegerme de ello imaginando que es un relato y que el tío que hay ahí es un personaje. Porque un personaje es algo testable, es un ente narrativo universal, y uno puede testar cuándo un personaje funciona o no. Por ejemplo, el personaje de Ainhoa en la película está tratada como un hada. Para mí en la vida esa chica tiene un efecto parecido al que tiene un hada en un cuento, pero para que sea un hada hay que darle un tratamiento a ese personaje para convertirla en un hada. Yo la esculpo con la palabra y el sonido. Un hada en los cuentos viene a dar un punto de claridad al personaje cuando él no lo tiene, y Ainhoa entra en la película cuando el personaje no tiene claro qué hacer.

– El personaje de la película León Siminiani, ¿pensaba lo mismo mientras vivía la película que el León Siminiani que creaba la película? Es decir, ¿el personaje piensa lo mismo que tú?

– Sí, lo mismo. El cineasta piensa lo que el personaje y otras mil cosas más. A la hora de crear el personaje lo que hago es una selección. Voy sacando todo lo que tiene que ver con el hilo conductor de la película, que básicamente es: conseguir hacer la película y conseguir superar la historia de desamor. En Mapa, el director tratando de hacer une película se convierte en metáfora de una persona tratando de superar un desamor. La película se convierte en una metáfora de la vida. Para mí es lo que sostiene el relato. En el personaje hay miles de cosas en la cabeza, y yo voy quitando la paja para dejar lo que tiene que ver con ese relato. Es como si hubiera dos tramas: la del cineasta que trata de hacer su película y la del tipo que trata de superar que le hayan abandonado. Eso sí está construido. El tono está buscado. Hay una cierta interpretación actoral que tiene mucha elaboración, mucha búsqueda. En su inicio, la película era más distante y más seria, y poco a poco fui acercando el personaje que habla al espectador. Pero creo que esto pasa también en lo literario, en cualquier género autobiográfico. Hay un momento en que es inevitable no ponerte en un personaje; hay que poner distancia, porque si no, cuando te vinieses abajo no acabarías la película. Es necesaria la distancia.

– En esta peli reflexionas sobre el proceso creador, sobre el montaje como proceso narrativo, y sobre el cine dentro del cine, entre otras cosas. Es una obra muy compleja, y sin embargo se hace muy amena y entretenida, creo que sobre todo gracias al humor. No recuerdo a mucha gente que haya hecho lo mismo. ¿Quizá Zelig de Woody Allen?

– Sí, Zelig siempre ha sido muy importante para mí. Pero hay gente que lo hace. Por ejemplo, la obra de Ross McElwee, que tiene un ciclo de cinco películas autobiográficas. Lo que pasa es que él es mucho más Woody Allen, él crea un personaje. Pero para mí que me digas que la película fluye bien es una cosa muy importante, porque tengo la sensación de que el único modo de contar cosas de peso tiene que ver con hacerlo del modo más liviano posible. Yo creía que para contar esto había que partir de una cierta fascinación por el relato: que el modo en que la película te enganche te haga pensar. Que dijeras «joder, parecía una película ligera pero tiene su meollo», en vez de al contrario. Cuando empecé a hacer la serie de cortos como Tránsito, que fue con La oficina, como era un ensayo y tenía un aspecto sociológico o antropológico, fue que no me sentía con autoridad para hablar de eso, pues no era sociólogo ni antropólogo ni nada de eso. Pero yo tenía mis pajillas mentales y mis ideas sobre ciertas cosas, y quería hacer algo con eso. Éntonces estuve un tiempo intentando crear un discurso con eso, pero vi que cualquiera que leyera a Chomsky diría que lo mío se cae; así que empecé a utilizar la ironía, porque ella te permite entrar de lleno en la subjetividad. Desde la ironía me sentí más protegido de mi ignorancia. Yo, por carácter, soy bastante miedoso e inseguro, y a lo largo de los años he tenido que crear mis propios mecanismos para poder enfrentar el acto creativo y cruzarlo. Y el humor empecé a utilizarlo por eso. Y con los años vas aprendiendo de cómo se recibe lo que vas haciendo, y voy afinando la ironía y haciendo de ella un arma. Yo he aprendido esto leyendo las biografías de los escritores grandes, esto de crear tu propio método creativo. O desarrollo una forma personal de hacer cine o siempre haré cine a la manera de. Para mí Mapa es mi intento más ambicioso de crear un espacio propio.

