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Desnudos

yermaPor FERNANDO J. LÓPEZ. A cierta empresa le parece que el cartel de Yerma diseñado para el CDN, un dibujo en el que se muestra el vello púbico en un desnudo femenino, puede herir nuestra sensibilidad.

No sé si resulta cómico o trágico -decídanlo ustedes- pensar que, en pleno siglo XXI seguimos escandalizándonos ante la visión de algo tan hermoso como un desnudo. Se ve que el peso ancestral de tabúes, religiones y otros tótems varios se empeña en limitar nuestra visión del mundo y hacernos creer que el cuerpo humano puede ser motivo de escándalo y de controversia.

La violencia, sin embargo, no parece causarnos el mismo pudor, sino que se puede mostrar con toda crudeza en cualquiera de sus formatos -televisión, cine, videojuegos, novela, cómic…-, libertad de la que no goza la exhibición del sexo y -¿casualidad?- menos aún si se trata del sexo femenino. Quizá tenga que ver con la maldición de la palabra vagina, que ya denunciara Eve Ensler en sus célebres monólogos, quizá con la misoginia atávica de la que habla el propio Lorca en esta Yerma a la que se acusa de no haberse sometido a una sesión de gráfica depilación.

Reacciones como esta nos llevan a creer que obras como El origen del mundo de Courbet provocarían hoy -dos siglos después- la misma polémica que promovieron en su tiempo. Porque seguimos prefiriendo las hojas de parra a la desnudez. El disfraz a la piel.

Me pregunto qué habría pasado si el cartel de Yerma no fuera el dibujo de un desnudo femenino, sino la representación -también gráfica y simbólica- de  una escena violenta: un asesinato, un ataque, un suicidio, una amputación… Seguramente habría pasado desapercibido entre otros tantos anuncios de zombis decapitados, psicópatas gore y criaturas homicidas de diversa raigambre ficcional. Al igual que en ciertas series o películas es mucho más habitual encontrarse con escenas teñidas sangrientas que con desnudos -femeninos o masculinos- por parte de sus protagonistas.

En una sociedad tan mojigata, es normal que novelas como las Cincuenta sombras de Grey sean todo un éxito. Resulta lógico que un libro tan edulcorado, vacío y, sobre todo, pudoroso como ese resulte provocador y casi pornográfico, aunque sus fantasías no superen las tímidas historias de los consultorios de ciertas revistas adolescentes. courbetSupongo que hay a quien le falta -entre otros-  mucho libro de Miller o Sade por leer…

Que el cartel vetado sea el de una de las obras emblemáticas del teatro lorquiano es, a su modo, casi una metáfora. Y no de que hayamos vencido muchos de los demonios que acechan a las mujeres de sus obras sino, lamentablemente, de que esos demonios -los de la hipocresía, los de la represión, los de la censura- siguen, en pleno siglo XXI, más vivos y ruidosos que nunca.

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