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NOSOTROS QUISIMOS SER MAVERICK; ELLAS PRETTY WOMAN

media-uploadPor JUAN LUIS MARÍN. «Mi novia está de Inter-Rail. Tiene veinticinco años, así que ésta es su última oportunidad para beneficiarse de los descuentos derivados de su edad. Porque aún es joven. Y tiene carné de alberguista. Todo lo contrario que yo, que tengo treinta. No hay descuentos para mí. Sólo cupones de supermercado. O precio reducido en la sesión de las cuatro. Se supone que a los treinta ya eres adulto. Y sí, hace tiempo que tengo los huevos negros; incluso algunas canas ocultas bajo la mata de pelo que cuelga de mi cabeza y también esconde una incipiente alopecia. Por lo demás, nadie diría (ni dice) que aparento la edad que tengo. Visto vaqueros, deportivas y camisetas estampadas. Mi favorita es una negra de El Castigador. Mi novia la odia. También mis zapatillas preferidas, unas Converse Weapon: amarillas, blancas y moradas. Las llevaba Magic Johnson cuando jugaba en los Lakers. Mentiría si dijera que mi novia no sabe quién es. Tiene veinticinco años…, pero no es idiota. Que la pareja de alguien confunda U2 con un submarino sólo pasa en las películas. Por eso la vida es tan previsible. Y las películas, irreales. Quien piense que hay más ciencia ficción en Blade Runner que en Pretty Woman es un ignorante. No existen putas como Julia Roberts. También es cierto que no abundan los tipos como Richard Gere. Y ésa es la principal diferencia entre hombres y mujeres. Ellas sí creen que algún día se toparán con alguien como él. Por eso, cuando nosotros vimos Top Gun, quisimos convertirnos en pilotos de caza. Y cuando ellas vieron Pretty Woman, por mucho que les cueste reconocerlo, se plantearon ser putas. Con el paso de los años, los tíos abandonamos nuestro sueño. ¿Creería alguien con dos dedos de frente que la Armada Española le permitiría hacer con un F-16 los vuelos rasantes que protagonizaba Tom Cruise? ¿Que alguna vez entraría en combate contra fuerzas hostiles… y ganaría? ¿Que su instructor de vuelo sería una tía buenísima con la que acabaría follando en un atardecer de postal? ¿Que se haría colega de alguien llamado Iceman? Pues bien, por mucho tiempo que pase, y muchos dedos de frente que lleguen a tener, ellas seguirán creyendo que, algún día, un sujeto rico, guapo, bondadoso e inteligente (y además, humano) las llevará a cenar en avión a Milán y después a la ópera, les regalará un collar de perlas y les pedirá matrimonio en una escalera de incendios (de esas que no hay a este lado del charco). Conclusión: mi novia empieza a darse cuenta de que jamás haré nada de eso. Para empezar, ni siquiera tengo vértigo. Y eso, en una situación como la mía, no es una ventaja. Porque Richard Gere en Pretty Woman sí lo tiene».

(Fragmento de CERO, una novela del menda lerenda)

 

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