Eduardo García
Eduardo García: “hay pájaros desnudos detrás de las palabras”.
Por Silvia Gallego Serrano
La relectura de los versos del gran poeta citado nos trae un mensaje muy actual para estos tiempos. Confiar en la palabra, en su poder… En este artículo trataremos de hacer evidente esta tesis. En primer lugar, otro verso suyo: “mi mirada ilumina la piel de tantas cosas”.
El poeta cordobés considera que un mundo sin poesía sería la muerte del sujeto occidental. Le cuesta pensar que desaparezca una minoría necesitada de emociones de alto voltaje poético y nos recuerda que el lector realiza su propio acto creativo en la lectura
Ya en 2005 señalaba en un periódico que el poema es un artefacto emocional que despierta al lector del letargo en la sociedad del espectáculo; “tiene la obligación de conmovernos”. Cree que según crece el individualismo y la incomunicación… más necesaria se revela la poesía.
Nos encontramos ante una de las principales voces poéticas de su generación No importa tanto la “etiqueta” como reconocerle entre los poetas de su edad y su diálogo con el simbolismo, el romanticismo europeo y el surrealismo. Toma como modelo el grupo del 27 en cuanto a la posibilidad de brillar con luz propia ante muy variadas propuestas. Entre sus maestros, destaca a Juan Ramón Jiménez, Lorca, el Alberti de “Retornos de lo vivo lejano”, Gamoneda, Claudio Rodríguez, el Vallejo de “Poemas humanos”, Octavio Paz, Breton, Juarroz, Gelman…
Nuestro escritor considera que los premios impulsan la recepción pero la verdadera aventura se produce en la soledad de la creación (en el ensayo Escribir un poema explica el proceso de creación desde su experiencia). Lo importante -asegura- es sentir la poesía como pasión irrenunciable.
En cuanto al futuro de la poesía, afirma que en los tiempos posmodernos que vivimos nos hallamos ante una paradoja: las limitaciones históricas son a la vez promesas de futuro.
Escribió en 2005 un ensayo en el que une su pensamiento metapoético y filosófico, se titula Una poética del límite. Tiene en cuenta que los símbolos, desde el psicoanálisis, nos permiten conocer nuestro interior (los deseos más recónditos).
Su voz evoluciona de forma muy coherente y meditada. En su primer libro, Las cartas marcadas, de 1995 aparece un realismo que deja a un lado la retórica. En el segundo juega a mezclar la realidad y la ficción. En el tercero, Horizonte o frontera, desarrolla la vertiente simbólico-visionaria. Refutación de la elegía sigue la atmósfera del ciclo de los dos anteriores –en palabras del autor- y se encuentra más cerca tal vez de la ensoñación, del inconsciente.
En su segundo libro No se trata de un juego, publicado en 1998, funde el poema y el cuento fantástico (sigue a los maestros Kafka y Cortázar).
Este libro fue reeditado por la editorial granadina Maillot Amarillo, siguiendo la propuesta de Luis García Montero. Andrés Neuman en su interesantísimo prólogo indica que predomina en su poesía control y emoción e insiste en su singularidad como “poeta fantástico” de la Nueva Poesía española. Existe una corriente que se centra en la reflexión: con ojos abiertos (hacia el realismo), con los ojos cerrados (desde la abstracción), o entrecerrándolos (como Eduardo García).
En la antología La Generación del 99 señalaba “me gusta un suceso mágico que estalla en plena apariencia de realidad”, situándose entre lo reflexivo y lo irracional.
Horizonte o frontera fue publicado enHiperión en 2003. Se trata de un libro poliédrico, con distintas voces, en el que la cotidianidad se mezcla con la magia de la poesía y sus recovecos más misteriosos.
Utiliza imágenes muy plásticas como “el bosque de cuchillos”, “la tristeza es un huésped que regresa”, “esquinas que al doblarse amanecen de pronto (…) aguardando la paz de las cornisas”…
De alguna forma anticipa el libro, La vida nueva, cuando en los poemas finales aparece: “dice sí a la vida”, “sólo quiero vivir entre las cosas”. También se hace eco de sus inquietudes en el poema “Deshabitado”: “siente hasta las raíces el vacío, / un boquete en el pecho como un túnel/ que da a la oscuridad”
Refutación de la elegía (editado de forma muy bella por el Centro CulturalGeneración del 27, con tan solo 350 ejemplares, en 2006)comienza con un poema pórtico y un verso sugerente: “la palabra agua no moja”.
La vida nueva, libro de gran madurez y calidad, fuepublicado en Visor, y recibió el Premio Nacional de la Crítica en 2008. El jurado destacó su amor a la vida y su actitud ética. En una entrevista recuerda que la movilización contra la guerra de Iraq le hizo recuperar la utopía, creer en las proclamas del mayo francés del 68 (“seamos razonables, pidamos lo imposible”) y percibir la necesaria transformación social.
Asegura que ha escrito el libro que le hubiera gustado escribir de adolescente, no pacta con el mercado ni con la crítica (no tiene que demostrar que es buen poeta).
En perfecto equilibrio entre el contenido y la forma, el yo fragmentado en su identidad (con abundantes notas de vacío, sueño…) se apoya en un lenguaje de rupturas y con tonos plurales. La mayoría de los poemas no tienen otra puntuación que los puntos finales. Con su oficio, Eduardo García nos atrapa en la lectura con un ritmo muy cuidado.
El poema que abre el libro se titula “Las pasarelas del deseo” (“que irrumpen de la nada” añade. En la primera sección nos invita a un ritual curioso (“desnúdate el hastío, la costumbre. / Limpia tu piel en un amanecer”). En la sección “Resplandor” aparece la simbólica “poda” que describe el proceso de mayor ahondamiento (“también yo ahueco tierra pecho adentro”) y también otros poemas que nos hacen avanzar, como “Ciclos” y “Claroscuro”.
En la parte central de las cinco se sitúa estratégicamente “Romper aguas” que nos indica el momento climático de la crisis, de “perder para dar paso al hallazgo” como aparece en la cita de Apollinaire. Comienza con “La máscara”, mostrándose mutilado o niño con cicatriz (“marchito de quizá, de todavía”). Si ya en otras secciones sugiere la idea de renacimiento (brotar en la luz), en ésta se hace más evidente y se insiste en el dolor (“parirás con dolor en carne viva/ la vida que vendrá”).
En la sección “Amanece” debaten el hueco y el impulso, aparecen “otras vidas”, regala como “aniversario” todas las palabras y las ganas de vivir.
La parte quinta se titula como el libro, “La vida nueva”.Expresa la consecución del viaje “salir al tiempo de la siembra y ser raíz profunda y entregarme”. Otros títulos significativos son: “Nos hace falta arder” y “Para no renunciar al entusiasmo”.
Hoy, más que nunca, la poesía de Eduardo García se convierte en instrumento esencial dentro del panorama social y poético. Volvamos a sus versos para mirar la vida desde la belleza y la confianza renovada.