The Fleshtones, en 2013 siguen ahí
Por Manu Tomillo.
Sólo los había escuchado en disco,era su primera vez cara a cara. El nerviosismo, la impaciencia y la sensación de que esa noche iban a ser grandes, se mezclaban mientras se acercaba a la barra para pedir algo, antes de que el concierto centrara todo su universo en aquella sala. Una sala, la mítica Sol de Madrid que unos minutos después sonaría mejor que nunca. Aquella noche estaba pensada para los supervivientes de los 90, y por suerte que ellos sobrevivieron. Todo estaba preparado, el mejor lugar posible, la gente que ya sí llenaba el espacio y la cerveza fría en su mano. Rock and Roll.
The Fleshtones comenzaron pasadas las 22,30 y desde el primer riff de guitarra las dichosas etiquetas se le habían olvidado. ¿Garaje? ¿Punk Rock? ¿Guitarreo sin más? Los neoyorquinos suenan a Rock, sus chaquetas y camisas son la elegancia recién traída del CBGB que tanto le habían atraído de los grupos de música. Su actitud sobre el escenario no le parecía la de unos músicos que llevan más de 30 años a sus espaldas. Energía. Se le había acabado el segundo tercio y para ese momento el público se movía a lo que The Flestones, Los Fiestones como un amigo ya le había advertido, pedían sobre el escenario.
Nadie podía ponerles una coma a la actuación de aquella noche, Keith Streng estaba dando una lección de cómo sacarle el máximo partido a su brillante guitarra. Su locura era de esas que se contagian, saltaba de cadera en cadera y nadie podía resistirse. Para cuando el cantante Peter Zaremba pidió a gritos si querían más Rock and Roll o experimentación, el público rompió con un “¡¡Rocanrol!!”. One, two, three y el “Rockaway Beach” de The Ramones golpeaba rápidamente, de las baquetas de Bill Milhizer a los amplificadores, de ahí a la cabeza del chico que tenía que delante que no paraba de agitar y de nuevo a la batería, que la mandaba al bajo de Ken Fox.
No había momento para detenerse, el Rock and Roll es eso pensó. Entre el chapurreo en castellano de Zaremba, las divertidísimas versiones de su disco “Quatro x Quatro” y los constantes viajes de todo el grupo a tocar entre el público, la fiesta era ya sí, completa. Pensaba en cómo moverse al ritmo surfero de la batería, cuando le sorprendía el ritmo del “Break on trough (to the other side)” al bajo. Éxtasis. Había tiempo para mezclar el órgano y la harmónica. Era la primera gira del año del grupo, que el 2013 les pillase desmadrados sobre el escenario pensarían.
Dos horas después, cuando las luces de la Sol habían vuelto a su color habitual y el público sonreía después del concierto que había disfrutado, ellos seguían allí, sobre el escenario, firmando autógrafos. La mejor noticia es esa, se dijo. The Fleshtones siguen ahí.
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Fotografía: Dena Flows. www.denaflows.com