Maridos y mujeres: ¿A quién le apetecen perdices para cenar?

Por Meritxell Álvarez Mongay

Aparentemente, todas las parejas que van a ver estos días Maridos y mujeres al Teatro de La Abadía son parejas felices. Aparentemente felices. Él detesta a Woody Allen. No le gusta ni como saxofonista ni como comediante. Si ni siquiera me gusta el teatro… ¿qué hago aquí? Será que no hay días para salir… ¿Acaso le digo yo de ir al campo cuando echan CSI? Pero ella no tiene miramientos en proponerme una noche de teatro cuando se la juega el Madrid. Ya te puede advertir la mujer del tiempo que una ciclogénesis explosiva nos ataca desde el cielo, que si a ella se le antoja un plan –cariño, he conseguido las últimas dos entradas que quedaban, y luego he reservado para cenar–, ni vientos huracanados ni bombas meteorológicas la podrán parar. En fin. Mejor sonreír.

La acomodadora les acompaña hasta uno de los mullidos sofás que, rodeando el espacio escénico, actores y espectadores compartirán. Se despereza y se arrellana en el diván, como si estuviera en su propia sala de estar. El ojo de su otra mitad, por un momento, le querría matar. ¡Espérate a que lleguemos a casa para bostezar! No te enfades, mujer, yo sólo te quería abrazar… Pero lo que hace es apoyarse en ella como quien pide una cerveza en la barra de un bar. Al día siguiente, le habrá provocado un cuadro de tensión cervical. Aun así, desde aquí, parecen una pareja feliz… Tan feliz como los protagonistas de Husbands and Wives, la película que Álex Rigola ha adaptado para seis actores y un escenario, y que se representa en Madrid hasta el 24 de febrero, con el Día de San Valentín apropiadamente en medio.

Maridos y mujeres

“No es cualquier texto de Woody Allen –declaraba en rueda de prensa el director–… Para mí, es de los mejores textos que tiene. De hecho, me parece que ganó el Oscar al mejor guion.” Estuvo a punto; pero, al final, lo que se llevó a casa fue una máscara BAFTA. En cualquier caso… “Es uno de los guiones más sólidos de su carrera. Nunca antes nos habían contado las relaciones de pareja de esta manera.”

Todo empieza cuando José Luis y Alicia –estupendos Israel Elejalde y Elisabet Gelabert– quedan con Álex (Luis Bermejo) y Carlota (Nuria Mencía) para ir a cenar y les anuncian – ¡oh, horror! –que se van a divorciar. Ella es frígida en la cama y a él no le gusta Bach, ¿por qué tendrían que aguantarse más, si el cariño y la pasión quedaron ya tan atrás?

“Nos hemos educado con películas de Walt Disney desde pequeños, y después te encuentras con una realidad que no es «y fueron felices y comieron perdices»…” Más que nada porque, comer cada día perdices, cuando llegas a las Bodas de Plata, por muy buenas que estén, ya cansa. “Siempre se habla de ese periodo de excitación sexual y amor, donde las neuronas no están colocadas y vives como elevado un metro del suelo.” De allí el atontamiento, hasta que los enamorados consiguen aclimatar sus cuerpos. “Pero Woody Allen nos muestra, con toda su crudeza y humor, que no estamos siempre en los picos álgidos de una relación.”

Bien que lo sabía el de Nueva York, pues poco después de interpretar con su mujer de verdad a una de las parejas de Husbands and Wives, el cineasta siguió los pasos de su personaje de ficción y se separó de Mia Farrow en 1992. Fue una mentirijilla lo que dio al traste con 12 ¿felices? años de relación, cuando, en uno de los lujosos apartamentos de Central Park East, la actriz descubrió que Allen le estaba engañando con una de sus hijas adoptivas, Soon-Yi Previn. Una fotografía oportunamente expuesta sobre la chimenea se chivó.

Ya lo decía Jean-Paul Sartre, que las relaciones siempre son conflictivas y, desde el momento en que amar significa estar en La Abadía cuando es una tribuna en el Bernabéu lo que querrías, se ven abocadas al desastre y a la ruina. Y lo confirma con la segunda ley de la termodinámica el personaje de Elisabet Gelabert: “Tarde o temprano, todo se vuelve mierda”.  A no ser que, como hizo el filósofo con Simone de Beauvoir, se firme un contrato especificando que ambas partes gozarán de total libertad para relacionarse sexual e intelectualmente con terceros, quedando excluido el derecho a sospechas y celos, con el compromiso explícito de contarse todos sus líos y dejando abierta la posibilidad de compartir amoríos y montarse tríos.

Pero ocurre que en Maridos y mujeres  no hay ninguna Simone de Beauvoir. Él es consciente de ello cuando, tras un tumultuoso aplauso, su esposa le pregunta por la función. ¿Qué tal te ha parecido, mi amor? Por eso no le contestará: ¡Genial! Me he perdido el partido para que Woody Allen me recuerde los años que llevamos sin follar. Pensará en la acomodadora, en las monitoras de pilates locas y sonreirá. ¿Te apetecen perdices para cenar? 

 

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Maridos y mujeres

Autor: Woody Allen

Director y adaptador: Àlex Rigola

Reparto: Luis Bermejo, Israel Elejalde, , Miranda Gas, Elisabet Gelabert, Alberto Jiménez, Nuria Mencía

Lugar: Teatro de La Abadía

Fechas: Del 17 de enero al 24 de febrero de 2013

Horario: De miércoles a viernes, a las 20.00h; sábados, a las 19.00h y a las 22.00h; domingos, a las 19.00h

Precio: Desde 17 euros 

One thought on “Maridos y mujeres: ¿A quién le apetecen perdices para cenar?

  • el 20 septiembre, 2013 a las 11:31 am
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    Esta crónica me reconcilia con lo mucho que detesto esta película de Woody y este espectáculo maravillosamente interpretado. Esta crónica me recuerda la grandeza de Sartre-Beauvoir y la banalidad suprema de estas parejas que sólo me parecen moderadamente interesantes por sus excelentes actores. Rígola, por otra parte, es un director tan artificial que jamás ha despertado mi interés. Todas las historias sentimentales truncadas y dichosas de la gran filmografía de Allen se comen viva esta penosa comedieta que quiere ser tragicomedia.

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