La maldición de las brujas
La maldición de las brujas. Colección Los Niños Extraordinarios. Victoria Pérez Escrivá con ilustraciones de Claudia Ranucci. Macmillan Infantil y Juvenil.
Prólogo
Esa noche, en una oscura casita cerca de una charca, se escuchó un alboroto.
Aunque, como no había nadie por ahí cerca,
podemos decir que solo lo sabemos nosotros.
Tres ancianas brujas discutían:
Ruinosa Ruin le gritaba a Alma Dura:
-¿Es que te has vuelto loca? ¡Has sacado el espejo!
Agónica Tres exclamaba asustada:
-¿Un ezpejo, un ezpejo? ¿Dónde hay un ezpejo?
Alma Dura las miró muy disgustada mientras
arrastraba un espejo alto como una puerta y cubierto
con una tela negra.
-¡Chist, chitón, pelón de cabeza de tres pelos!
-que era una expresión que quería decir: «Si no
dejáis de gritar os arrancaré los pelos hasta dejaros
calvas».
-¡¡Pero nosotras no podemos mirarnos en un
espejo!! ¡¡Somos brujas!! -insistió Ruinosa Ruin.
Un rayo golpeó la tierra como un puño.
El viento aulló.
La lluvia azotó la cabaña.
Y un relámpago hizo arder un matorral.
Era ese tipo de noche en la que ocurren cosas
malas.
Y Todo Se Va A La Porra directamente.
Alma Dura sonrió y enseñó los dos únicos dientes
que le quedaban.
-Tengo un plan- dijo Alma Dura.
-¿Un flan? -preguntó Agónica Tres que era un
poco dura de oído.
-¡Un plan! -repitió Ruinosa Ruin, aunque eso no
le sirvió de nada a Agónica Tres porque no sabía qué
era un plan.
Ella siempre hacía las cosas sin pensar.
-Es un plan perfecto, pero antes tengo que
investigar un poco -dijo Alma Dura, y ya no volvió a
decir nada más.
Alma Dura tenía un plan
malévolo
y estúpido,
como suelen ser los planes de la gente a la que la
estupidez y la maldad le mata la inteligencia.
Pero un plan no es un plan si no se lleva a cabo,
Como un cuento no es un cuento si no se cuenta.
Aunque hay algunos que opinan lo contrario y
afirman que todas las cosas,
las que existen
y las que no existen,
en realidad andan flotando por ahí…
por el espacio,
o por algún lugar en la imaginación de las personas,
todas liadas,
a la espera de que las descubramos.
(…)