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Mala índole

Por Arcadio García.

portada-mala-indole_grandeMala índole. Javier Marías. Alfaguara, Madrid, 2012. 440 páginas. 19,50 €.

Mala índole reúne los cuentos que Javier Marías había publicado anteriormente en los libros Cuando fui mortal y Mientras ellas duermen. Doce y catorce relatos respectivamente a los que ahora se suman cuatro más. Así pues, treinta piezas integran el libro que el lector encontrará ordenados en dos grupos que aparecen bajo los epígrafes Cuentos aceptados y Cuentos aceptables, relegando a esteúltimo siete relatos, procedentes todos ellos de Mientras ellas duermen, que el autor considera de factura irregular, con voluntad de ofrecerlos debidamente identificados a fin de que el lector, si gusta, se salte su lectura.

El argumento de los relatos que integran Mala índole es variopinto. Obviamente, en tanto que antología no cabe buscar un vínculo que procure al conjunto el aspecto de uniformidad. Tampoco lo habíaenlas ediciones originales, eran relatos, la mayoría, escritos por encargo, y, por tanto, argumentalmente supeditados a esa arbitrariedad. Así, mientras que en Sangre de lanza asistimos a las pesquisas de un crimen perpetrado mediante un arma homicida tan poco convencional como una lanza, en Prismático rotos aparece un singular escolta, descontento y tan locuaz e indiscreto como poco profesional en el desempeño de su trabajo. Una mujer cuya precaria situación económica la aboca a probar fortuna en el cine pornográfico es la protagonista de Menos escrúpulos, y en Un inmenso favor lo es un metódico asesino a sueldo cuyo particular código deontológico incluye una reunión previa con la parte contratante a fin de hacerla recapacitar. Es frecuente la presencia de personajes que aparecen en sus novelas, como el Ruibérriz de Torres de Mañana en la batalla piensa en mí, protagonista aquí del cuento que da título al libro, Mala índole, una historia que transcurre en Acapulco, durante el rodaje de una película de Elvis Presley. No faltan los relatos de fantasmas, una figura literaria por la que Javier Marías siente una predilección especial. Aparece en No más amores, un homenaje confeso a la película preferida de Marías, El fantasma y la Sra. Muir (1947), de Joseph L. Mankiewicz. O el fantasma que narra Cuando fui mortal, a mi juicio todo un hallazgo en tanto Marías lo concibe depositario de unas cualidades que no se limitan a las de un fantasma al uso, sino que posibilita que asista y presencie y casi vuelva a sentir todo aquello que nuestra naturaleza mortal nos impide: conocer las maledicencias, y las maquinaciones y la traición de las que sin saberlo fuimos víctimas mientras vivíamos, incluso por parte de aquellas personas de cuya integridad y lealtad nunca hubiéramos dudado, en rigor una suerte de estigma que Marías trasladó del terreno de lo fantástico al de lo real en Tu rostro mañana, pues ese constituye, al fin y al cabo, el talento natural por el que Deza, su protagonista y narrador, es reclutado por el Servicio Secreto británico: poseer la habilidad de vislumbrar y predecir en el rostro de las personas las insidias que serán capaces de perpetrar en el futuro.

Tanto en sus novelas como en los relatos, Marías es un escritor que más que narrar reflexiona, se expresa en prolijas digresiones que dejan en suspenso la narración principal, si es que en su caso se puede hablar de una narración principal y otra secundaria, y no forman todas ellas partes de una composición general que tendría como principio fundamental la pura especulación, en el mejor sentido del término: la interrogación retórica de índole intelectual de la que el lector participa como si asistiera a las reflexiones de un narrador sumamente indeciso que constantemente reclama el auxilio del lector a fin de resolver esas indecisiones. La de Javier Marías no es en absoluto una escritura neutra con voluntad de pasar desapercibida y prestarse sin más a la tarea de dar a conocer una historia. O no lo es en la medida en que lo es la de cualquier otro escritor que se expresa mediante una prosa que no reclama sobre ella la atención constante del lector que, en cambio, sí parece reclamar la de Marías. Una escritura que encandila, que engatusa y seduce como solo lo hace la de esos autores cuya principal virtud reside en poseer un estilo que los identifica de inmediato.

 Los narradores de Marías no delegan en los personajes la responsabilidad de explicar la historia sino que su voz es una presencia rotunda y hegemónica y presente en todo momento y, por tanto, relega el discurso de los personajes a un segundo plano. La voz del narrador prevalece por encima de cualquier otra consideración, aunque vaya en detrimento de una de las más viejas convenciones de la narrativa: que los personajes se expresen en función de su condición social o profesional.

Así, la reedición de los cuentos de Javier Marías constituye una excelente oportunidad para los lectores que se acerquen por primera vez al autor de Corazón tan blanco, pues se asomarán a un escritor indispensable de voz personalísima cuya forma de narrar resulta poco menos que adictiva. Constituye, asimismo, la excusa perfecta para que los que ya conocen su obra dejen de aplazar por más tiempo la relectura sus relatos, bien para comprobar la evolución que ha experimentado la escritura de Marías en el decurso de estos años, bien para constatar que en ese conjunto de relatos ya se anticipaba alguna de las obsesiones del Javier Marías de Tu rostro mañana.

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