'¿Eres mi madre?', de Alison Bechdel. Psicodramas y exorcismos
Por Rubén Varillas.
Cuando reseñamos Fun Home, de Alison Bechdel, intentamos encontrar un equilibrio entre los sentimientos encontrados que nos generó su lectura. Entre la fatiga intelectual de afrontar un trabajo cuajado de citas literarias y filosóficas, y la irresistible tentación de adentrarse en los traumas infantiles y las cavernas existenciales de una mujer, autora de cómics y lesbiana, para más señas. En Fun Home, Alison Bechdel daba cuenta además de un turbulento entorno familiar y de su relación disfuncional con un padre distante y extremadamente severo que terminó suicidándose. Un exorcismo en toda regla.
Nos llega ahora el reverso de la moneda. ¿Eres mi madre? repasa la relación, también conflictiva, de Bechdel con su madre y de nuevo lo hace desde un tono profundamente intelectual y una narración plagada de citas y referencias librescas (si en Fun Home, la fuente primaria era El Gran Gastby, de Scott Fitzgerald, ahora Bechdel se inclina por una escritora de personalidad compleja e intrincado mundo interior, la británica Virginia Woolf).
Pero ¿Eres mi madre? es sobre todo un cómic psicoanalítico. Hasta ahora habíamos hablado de cómics periodísticos, históricos, biográficos e incluso filosóficos, pero nunca nos habíamos topado con una novela gráfica que hiciera del psicoanálisis su hilo conductor y materia prima básica. La obra como terapia. En este sentido, con todas las justificaciones freudianas (y jungianas) del mundo como parapeto, la relación de Bechdel con su madre es una simple excusa para hablar de sí misma y de sus traumas vitales; su madre es la piñata perfecta sobre la que descargar los garrotazos de todos sus fracasos personales y desajustes de personalidad (como en su día lo fue su padre en Fun Home, para explicar la desestructuración familiar). Resulta curioso que en las páginas del cómic, Bechdel acuse a su madre de haber levantado una cúpula de metacrilato que la aislaba del entorno inmediato, de su falta de empatía maternal, para luego utilizarla únicamente como vía de acceso secundaria en la justificación de todos sus problemas personales. Todo sobre mi madre pero sin mi madre. Lo dicho, muy freudiano todo ello.
Alison Bechdel es una narradora tremendamente dotada y una muy buena escritora, pero tiene un ombligo gigantesco. Es cierto que ¿Eres mi madre? es un trabajo autobiográfico y que toda obra personalista tiende a pecar de cierta mirada autocompasiva, cuando no autoindulgente. A este propósito, son ilustrativas las palabras que la propia Bachdel anota en su diario cuando recibe una carta de rechazo a un relato que había enviado a varias revistas: “Me avergüenzo de mi arrogancia. De hecho, avergonzarme de mi arrogancia no deja de ser otra forma, aunque más enrarecida, de arrogancia”.
Sólo en apariencia, Bechdel se autoflagela por sus carencias emocionales y sus desequilibrios psíquicos, después, limpia su conciencia de autora repartiendo culpas a través de sus viñetas. Lo hace dejando una constancia minuciosa de sus sesiones de terapia (y de su relación con los diferentes psicólogos que ha visitado a lo largo de su vida), sus registros diarísticos y epistolares y sus lecturas sobre el psicoanálisis. El libro se organiza en capítulos que presentan una coherencia temática, más que cronológica, en torno a ideas propias del psicoanálisis (“La madre devota común”, “Objetos transicionales”, “Ser verdadero y falso”, “Mente”, etc.). Cada episodio se introduce a partir de un sueño de Bechdel, que posteriormente da pie a una interpretación psicológica conectada con las vivencias de la autora en la época en que dicho sueño tuvo lugar.
Precisamente, la exposición de teorías psicoanalíticas y la sobreabundancia de citas (con especial referencia a las teorías del psicoanalista y pediatra británico Donald Winnicott) hacen que la lectura de esta novela gráfica sea por momentos farragosa y fatigosa, y que al lector le cueste encontrar un hilo narrativo claro entre las divagaciones interiores de la autora-protagonista y sus constantes digresiones intelectuales. Por otro lado, no es menos cierto que la idea del viaje (interior) que recorre toda la obra genera cierta fascinación magnética que induce al lector en una suerte de trance introspectivo y lo embulle dentro de los procesos reflexivos de su personaje principal. La espiral de los razonamientos de Bechdel, su plasmación gráfica y la onda expansiva de los actos que los desencadenan, crean un efecto de contagio que invita al lector a visitar territorios ajenos y a extrapolar algunas de las conclusiones del texto sobre sí mismo.
Una lectura para esos días en que uno se siente introspectivo, desde luego.