 

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Rubén Romero Sánchez y León Siminiani (Foto: Andrea Aguirre)

 

 

– En Mapa utilizas la música como figura de estilo. Nunca subraya: las imágenes tienen la suficiente fuerza por sí mismas para no necesitar de música que las enfatice. Utilizas la música siempre diciendo que lo estás haciendo: «ahora voy a utilizar esta canción a ver qué pasa».

– Me pongo un nivel más atrás: hago lo que hacen las pelis de ficción pero lo digo, y así desmonto el mecanismo de la narración. Utilizo las letras de las canciones como parte del guión, pero eso es una estrategia del musical clásico. La música produce una emoción determinada, una conexión directa con un imaginario. Tú escuchas ahora la música que escuchabas en los 90 y a lo mejor dices: «pues era bastante mala», pero da igual, pues es parte de tu memoria. Yo quería trabajar con eso, con la capacidad de remover el imaginario emocional que tiene determinada música. Y ahí es cuando lanzo guiños a la gente de mi generación: si para mí esta música tiene algo emocional, pienso que ahí fuera habrá más gente que sienta lo mismo. Es como tirar botellas al mar. Eso es documental. La música la utilizo muy pocas veces como apoyo diegético, pero sí permite crear momentos de intensidad aislada. Por ejemplo, en la imagen de los equilibristas en los andamios, con la música de Jules et Jim, se da una simbiosis que tiene que ver con el cine puro, que es cuando la mezcla de audio e imagen genera algo que ni el audio ni la imagen pueden conseguir por sí solos.

– ¿Qué esperas de Mapa y qué esperas del futuro, en qué proyectos andas metido?

– Ahora es difícil decir qué espero. La película, en los pases que hemos hecho, está siendo bien recibida. Y eso genera un debate entre los cineastas que estamos haciendo cine al margen de la industria, como Andrés Duque, Escartín, García del Pino, Óscar Pérez, Albert Serra, Isaki Lacuesta… Lo de que tenemos que movernos por circuitos alternativos se está dinamitando. Así que lo que espero de la película es que la pueda ver cuanta más gente mejor. Pero soy consciente de que por su formato, por su género, por el lenguaje que maneja, lo tiene muy complicado. Estamos en una especie de aventura. En Amsterdam, Buenos Aires, Sevilla, la gente comunica con la película. Cuando llevas cuatro años trabajando en una película, la primera duda es: ¿esto le va a interesar a alguien? En cuanto a más adelante, ahora estoy metido en intentar conseguir ventanas para la película. Y luego quiero ponerme a trabajar en otro proyecto, que trate de integrar más personajes físicos, que el relato se organice más desde personas que aparecen en cuadro versus ensayo. Esto pasa por crear un mecanismo en el que haya gente desde el principio. Mapa empieza conmigo escribiendo y saliendo luego a grabar, y poco a poco se va yendo a un sitio en el que es la propia vida la que dicta la película. Por ejemplo el accidente: yo tuve ese accidente que sale, y a los dos o tres meses decido que va a estar en la película, y como va a estar será un punto de giro. Así que cuando decido que el accidente entra se ordena toda la película retroactivamente. Las decisiones de qué entra en la película las toma la vida.

 

Ver el tráiler de Mapa

http://www.youtube.com/watch?v=hZgjk1O1gII&list=UUcYVH9vNMp1tqSkhCstO65g&index=1 

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