Una travesía con Rafael Álvarez, El Brujo, hacia Ítaca
Se calcula que, en la época de Ulises, para cubrir la distancia que separaba Troya de Ítaca bastaban unos nueve días. Era algo tan sencillo como cruzar el mar Egeo, bordear el Peloponeso y, en poco más de una semana, el héroe griego podría haber estado de regreso en su reino. Sin embargo, Odiseo se entretuvo navegando por el Mediterráneo durante 10 años: que si ahora me voy a saquear Ismaro, aunque no me venga de paso; antes de sacarle a Polifemo un ojo (su único ojo), me coloco con un poco de loto en el país de los Lotófagos, luego visito a mi amigo Eolo y me atiborro como un cerdo en la isla de Eea, sin perderme un concierto en directo de sirenas… Toda una Odisea que, cual rapsoda heleno cantando poemas épicos, Rafael Álvarez, El Brujo, nos cuenta, en los Teatros del Canal, hasta el 10 de febrero.
El actor (y director, y adaptador, y productor…) conoció a Ulises cuando el latín y el griego todavía eran asignaturas obligatorias en bachiller. “Hace 20 ó 30 años…” Ejem… “…O más…” Sus ojos pillines se ríen, y su bigote blanco –un incondicional en su surco nasolabial– les obliga a confesar que, desde que tradujeran los 190.042.230 versos homéricos al español, han pasado algunas cuantas primaveras más. “La Ilíadaera muy dura, pero La Odisea era una cosa fácil de traducir”. Hoy, desde la distancia, esto es fácil de decir… “Me encantaban sus relatos, y ahora la he retomado para la gente que no tiene tiempo de leer, que es el 99%.” Hay divergencia de datos con el Ministerio, que, en uno de sus últimos informes lectores, habla del 38,6%. “Pero me refiero a leer con calma, digiriendo…” Es decir, no en un vagón de metro, atendiendo a mariachis y pedigüeños, sino “en casa, escuchando música suave al mismo tiempo”.
Así se pasó tardes enteras Rafael Álvarez, enfrascado en un libro de intrigas de palacio y aventuras fantásticas por el Mediterráneo, traducido por una eminencia en épica, mitología y filosofía antigua. “He trabajado con tres versiones de La Odisea; pero, más que nada, para que no se me acusara de plagio a Carlos García Gual.” Los muy pícaros se vuelven a desternillar. “Su traducción es en versos hexámetros, tiene una música larga y un ritmo maravilloso. A veces conservo esto; otras, lo rompo y me pongo a hablar de temas de actualidad.” Como la subida del IVA, la entrevista del rey con Hermidas, la NASA, Bankia, Almodóvar, la CIA…
Si actúa en feudos derechistas, muchos de sus gags los protagonizará la corporación Rajoy; si, por el contrario, la audiencia es progresista, se meterá con los sindicatos, con Ferraz y con Izquierda Unida. Quizá por ello, antes de empezar el espectáculo, se pasee por las primeras filas, para calibrar, entre el público, las inclinaciones políticas. Lo complicado después de imaginar un affaire entre Angela Merkel y Cándido Méndez, es regresar al texto de Homero. Al momento, por ejemplo, en que Zeus –padre de los dioses y de los hombres, con voz de Fernando Fernán Gómez– comunica a Calipso –una ninfa tan divina, rubia y maciza como Kate Moss o Shakira– que Ulises debe abandonar la isla en que lo tiene retenido y regresar a Ítaca.
Entonces, cuando el héroe llegue a su hogar, es cuando se producirá uno de los momentos más conmovedores de la literatura latina: el encuentro de Odiseo con Argos, su perro. “Nadie le ha prestado atención, pero quien tiene paciencia de verdad es el puto can.” Transcurridos 20 años desde que el infortunado guerrero se marchara de su patria, todos daban a Ulises por muerto: su esposa Penélope, su hijo Telémaco… Todos menos su perro, el único que reconoce al mendigo andrajoso que acaba de aparecer.
“Levanta la vista y, aun yendo disfrazado, sabe que aquel pordiosero es su amo. Mueve la cola y, le entra tanta emoción, que se muere en ese mismo instante de alegría. Es uno de los pocos momentos en que Ulises, un hombre tan curtido en batallas, llora. Vale que llora también cuando se encuentra con su hijo, pero para mí que llora más cuando ve al perro, aunque no lo diga Homero, porque el perro representa el amor incondicional, la impersonalidad del afecto. Y… ¿quién ha hablado hasta ahora del perro?”
Ni Cavafis, ni Borges, ni Joyce, ni Vargas Llosa, ni Joan Manuel Serrat: Sólo El Brujo, que, sin ser ciego, comparte profesión con Homero, el más famoso de los aedas griegos. “Los aedas eran quienes recitaban estas historias en los palacios de los reyes cuando no había televisión, y lo hacían acompañándose con cítaras.” Rafael Álvarez, además, cuenta con la colaboración en directo de un pianista, Javier Alejano, y dos percusionistas. “Daniel (Suárez) y Mauricio (Loseto), que tocan cajón, timbal, sinfónico, congas, baterías, jimbés… de maravilla.”
Es la única compañía que tiene este juglar solitario cuando se dedica a adivinar el pasado sobre los escenarios. Ahora mismo tiene programados, al menos, tres espectáculos: Las mujeres de Shakespeare, Cómicoy La Odisea, gracias, según cuenta, al paroxismo de la economía nacional, que exacerba el ingenio de una manera brutal. “Yo tampoco pensaba que iba a ser capaz, pero con el IVA al 21% –los muy pillos no se ríen esta vez–… Te aseguro que si lo pusieran al 42, ¡tendría siete obras en cartel!”
Ulises podría haber salido de la crisis en nueve días… En fin: de aquí a que nosotros atraquemos en Ítaca, mejor reírnos con El Brujo de las deidades que entorpecen nuestra travesía.
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La Odisea
Dirección, versión y actor solista: Rafael Álvarez, El Brujo
Lugar: Sala verde de los Teatros del Canal
Fechas: Del 10 de enero al 10 de febrero de 2013
Horario: De miércoles a sábado, a las 20.30h; domingos, a las 19.00h
Duración: 2 horas 20 minutos (con descanso incluido)
Precio: Desde 16 euros