El rompecabezas
El rompecabezas. Txabi y Manu Arnal Gil & Roger Olmos. OQO editora. Con impresionantes ilustraciones.
En el centro del pueblo
se elevaba una torre.
Su cúpula amenazaba con rasgar el cielo.
Sus ventanas señalaban los cuatro puntos cardinales.
Desde allí,
el hombre del rompecabezas
vigilaba cuanto ocurría a su alrededor.
En el piso más alto de la torre,
un rompecabezas,
cuyas piezas cambiaban al antojo de su dueño,
recreaba cada detalle del pueblo.
No existía en aquel lugar más norma que la ley del rompecabezas.
No había más señor que el hombre del rompecabezas.
El hombre del rompecabezas
endurecía su corazón
desayunando a diario
un tazón de café
con una cucharada de hiel.
Después se sentaba frente al puzle
y cambiaba alguna pieza de sitio,
añadía o eliminaba otras…
Jugaba con la vida de todo el pueblo.
Transformaba alegrías en penas,
penas en condenas…
-Hoy, dos caries para la sonrisa de Miguel.
Mañana, una docena de pulgas en el colchón de María.
Todos temían al hombre del rompecabezas.
Nadie levantaba la voz contra su señor.
En una ocasión,
la señora Lucía protestó
y de su tejado saltó una teja.
La pobre mujer
llegó al camposanto
a lomos de un viejo asno.
Una soleada mañana,
tras una noche ventosa,
el hombre del rompecabezas
se encontró con una extraña sorpresa:
el puzle no mostraba el pueblo,
sino el rostro de una cabra.
(…)